Antes de ejercer como Directora Nacional de Medicina Tradicional Ancestral de su país, la doctora y activista boliviana emprendió un viaje al primer mundo que la hizo voltear la mirada hacia la cercanía y espontaneidad de su propio pueblo. Su lucha hoy es defender, reivindicar e integrar los conocimientos de las culturas originarias latinoamericanas. Saberes milenarios que son tan efectivos como los modernos, pero con la diferencia de que tienen una conexión directa con la Madre Tierra.

En 2007, un evento en particular marcó a la médico cirujano y activista boliviana, Vivian Camacho, quien hoy se desempeña como partera con saberes ancestrales de la cultura quechua y Directora Nacional de Medicina Tradicional Ancestral de su país, mientras que también fue parte de las expositoras que participaron en la reciente versión del Congreso Futuro, instancia que reunió voces de reconocimiento internacional en áreas como la tecnología, medio ambiente y el análisis de fenómenos socioculturales.

Aquel año ganó una beca de la Universidad Mayor de San Simón, ubicada en Cochabamba, para viajar a Bélgica a especializarse en medicina en un prestigioso centro de estudios, pero a pesar de que sabía que esta era una gran oportunidad para su carrera, una serie de sucesos la hicieron cuestionarse su visión sobre la academia.

En esta entrevista con POUSTA, la prestigiosa científica, narra que en el primer mundo la distancia física entre las personas permea en el tratamiento clínico.   “En Latinoamérica somos bastante cercanos y cariñosos, nos abrazamos, preguntamos y reímos, en cambio allá es más limitado”. Recuerda el caso de una adulta mayor que cayó de unas escaleras y que permaneció tirada en el piso de su casa por tres días y dos noches sin que nadie la atendiera, hasta que finalmente, una asistente médica que la visitaba una vez por semana la encontró en esa condición y la llevó a la consulta en donde ella atendía.

Aquello le impactó, no solo porque viene de una cultura originaria en donde las personas mayores son cuidadas en las comunidades y forman parte del consejo de sabios al que recurren para resolver problemas, sino que también, porque al tratarse de un país en donde tienen recursos y diferentes bonificaciones para ayudar a la ciudadanía, predomina una estructura en la que, en sus palabras, “pago a una enfermera y ya no cuido al abuelito o la abuelita que cuidó de mí cuando yo era pequeña y vulnerable, porque estoy haciendo otras cosas y produciendo”. 

Asimismo, la familia con la que se alojó, la cual describe como “querida”, le comentó que solo una semana antes de su llegada, las autoridades habían retirado el cuerpo de un vecino que se había suicidado en su residencia, una acción que el resto notó cuando se empezó a el olor de la descomposición, después de que ya había transcurrido un mes.

“Me pareció horroroso. Primero, porque en nuestros barrios hasta la vecina chismosa se fija en quién está y cómo, lo que en cierto sentido también es un forma de cuidado colectivo”, relata, “fue sumamente deshumanizante, en un extremo en qué me cuestioné a qué sociedad hemos llegado. Nos ofrecen desarrollo tecnológico, una idea impuesta del Norte hacia el Sur, pero que realmente no nos cuida como humanidad”. “Entonces, ahí empecé a hacer las reflexiones correspondientes”, agrega la expositora de Congreso Futuro 2022.

Y a eso se le sumó el hecho de que notara la facilidad con que los doctores belgas conseguían órganos como corazones e hígados para trasplantes médicos, mientras que  en varios países de la zona sur la gente “todavía moría de hambre, diarrea o de una tos que se complicó”. Vivian sintió intensamente que se trataba de “un tema de justicia social a nivel global” y que es necesario ver “a qué tipo de sistema y que clase de vida queremos tener y por qué”.

