Con dos décadas de masificación de redes sociales, el cómo nos presentamos tanto en ellas como en la vida real se ha convertido en una presión constante para la gran mayoría de las personas. A veces, no responder a estas narrativas puede llevarnos a ser objetos de violencia estética, en especial para las mujeres. Le pedimos a la escritora venezolana Esther Pineda y autora del libro Bellas para morir, que nos explicara de qué se trata este concepto.

Will Smith está cancelado. Después de abofetear a Chris Rock durante la última ceremonia de los Premios Oscar en la que ganó como mejor actor, recibió un castigo por parte de la Academia de Cine: no podrá asistir a ningún evento relacionado a ella por diez años. Durante fines de julio, Smith publicó un video disculpándose con el comediante por la cachetada que le pegó. Sin embargo, Rock hasta el día de hoy no ha emitido algún comentario respecto a lo que provocó que Will Smith decidiera pegarle. 

Cuando era su turno de presentar la categoría de mejor documental, Chris Rock lanzó un comentario en el que se burlaba de la falta de pelo de la esposa de Smith, Jada, quien sufre de alopecia. Desde los ojos de las ciencias sociales, la situación podría estar calificada como un episodio de violencia estética.

“Es el conjunto de narrativas, representaciones, prácticas e instituciones sociales que ejercen una presión perjudicial y formas de discriminación sobre las mujeres para responder al canon de belleza imperante; y quienes no responden a estos estereotipos y exigencias están expuestas a la crítica, la descalificación, la ridiculización, la burla, la humillación y la exclusión en los espacios públicos o privados por su imagen y corporalidad”, explica Esther Pineda, Doctora en Ciencias Sociales y autora del libro Bellas para morir: Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer.

Pineda tiene una relación personal con la violencia estética, la cual se convirtió en una de las razones para investigar el concepto y escribir de manera extensa sobre él. Desde niña sintió rechazo y hostilidad hacia sus características de piel morena y pelo rizado: “Decidí escribir ese libro que yo hubiese querido leer para entender por qué pasaba todo eso, que no era mi culpa ni había nada malo en mí sino que es un problema estructural”.

También hay una motivación social que se relaciona con su preocupación por niñas y mujeres que pasan su vida sintiéndose mal con su imagen, odiando sus cuerpos o recibiendo acoso en las redes sociales por no responder a un estereotipo de belleza. Por lo mismo, al escribir en libro tuvo presente a “mujeres han quedado lesionadas o han muerto al realizarse algún tipo de procedimiento o cirugía estética, lo cual habla de la magnitud y la gravedad de esta problemática”.

Dentro del mundo del entretenimiento y los medios de comunicación, no hay pausa para las noticias sobre el físico y posibles cambios en él de personas famosas. Sin embargo, la pauta parece siempre estar dedicada a las mujeres. Al buscar “belleza” en Google News, los resultados están asociados a rostros femeninos.

La socióloga apunta a que si bien todas las personas pueden ser víctimas de violencia estética y en el caso de los hombres la pueden experimentar siendo calvos o de baja estatura, los estereotipos de belleza no se evalúan de la misma manera para ambos géneros.

“En cambio en las mujeres se le considera una condición inherente y definitoria de la feminidad, exigencia por la cual son socialmente sancionadas y castigadas si renuncian a ella o transgreden el mandato”, asegura Pineda. La experta también enumera casos en los que las mujeres del entretenimiento se ven mayoritariamente perjudicadas, como ser descartadas de la industria audiovisual cuando envejecen o que no exista publicidad para mantener la belleza masculina.

Esta premisa sexista es una de las cuatro que Esther Pineda establece como fundamentos para la violencia estética. Los otros pilares son la gerontofobia, el racismo y la gordofobia. En el caso del primer concepto, se entiende como el extremo rechazo a la vejez, mientras se sobrevaloran las características neonatales, la ausencia de defectos y, por lo tanto, la juventud.

Por el lado del racismo, la socióloga explica que el canon de la belleza, desde sus orígenes, se ha construido en base a la blanquitud, ya que en la gran mayoría de casos “las mujeres negras, indígenas, asiáticas y árabes han estado invisibilizadas en el canon de belleza; su piel, su cabello y sus facciones han sido convertidas en objeto de burla, discriminación, exclusión y violencia”.

En el último pilar, la gordofobia actúa rechazando, excluyendo y discriminando sistemática y explícitamente a los cuerpos grandes, tanto así que la gordura hoy es considerara por una parte de la sociedad como una de las peores cosas que le puede ocurrir a una mujer, por lo que se cree que debe ser combatida, desaparecida y aniquilida, llevando al desarrollo de trastornos de alimentación perjudiciales.

¿Cómo afecta la violencia estética el autoestima de niñas y mujeres?

“Es profundamente lesiva para el autoestima. Por una parte durante la infancia y la adolescencia la niña que recibe comentarios negativos sobre su imagen en su entorno familiar, por parte de su grupo de pares, en la escuela, el espacio público, y además no encuentra referentes de diversidad estética y corporal en las cuales reconocerse o identificarse crece sintiéndose insegura, incorrecta, inapropiada, fea, incómoda con su imagen y su cuerpo”.

Por su parte las niñas que sí responden al canon de belleza, que reciben mensajes positivos por su apariencia y corporalidad, crecen creyendo que la belleza es un indicador de valor social, que su valor como persona viene dado exclusivamente por la belleza, lo cual las presiona para satisfacer siempre el estereotipo de belleza porque de ello depende su aceptación, validación y afecto.

Durante la vida adulta la experiencia de la violencia estética puede producir en las mujeres el padecimiento de inseguridad, ansiedad, vergüenza, depresión, dificultades para interactuar, aislamiento social, trastorno dismórfico corporal, trastornos alimenticios, y el sometimiento a procedimientos y cirugías estéticas invasivas con el fin de satisfacer esa expectativa social y con ello intentar aumentar su autoestima”.

Para poder batallar con la violencia estética, Pineda asegura que es importante verla como un problema multicausal, que debe atenderse desde distintos escenarios por parte de diferentes actores e instituciones. “La familia y la escuela juegan un papel primordial porque son los primeros agentes de socialización de niños y niñas, allí es posible. [Hay que] proporcionarles información para que internalicen que el juzgar la imagen de otras personas tienen consecuencias físicas, psicológicas y sociales”, explica.

La autora refuerza la importancia de ser claros con las y los menores, hacerles saber que es lo que pueden y no pueden decir sobre otras personas, además de enseñarles a reconocer la modificación de las imágenes que se proyectan en publicidades, redes sociales, cine y televisión.

Por otro lado, se apunta a los medios de comunicación y sus narrativas, como también el rol de espectadores: “[Debemos] presionar estos cambios al dejar de consumir estos contenidos que reproducen prejuicios, estereotipos y juicios sobre la imagen y apariencia corporal de las personas”.

“Hablar del tema en los espacios en los que hacemos vida (casa, escuela, universidad, comunidad, trabajo) sobre cómo nos estamos sintiendo con la imagen y corporalidad. Por lo general esta presión se vive en soledad; reconocer que es un malestar que experimenta la mayoría permite sacar el problema de la dimensión de lo personal y entenderla como consecuencia de las estructuras sociales y las formas en las que nos relacionamos”, concluye Esther.