Patricia Brennan, una bióloga colombiana, decidió romper el paradigma de los estudios de sexualidad en la fauna y comenzó a indagar en los aparatos reproductores de las hembras: algo que no se había estudiado mucho porque la mayoría de los investigadores son hombres. “Hay un vacío increíble en nuestro entendimiento de las hembras, de las vaginas. Ha habido una fascinación con los penes por mucho tiempo”, sostiene.
El pene de un pato pequinés puede medir hasta 20 centímetros en forma de espiral. Y la primera vez que lo vió, quedó estupefacta. Tanto así, que casi se casi se cae de la silla, cuenta. Sin embargo, la bióloga colombiana Patricia Brennan solo reaccionó para hacer preguntas: “¿Y las hembras? ¿En dónde va ese pene horripilante?”.
Solo un 3% de las aves cuentan con este órgano para copular, y según explica investigadora del Mount Holyoke College, cuando no tienen pareja, los machos de esta especie atacan a las hembras -incluso a veces lo hacen en grupo- con gran violencia. Por eso ellas desarrollaron una vagina rugosa y así evitar que logren fecundarlas.
“Sufren enormemente en las agresiones sexuales, hasta la muerte (…) al final de cuentas, las hembras están ganando la batalla, ellas evolucionaron una adaptación con la que le dan la mayoría de la paternidad al macho que ellas han escogido”, explica a El País.
Brennan la considera una historia “superfeminista”, dice, en el sentido de que las hembras evolucionaron para cambiar su destino evolutivo.
La académica explica que el mismo día que vió el pene del ejemplar, fue a la misma granja donde había adquirido machos y adquirió esta vez dos hembras, para diseccionarlas e investigar su órgano reproductor.
“La vagina se sentía gruesísima, muy extraña, y cuando apareció esa estructura yo no lo podía creer, ¿cómo puede ser que nadie haya visto y descrito esto?”, pensó sobre lo encontró, una cavidad abultada, fibrosa e intrincada. Y al principio dudaron, porque los expertos en este tipo de aves solamente habían estudiado el punto final de la vagina, donde se deposita el esperma al momento de la reproducción.
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Un fenómeno que no solo pasa con el estudio de los patos. Y es que, en general, la estructura de los genitales masculinos se entendía con la teoría del cerrojo y la llave: si el pene -la llave- tiene una forma, es porque la vagina -cerradura- tienen un diseño perfecto de encaje y así no se mezclen las especies. Sin embargo, Brennan derribó este paradigma y demostró que las vaginas “desafían” a las “llaves”.
En ese sentido, un estudio en 2014 reveló que los proyectos científicos cuyo objetivo era analizar la hipótesis de la cerradura y la llave, se hacían exclusivamente con el pene: solo un 8% se centró en genitales de las hembras.
“Hay un vacío increíble en nuestro entendimiento de las hembras, de las vaginas. Ha habido una fascinación con los penes por mucho tiempo. Muchos científicos han estudiado penes, que son superinteresantes, pero el problema es que hay hipótesis como la de la llave y la cerradura.
Y la mayoría de las personas que han examinado esa hipótesis han mirado solo al macho, solo la llave. ¿Cómo puede usted concluir que la llave empata en la cerradura si no mira la cerradura? Es una manera incompleta de tratar de entender el proceso evolutivo”, señala la investigadora que sueña con crear un Instituto de Investigación de la Vagina.
Ya es toda una referente en esta “disciplina”, ya que después de los patos, comenzó a indagar la evolución de aparatos reproductores femeninos de alpacas, culebras -que tienen pinchos en el pene-, cocodrilos, murciélagos y cetáceos. Por ejemplo, uno sus últimos hallazgos fue en la vida sexual de los delfines, que practican el sexo por placer e incluso de masturban; identificó que las hembras poseen un clítoris igual de placentero que el de las mujeres.
Según ella, estudiar la sexualidad animal es algo que “no parece muy serio” y que ella ha tenido estos grandes descubrimientos justamente porque existen más investigadores hombres, entonces las preguntas que se hacen son diferentes.
Y si bien advierte que existe una tentación en su campo de estudio a comparar las tendencias animales con las del ser humano, asegura que “si entendiéramos un poco mejor las diferentes rutas de diseño de las vaginas en la naturaleza ayudaría a prevenir los problemas en humanas”.