Por eso, cuando regresó a Bolivia, entró en un proceso introspectivo en el que se cuestionó diversos aspectos de su vida y su entorno. Según le dijeron sus colegas, en aquel momento vivió una crisis epistemológica, en la que se concentró en conocer cuáles habían sido los motivos que la llevaron a estudiar tanto y por tantos años, ya que, según comenta a POUSTA, desde pequeña le gustaba mucho aprender acerca de distintas materias.

“Me fui a trabajar como educadora a una comunidad rural, ahí entre las vaquillas y las casitas de barro en el campo, a restaurar mi corazón, a ver qué quería, qué iba a hacer. Y en medio de eso, justo nombran Doctor Honoris Causa a mi profesor de Bélgica acá en Bolivia, por lo que yo fui su traductora”, relata, “él sabía que a mí me interesaba el tema de los partos, porque ya con otro grupo de mujeres habíamos reflexionado sobre esto años antes, me preguntó si seguía con ese interés y yo le dije que sí, así que ahí me especialicé en Interculturalidad y Salud junto a la Corporación Belga y el Ministerio de Salud de Bolivia”.

Pero a pesar de que aquella especialización significó un logro académico importante, un factor despertó la atención de la doctora Camacho: ahí, se topó con un grupo de profesionales que a pesar de que hablaban de interculturalidad, se guiaban únicamente por las enseñanzas tradicionales de la medicina, por lo que dejaban de lado la la disciplina desde la mirada ancestral de los pueblos indígenas.

¿Qué le provocó ese escenario?

“Para mí fue recordar cómo mis abuelas me curaban de pequeña, ellas no estaban equivocadas y no eran conocimientos que debía deshacer, no tenía por qué desecharlos, sino que más bien gracias a ellos hemos vivido muchos de nosotros. Si preguntamos a nuestras comunidades, a nuestros papás, cuando éramos pequeños tener un médico cerca era solo un lujo de los adinerados, en cambio, siempre hemos tenido a nuestros abuelos y abuelas sabias que nos han cuidado desde los saberes ancestrales. A partir de ahí, la vida me hizo retornar al camino de la salud, pero desde esta otra mirada, retomando esos conocimientos y encontrándome con encontrándome con hermanos y hermanas de los colectivos”.

¿Cómo vivió ese periodo de aprender un método tradicional para después concentrarse específicamente en los que enseñan sus raíces y que ejercen las parteras indígenas?

“Desmedicalizando mi propio proceso de haber aprendido una medicina mono cultural, hegemónica, dominante capitalista, en la que realmente la deshumanización está muy crítica en el mundo. Fui aprendiendo con cariño y con respeto con el que las hermanas parteras tratan a las mujeres. Para mí fue un proceso lindísimo de reencuentro profundo con quién soy y de dónde yo vengo, además de plantear eso como una alternativa para la humanidad, para nosotras como mujeres que merecemos ser atendidas en nuestros partos desde lejos de la violencia obstétrica y la deshumanización. 

Nuestras hermanas tienen tanta sabiduría, es impresionante, estoy trabajando en eso en la tesis de mi maestría, en recuperar el espacio sagrado del parto, porque merecemos nacer con cariño y respeto, pero también una vida digna, porque la gente que nace querida realmente tiene ese sustento fuerte, potente desde adentro, para no darse por vencida ni dejarse someter”.

¿Podría profundizar más en este último punto?

“De hecho, distintos hermanos que reflexionan sobre el tema del sometimiento, nos dicen que la enfermedad y la tristeza son una herramienta terrible, por lo mismo, trabajamos nuestra alegría en la sangre como resistencia a las opresiones, como una transformación que se construye con la esperanza. Factores como el agua sana, el aire sano y el alimento sano, así como también la vivienda digna, el aprendizaje, el arte y el amor, construyen una salud integral. Cuidarnos colectivamente es un punto  importante que es parte de lo que venimos trabajando desde hace tiempo”.

En diversas oportunidades, ha mencionado que los partos desde la perspectiva indígena ancestral poseen un carácter muy personal según cada caso. Aun así, ¿existe algún protocolo base dentro de las comunidades?

