Varios especialistas dicen que con los retornos a la democracia en nuestro continente, las sociedades anularon completamente la violencia. E incluso se convirtió en un tabú. Sin embargo en los últimos años hemos presenciado un recrudecimiento de los hechos violentos en diferentes espacios de nuestra vida social. “Esto se resuelve con una solución que es mucho más compleja que llamar a una nueva Constitución”, agrega tajante la académica de la Universidad Diego Portales, Lisa Zanotti. ¿Qué factores desataron la violencia? Para ella, la desigualdad estructural en términos materiales, pero también al impacto de las restricciones por la pandemia

La semana pasada una avalancha de personas saqueó un supermercado en Talagante. El domingo, una manifestación por el Día del Trabajador terminó con disparos y una periodista herida de bala en Barrio Meiggs. Ayer también se registró una balacera en las afueras del persa Biobío que dejó una persona muerta. 

Las cifras confirmarían un aumento explosivo de situaciones en torno a la violencia. Según datos del Centro de Estudios y Análisis del Delito la tenencia ilegal de armas pasó de 497 a 840 desde el 2011 al 2021. Y según Carabineros, en lo que va de 2022, se han incautado 1.008 armas de fuego, se han desbaratado 284 bandas de crimen organizado y 7.586 kilos de droga. 

Sólo la última semana (del 15 de abril al 1 de mayo) se incautaron 61 armas de fuego, 1.049 kilos de droga y se desarticularon ocho bandas delictuales.

La investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, Lisa Zanotti, tiene una interesante reflexión sobre el aumento de la violencia y dice que es por una razón estructural donde  “una parte de la población se siente excluida de la sociedad en general. Hay una desigualdad y una violencia -no física como la que se ve hoy- sino social que ha habido contra gran parte de la población que se siente apartada de los avances económicos que ha ido experimentando el país en los últimos 30 años y que no ha recibido los beneficios”, agrega la académica. 

Además, dice que la pandemia y las restricciones para contenerla han afectado fuertemente. “Me refiero a las medidas de cuarentena que de alguna manera han aislado mucho a las personas y han quitado todo lo que es el convivir cotidiano con los demás”, explica. 

¿Crees tal vez que la clase política -independiente del gobierno de turno- no ha sido capaz de canalizar el descontento?

“Ha habido una gran responsabilidad de la élite no solo a nivel político, también la económica, que por años no quisieron ver esta situación y la situación explotó de manera muy patente con el estallido social. Pero después ha seguido -no con manifestaciones de ese tamaño- con estos episodios que son diferentes a los de las protestas del estallido. Son episodios claramente de violencia, que de protesta no tienen nada. 

Entonces si hay una responsabilidad de la clase política. Primero que todo, en no querer ver por mucho tiempo esa situación, y segundo, en querer compensar y resolver esta situación con el proceso constituyente, que si bien puede ayudar, esto se resuelve con una solución que es mucho más compleja que llamar a una nueva Constitución. Una nueva Constitución no va a resolver los problemas para estas personas. Es un nuevo marco en el cual la élite y los ciudadanos van a tener que actuar, y otorgará derechos y deberes, pero acá la situación es mucho más de largo plazo y se tiene que resolver más a nivel de barrio, para reconstruir esta confianza entre personas que se fue perdiendo.

Escuche una entrevista que dio el Presidente Boric donde dice que la violencia no se tiene que normalizar y naturalizar. Yo creo que lamentablemente ya se ha naturalizado y normalizado. Estos hechos ya casi no sorprenden y eso es muy, muy grave”. 

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El día domingo, tras una manifestación por el Día del Trabajador, se registraron graves incidentes en el sector de Barrio Meiggs donde una periodista resultó herida de bala. Foto: Agencia Uno en Twitter (@agenciaunochile)

¿Existe evidencia comparada en el mundo de estrategias para “desnaturalizar” en algún sentido este fenómeno?

“No hay resultados que hayan sido aplicables y que hayan llevado a una solución completa del problema, pero como te decía, yo creo que esto no es llegar y endurecer las leyes. Cuando las leyes nadie las respeta, no sirve de nada, lamentablemente. Sirven cuando la sociedad las legitima y las respetan. Pero acá hay una gran desconfianza, y no hablo de este gobierno, hablo de la autoridad política y policial, en general. 

Se pueden endurecer leyes, se puede impulsar una nueva Constitución, pero eso no va a resolver los problemas del país. La sociedad perdió la confianza y eso es un problema de reconstruir el tejido social. Y esto se hace a nivel de integración, haciendo que todas las personas de todos los sectores sociales se sientan parte del proyecto país. En mi opinión esto se resuelve a nivel de proyectos chicos de barrio, no con leyes”. 

¿Tuvo que ver el estallido social con esta naturalización de la que hablas?

“El estallido en sí, no. Pero yo creo que ha sido el punto de quiebre en el sentido que todas estas desigualdades y violencia social que había sido invisibilizada por mucho tiempo, ahora sí están visibles para todos. De ahí que las personas salieron a protestar por reivindicaciones más que nada sociales: como mejores pensiones, salud o educación. Eso totalmente legítimo, pero lo que no es legítimo es que esto se ha transformado en una corriente de violencia. 

Todo está normalizado. Yo quisiera ver cuantas personas se sorprenden aún con las amenazas y riñas que cada semana pasan en los colegios, las peleas que se ven todos los días entre conductores en la Alameda. O sea, esto es de todos los días y son más chicas que lo que pasó por ejemplo en Meiggs la semana pasada, pero yo creo que va todo en el mismo sentido”. 

¿Cómo se justifica el efecto de la pandemia en todo esto?

“Ha pasado en menor o mayor medida en todos lados. Cuando después de meses de encierro y de no experimentar las cosas mínimas y básicas que hacíamos todos los días como ir a comprar pan, hablar con el vecino o juntarse con los amigos, es natural que haya una pérdida de costumbre de las modalidades de interacción básicas y cívicas entre las personas. Creo que eso ha contribuido a que las personas no sepan ya relacionarse como lo hacían antes, y eso ha problematizado más lo que ya venía de hace años. Sólo le ha dado más peso”.