Mercenaries 2, un juego tipo GTA que toma lugar en Caracas, volvió tan locos a los líderes chavistas que decretaron que puedes irte a la cárcel por crear un videojuego. Surreal.
Mayo 2017. La escena se sucede así. Diosdado Cabello, uno de los líderes del chavismo, militar, que fue presidente de la Asamblea Nacional, ahora es diputado y conductor de televisión, mira directo a la cámara y dice victorioso y desafiante:
“A ver quién te va defender ahora”.
Uno podría creer que el aludido es un peligroso miembro de la mafia que acaba de ser apresado. Pero no. Se refería a la detención por parte de los servicios de inteligencia del del gobierno venezolano de Leonardo Quintero, un hombre de 35 años, que no era parte de ninguna mafia. Quintero era un desarrollador web.
Junto a sus socios de la empresa de apps y páginas LQProWeb había creado un juego para celulares llamado Chavista Attack, un shooter en el que el objetivo era matar simpatizantes chavistas. “Libera tu frustración política y acaba con todos los chavistas armados que intentan hacerse con el control de la Asamblea”, decía la sinopsis.
Quintero estuvo un mes preso. Luego se le otorgó la libertad condicional a cambio de sacar el juego de circulación. (Igual puedes descargar el APK acá)
Y es que, aunque suene irreal, en Venezuela la creación y el desarrollo de videojuegos es una cosa de exiliados políticos y activistas. Es una actividad bastante más riesgosa que en cualquier parte del mundo, donde probablemente el principal riesgo sea el morir por causas relacionadas al sedentarismo.
Aplanadoras sobre videojuegos
La historia se remonta al 2008, cuando Electronic Arts lanza la segunda parte de Mercenaries (Mercenaries 2: World in Flames) un juego tipo GTA, donde el protagonista es un mercenario que tiene que invadir Venezuela y derrocar al gobierno.
¿Alguien dijo “las segundas partes siempre son malas”?
No sabemos si el juego será malo o bueno pero lo que sí es un hecho es que provocó que la Asamblea Nacional de Venezuela reaccionara muy a lo Springfield o South Park y en menos de un años creara la ley contra videojuegos más medieval que existe en el mundo. Se creó y aprobó por unaminidad la “Ley para la Prohibición de Videojuegos Bélicos y Juguetes Bélicos” que penaliza la creación, comercialización, distribución y uso de videojuegos violentos hasta con penas de cárcel.
La ironía del asunto es que en el juego, tildado por el gobierno venezolano en su momento como una agresión imperialista, los malos realmente son los estadounidenses que buscan poner en el poder un dictador que le venda más barato el petróleo a USA.
La promulgación de la Ley fue muy Springfieldiana, con aplanadoras destruyendo copias del juego y todo.
En esa época, el ingeniero en sistemas Enrique Fuentes dirigía Teravision Games, el estudio más grande Venezuela. Habían cerrado un trato para hacer juegos para la Nintendo DS y trabajaban con Namco.
“Fue devastador. Estaba construyendo este proyecto de vida en Venezuela, estábamos creciendo, éramos treinta personas en el estudio en Caracas y había mucho entusiasmo. Incluso salimos en la primera plana de un diario porque nos habían aprobado la licencia para hacer juegos en la Nintendo DS. Y lanzan esta broma y pasé de un día a otro a pensar ‘¿Qué hacemos?’”, contó Fuentes al NY Times. “Lo que estábamos haciendo se convirtió en una actividad ilegal. Pasé de aparecer en las portadas de diarios a ser un forajido”, se lamenta.
Hoy Teravision Games opera desde Colombia.
La industria de videojuegos crece la nada despreciable suma 120 mil millones de dólares al año y América Latina es donde más va en alza, con un 10% anual. Es por ello que en toda la región los gobiernos pese a ponerle regulaciones como tablas o clasificación de contenido para padres, prácticamente le dan rienda suelta e impulso a las industrias creativas para su desarrollo.
Es una de las cosas que hace más absurda la Ley venezolana, que en un país donde el 2016 año pasado hubo casi 30 mil muertes violentas, el gobierno esté tan preocupado de los videojuegos.
Sin embargo, la industria venezolana de videojuegos sigue operando, aunque prácticamente desde el underground.
El 2016 se lanzaron dos juegos con repercusión mundial. La Cosa Entertainment lanzó Klaus, el primer juego venezolano para PlayStation 4 y Sukeban Games (cuyo tagline es “Los ingobernables del videojuego) creó VA-11 HAL-A, un juego cyberpunk, distópico, inspirado en el manga japonés, sobre una bartender que vive en una ciudad ficticia, Glitch City, que tiene una onda medio Blade Runner en 8 bit.
Los creadores del juego son dos jóvenes: Fernando Damas (25) y Cristopher Ortíz (23). En una entrevista al sitio CNET, Ortíz contó qué los inspiró y motivó a hacerlo: “Todo partió de la idea de que no servimos para otra cosa. Era básicamente hacerlo o morir en el intento. Si no hacíamos algo que realmente amamos no íbamos a ir a ningún lado”.
Luego se va más a lo profundo, hacia un cierre perfecto. Imagina que bajan los créditos. Sobre ellos, la voz de Ortíz:
“Es una distopía cyberpunk, pero a medida que avanza el tiempo ya como que vamos llegando a la parte de distopía sin lo cyber; creo que Venezuela es un ejemplo muy grande de esto. Ese sentimiento de que las cosas están realmente fastidiadas es lo que queríamos transmitir en VA-11 Hall-A, de modo que cuando el jugador vea cómo los personajes continúan con sus vidas a pesar de las dificultades, este reciba un empujón para seguir adelante”.