“Se han intentado construir, pero realmente cada pueblo e identidad tiene su propia manera. Los de las alturas del frío buscan el calor de una manera, mientras que los de la selva caliente del Amazonía, tienen otra para conocer estos momentos. No podríamos hablar de una estandarización, pero sí de los cuidados prenatales, el parto y el post parto, que son integrales desde el saber, la flora y la fauna local”

¿Cuáles serían las diferencias médicas principales entre un parto tradicional y uno con saberes ancestrales?

“Es sorprendente y muy lindo el tema del calor. Las abuelas no tenían microscopios para saber que ahí se produce la oxitocina, en cambio ahora ya hay estudios que lo revelan, es por esto que las abrigan en el frío. Con ambientes calientes se van a parir al río tranquilamente, porque la oxitocina está fluyendo, en cambio en un hospital frío, en donde te desvisten y te sientes agredida, la oxitocina compite por los sitios de adrenalina, por lo que esta, la hormona del miedo y la de emergencia, las cuales nos sirven para ciertas situaciones, en el momento de parto se concentran en frenarlo para escapar del agresor, como hacemos naturalmente los mamíferos. En cambio, si promovemos oxitocina en un ambiente calentito, cariñoso y dulce, entonces hay oxitocina natural que va a cuidar y prevenir durante el parto, y que va a ayudar ante cualquier otro contratiempo que podría emerger”.

En términos perceptivos, ¿cómo describiría la relación entre las partes involucradas en un parto indígena?

El trato humano es algo muy importante que se reivindica en los pueblos, esa cercanía esa confianza, ese saber que te van a cuidar y ayudar a calmar los miedos. Además, en Los Andes para nosotros es una fiesta, cuando una criatura está por nacer, se va convocando a la comunidad para que vengan a celebrar que ha llegado alguien más que va a cuidar de todos nosotros. Es muy bello. Las ceremonias también varían según las regiones, pero tienen que ver con la cosmovisión propia de nacer en esta tierra y que nuestra primera partera es la Pachamama. Cuando nace la criatura, le presentas a
a su familia, pero no solamente a la familia monocultural conservadora que conocemos, sino que tu familia es el sol, la luna, las estrellas, las montañas, los lagos, ríos, animales y  plantas que están cerca de ti en el momento en que estás naciendo”.

¿Cómo afecta la naturaleza en este sentido?

“El hecho de que no estamos solos y abandonados en el mundo. La tristeza nos consume, aisla, desorganiza y hace que no podamos resistir, en cambio, si sabemos que en familia somos guiados y alimentados literalmente por la luz del sol, la luz de la luna que modifica nuestros ciclos hormonales y nuestros ciclos de vida, volvemos a recordar que tenemos esta fuerza que también acompaña nuestros pasos. Por lo mismo, los saberes ancestrales son una fuerza viva de los pueblos del día de hoy”.

En términos de diversidad, ¿cómo reciben los casos de las personas intersexuales que nacen en sus comunidades?

Este tema que tocas se ha hablado en muchos pueblos, no solo de intersex sino que también de distintas aristas de la sexualidad humana, como referencia tienes al pueblo Moche con sus grandes esculturas y su visión del erotismo. En otras partes del mundo, como en India o en Asia, los grabados tienen un carácter distinto, pero también eran parte de ceremonias sagradas. Más allá del binarismo que ha impuesto la homocultura dominante, en varios pueblos la gente que era intersex u otras denominaciones no solo era considerada como parte de la diversidad, sino que también eran considerada como gente sagrada, que trae otros dones y que te va a ayudar. Incluso hay recopilaciones de personas que tienen seis dedos en las manos u otro tipo de marcas corporales. Ahora les dicen ‘deformaciones’, pero en realidad eran como marcas sagradas para que traigas tu don a la comunidad”.

