Votar en contra del candidato que menos quieres que salga es el último y verdadero poder de ir a votar.
Siempre se nos ha dicho que tenemos que votar por aquel candidato o candidata que más se acerque a lo que nosotros pensamos o que más se acerque a lo que cada uno quiere de Chile, pero seguramente has escuchado entre tu cercanos que “ni uno le convence”, porque “son todos iguales”, concluyendo que no irá a votar porque “le da lo mismo, si total tengo que trabajar igual (genius)”.
Lo más probable es que esta situación suceda cuando preguntas a alguien qué candidato le gusta, momento en que te responderán que ni uno, pero si intentas darle un giro a la pregunta hacia “¿qué candidato no quieres por nada del mundo que salga?” te aseguro que tendrán una respuesta clara. Teniendo claro quien les carga, me pregunto,
¿Por qué no van a votar igual?
Hace un tiempo estaba en una previa con unos conocidos en el departamento de un amigo. Después de la segunda piscola comenzamos a hablar de política y noté que ni un de los ahí presentes, eran cuatro, votaban. Yo era el único, es decir, que si fuéramos la total de los sus sufragios, simplemente yo decidiría quien es el próximo presidente de Chile. “Ah, pero si tú tampoco vas a votar, destruyes el sistema”, me dijo uno evocando esa infantil idea de que no votar es sinónimo de rebeldía. Le respondí que no, le dije que si yo tampoco iba a votar lo haría mi abuela y sus amigas que sí o sí votan. Les conté también que mi abuela y sus amigas son fanáticas de Pinochet.
¿Votar nulo o blanco?
“Voy a votar nulo para mostrar mi rechazo”… Viy i vitir nili piri mistrir mi richizi ¿En serio?
No sirve de nada, y tampoco sirve votar en blanco. Votar en blanco es igual a “filo” y votar nulo es igual a “los odio a todos”, pero concretamente no-sirve-de-nada. Si bien queda de manifiesto un cierto descontento, la verdad es que no es efectivo.
Supongamos que te carga Guillier, o te carga Piñera, o Sánchez, o el que sea.
Supongamos que aquel candidato que te carga tiene posibilidades de salir electo, tu abstención, tu voto blanco o tu voto nulo no sirve de nada pues no estás frenando su aumento de porcentaje. Solo estás diciendo que te carga alguien o que te carga la política pero no haces nada para evitar su elección.
El voto es secreto, no tienes por qué contar por quien votaste, ni siquiera tienes por qué contar que fuiste a votar. Si te carga Piñera y votas por Guillier para frenar su porcentaje, nadie tendría por qué decir que eres “guillerista”, por otra parte si te carga Guillier y votas por Sánchez o Piñera, nadie tendría por qué decirte “piñerista” o “frenteamplista”, o lo que sea.
El voto es secreto, el voto es útil.
Usa el voto de manera eficiente y no absteniéndote, votando nulo o en blanco.
Existe un mito que los votos blancos se suman al final a la mayoría, eso es falso. En resumen, el voto blanco o nulo solo sirve para analizar la política y decir: “oh, mira cuanta gente votó en blanco o nulo. Que descontento más grande”… pero saldrá alguien presidente o presidenta igual.
Por otra parte existen esos movimientos shuper rebeldes que llaman a no votar, lo cual es completamente golpista. O sea ¿Quieren más democracia sin siquiera participar en la que ya existe para, por último, hacer los cambios desde ahí?
Llamar a no votar “para mostrarle a los políticos el rechazo a la política”, es como la estrategia de los peces del dentista de Buscando a Nemo cuando quieren ir al mar ¿Y ahora qué? Es fácil proponer algo si después no hay plan posterior y ni siquiera se dimensionan los efectos eventuales que podrían provocar distintos actos. Llamar a no votar, es un mal plan (aparte de estúpidamente inútil porque porque incluso si todos nos pusieramos de acuerdo para no votar igual votarán los propios candidatos y sus familias. Es decir, alguien ganará igual).
Finalmente, tanta gente que murió peleando por recuperar ese derecho ¿para que ahora los hijos de la década de los 90 en adelante se den el gusto egoísta de no ir a votar? Claro, es fácil no ir a votar porque como nacieron con la democracia garantizada, filo. Flojos.
Caso peruano
En las últimas elecciones presidenciales celebradas en Perú en 2016, se pudo ver el efecto del voto de rechazo. La favorita en las encuestas, la ex primera dama e hija de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori, obtuvo en primera vuelta un poco más de 6 millones de votos equivalentes al 39,86% de las preferencias. Por su parte el ex ministro de Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quedó en segundo lugar con el 21,05% de las preferencias equivalentes a un poco más de 3 millones de votos. Finalmente PPK ganó la segunda vuelta con el 50,12% de los votos, fueron solo 41.057 votos de diferencia con Fujimori.
El triunfo de PPK, en parte, fue gatillado por el profundo rechazo de la sociedad peruana al fujimorismo producto de las violaciones a los derechos humanos que cometió el padre de Keiko mientras fue presidente en los años noventa.
Tanto PPK como Fujimori son considerados candidatos de derecha, una derecha tradicional y otra populista, pero aún así la tercera candidatura con más votos en primera vuelta (18,74%) llamó a no votar por Fujimori.
¿De quién vino ese llamado? De Verónika Mendoza, la candidata presidencial por el Frente Amplio peruano, una coalición política de izquierda que concentra a socialistas, comunistas y progresistas. Si ese grupo de personas no hubiera ido a votar, lo más probable es que Fujimori ganaba, pero estaban claros que si el fin era evitar que el fujimorismo retomara el poder en Perú, la única vía que les quedaba era votando por PPK.
Caso francés
Francia ha vivido dos situaciones similares, tan similares que en ambas participan las mismas familias. En las elecciones presidenciales de 2002, el presidente de aquel entonces Jacques Chirac (de derecha) iba por su reelección y pasó a segunda vuelta junto a Jean-Marie Le Pen, candidato del Frente Nacional, un partido de ultra derecha. Es decir, en esa elección quedaba fuera, por ejemplo, el partido socialista francés.
El miedo que provocaba un eventual triunfo de Le Pen en las elecciones presidenciales llevó a que todos los partidos, hasta los opositores a Chirac, votaran por Chirac quien ganó las elecciones con un aplastante 82,21% de las preferencias, incluso en esa segunda vuelta votó más gente que en la primera.
Caso similar se vivió a comienzos de este año con el triunfo de Emmanuel Macron. Por primera vez en la historia de Francia las principales fuerzas políticas no pasaban a segunda vuelta, de esta manera quedaban fuera tanto el partido socialista francés como los republicanos. El balotaje se disputaría entre Macron y la candidata de extrema derecha Marine Le Pen, hija de quien perdiera contra Chirac en 2002.
Finalmente Emmanuel Macron se convirtió en Presidente de Francia con el 66,1% de los votos gracias al llamado a votar contra Le Pen de los republicanos como de los socialistas.
Más claro echarle agua o no.