Marcela Aranda, teóloga de la Universidad Católica, habló abiertamente sobre el trauma que le ocasionó el párroco cuando se conocieron mientras ella cursaba sus estudios universitarios. Golpes, violaciones sostenidas y al menos tres abortos forzados, fueron las vejaciones que tuvo que soportar en silencio ante una diócesis que funciona como una verdadera mafia.
La profesional aseguró que el ex capellán del Hogar de Cristo la manipuló a punta de amenazas abusando de ella en periodo sostenido desde 1985 hasta 1993.
En conversación con Ahora Noticias de Mega, afirma que es importante para ella entregar el testimonio de forma directa y sin censura para que personas que han vivido su situación sientan que no están solas.
“En los primeros años de universidad surgió en mí el deseo de ser religiosa. En ese contexto me presentan al capellán del hogar de Cristo” afirmó en el reportaje.
Desde ese entonces, el sacerdote comenzó a inmiscuirse dentro de su círculo familiar, captando su atención manipulándola, comenzando los abusos con tocaciones impropias.
Cuando la situación llegó más lejos y ella no podía mantenerlo fuera de su casa, el párroco la chantajeaba asegurando “que iba a perder la universidad, que lo iba a perder todo, que me iba a hacer pedazos si yo decía algo porque nadie me iba a creer a mí. Entonces yo no tenía salida, estaba terriblemente sola, no le podía decir a nadie”.
“Él me llevaba donde otros hombres, que eran amigos de él, para que me violaran y me pegaran por turnos mientras él miraba”
Marcela nunca supo la identidad de estos hombres porque en todo momento tuvieron la cara cubierta y desconoce si eran también miembros de alguna iglesia.
“Golpes, insultos, eso era lo que él hacía conmigo. Así fue arrasando mi vida y después me decía que no le dijera a nadie porque nadie me iba a creer”.
Para Marcela, ferviente creyente, lo que más le duele dentro de la terrible situación es que también fue forzada a aborta en no una: sino tres oportunidades.
“Me recogía y me llevaba a practicar un aborto, sin que yo lo supiera la primera vez. Yo no sabía a lo que iba”, contó, y sostuvo que durante todo el proceso estuvo adormecida sin tener idea lo que estaban haciendo con ella.
Marcela no calló los sucesos. Los denunció en reiteradas oportunidades. Sin embargo, este acto inicial de valentía obtuvo los mismos resultados que diferentes abusados reciben por parte de la organización eclesiástica: silencio.
Específicamente, Marcela Aranda recurrió hasta el cura Juan Ochagavía, que nunca tomó en consideración “Hablé más de una vez con él, pero nunca recibí respuesta. Juan Ochagavía no me ayudó en nada. Nunca me preguntó nada. No sé qué hizo con esa información, porque seguí padeciendo el abuso sexual de estos hombres”.