América del Sur es la nueva preocupación del mundo frente a la pandemia del Covid-19, a tal punto que la OMS confirmó que se ha convertido en un nuevo foco global. Las alertas están puestas principalmente en Brasil, sin bajar la guardia en países como Perú, Ecuador o Chile, donde la situación va en aumento cada día.

Pese a ese contexto, en una pequeña nación, hacia el Cono Sur del continente, se halla una curiosa excepción. Uruguay es uno de los 46 países del mundo que le está ganando al Covid-19, según indica la página endcoronavirus.org del Instituto de Sistemas Complejos de Nueva Inglaterra en Estados Unidos.

Junto a Paraguay, son los únicos dos del continente que figuran en la lista.

La tasa de reproducción del virus es la más baja de Latinoamérica, las personas con la enfermedad van a la baja, la curva se aplana, los recuperados se suman a diario y en resumen la circulación de la enfermedad es muy limitada. Todo esto sin decretar cuarentena obligatoria.

A diferencia de sus países vecinos, Uruguay optó por una estrategia que protegiera la economía y la salud. El gobierno de Luis Lacalle Pou descartó decretar cuarentena y apeló a la responsabilidad social de su población, pese a las crítica internacional y de su oposición, el Frente Amplio.

Al día, el país atlántico tiene apenas 769 casos confirmados y 22 fallecidos.

Pero, ¿cómo consiguió un país latinoamericano convertirse en un oasis en medio de la región al más puro estilo nórdico?

Gilberto Aranda, experto del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, nos da una respuesta panorámica desde las políticas públicas. El analista explica que se debe a un “círculo virtuoso”, es decir, a una serie de factores a favor del país de Montevideo:

Una política contingente: Uruguay, a diferencia de otros países, aplicó un rápido control y cierre de fronteras, lo cual potenció una gestión local del problema.

Población pequeña: El país posee 3,3 millones de habitantes, una escala muy diferente a Chile o Argentina. Adicionalmente, es una sociedad urbana, con cerca de un 90 % de la población viviendo en ciudades, especialmente en la capital.

Un sistema público fuerte y estatal: Son esenciales los factores a largo plazo de prevención. Uruguay posee una política de salud y educación realmente asentadas en el tiempo, vigentes y fuertes, con una fuerte presencia del Estado. La red de salud pública ha sido uno de los temas centrales desde la recuperación de la democracia hace casi cuatro décadas. Esa red pública ha logrado procesar el tipo de contagiados y hace la diferencia con otros países que han privatizado su sistema de salud, como Chile.

Idiosincrasia colaborativa: Existe una relación de respeto y colaboración entre la población y las autoridades que ha prevalecido en el tiempo.

“Las autoridades pidieron distancia social, respetar la distancia, no congregarse, y eso lo hizo la gente más que en Santiago, Buenos Aires o Lima. No necesitó un decreto de cuarentena obligada”, explica Aranda.

En conclusión, el éxito de Uruguay se debe a una “combinación cultural, política y social proclive a la colaboración. Si a eso le agregas una red asistencial potente, y las políticas de fronteras temprana, más la población pequeña, se genera un círculo virtuoso”, sentencia.