Un escenario muy distinto al que se vive en la mayoría de los países del mundo actualmente

“Ahora hay mucha diferencia. Se les discrimina, maltrata, se les deja en abandono social. Reflexionando con el tema del parto y el embarazo, las mujeres eran tratadas de manera sagrada, les daban el mejor alimento, cuidándolas, porque traen nuevas vidas al mundo. Lo mismo con personas que traen otros dones a la vida. Entonces, el tema del respeto y la diversidad humana, de pensamiento, la pluralidad, del saber, también nos conlleva directamente al respeto de la biodiversidad y al cuidado del entorno”.

En algunas partes de Latinoamérica y, particularmente en Chile, muchas personas se distancian de sus raíces indígenas, debido a que tienden a ver la ascendencia e influencia extranjera, generalmente europea, como un símbolo de estatus socioeconómico.

“Eso tiene que ver mucho con la geopolítica imperialista, el sometimiento que ha pasado por nuestro Sur en el plan Cóndor. El mismo sometimiento al pueblo mapuche, necesitamos hacer esas revisiones históricas, pero además, el tema de hablar de estos puntos, necesariamente nos lleva a reflexionar sobre la descolonización y a que hemos internalizado al opresor de una monocultura que promueve la supremacía blanca directamente. De hecho, están emergiendo cada vez más grupos fascistas en el mundo, incluso acá en el sur global. Estas ideas absurdas son solamente el desconocimiento profundo de la riqueza, la belleza, la sabiduría que todavía tenemos viva y presente en nuestros pueblos, por lo que tenemos que reencariñarnos con quienes somos, con lo que nos ha tocado vivir y con aquello que realmente nos ha cuidado cuando nadie más lo hacía”.

Desde su visión, ¿cómo se puede enfrentar este escenario?

“Necesitamos avanzar en la descolonización, que tiene que ver precisamente con tomar la fuerza de nuestras raíces, las que nos han hecho vivir y sobrevivir en los tiempos más duros. Literalmente, nos han sometido al exterminio, a la extirpación de idolatrías, han perseguido a nuestros abuelos y abuelas por ser quienes eran. Hasta la actualidad en muchos países del mundo todavía siguen matando a nuestros hermanos solo por ser indígenas, entonces por ahí va la reflexión. Es una larga tarea en el tiempo, pero sí podemos seguir pasando este hilo de vida de un corazón a otro, es así cómo hemos llegado hasta este momento en la historia y esperemos que las siguientes generaciones nazcan con ese cariño por ser quienes son, que se sientan orgullosas, felices y arraigadas si vienen de un sector indígena originario campesino, una raíz profunda que no es solo de un pueblo, sino que es de la humanidad.

Países como China, India y Bolivia reconocen la medicina ancestral de manera oficial por el Estado. Hace poco, la Convención Constitucional de Chile aprobó la idea de que el país sea considerado plurinacional.

Cada derecho que tenemos como pueblos originarios campesinos nadie nos los ha regalado, los hemos luchado, nos hemos organizado y es el resultado de un proceso de acumulación histórica de las luchas sociales. Ustedes dieron un ejemplo importante también en octubre de 2019, es eso, sacudirse el miedo, organizarse y defender lo que consideran justo, honesto y digno. También vieron cuando nos dieron el golpe fascista y racista a Bolivia, lo primero que hicieron fue eliminar toda instancia para pueblos indígenas, como el Viceministerio de Descolonización, el de Medicina Tradicional y el Ministerio de Culturas. Empezaron a  perseguirnos e insultarnos con que la Pachamama es del diablo, de repente volvimos cinco siglos atrás, por lo mismo recalcamos que nuestros derechos tienen que ser defendidos desde la organización popular y entre comunidades. Esa es la fortaleza de la lucha, seguir adelante, porque en cualquier momento nos pueden quitar nuestros derechos y hay que estar preparados para defenderlos”.