A veces las buenas intenciones no son suficientes: la mayoría del plástico que creemos estar reciclando termina apilado con otros materiales. Porque tal vez no lo sabías; pero no todo el plástico es reciclable. Y en lugar de darle una segunda vida a un recipiente, por ejemplo, y contribuir con el planeta, sólo terminas empeorando las cosas. Por eso, es hora de hablar de economía circular.
En pocas palabras, el término anglo wish-cycling se resumiría en cuando piensas que un empaque puede reciclarse, sin embargo en vez de volver a su vida útil, termina en la basura de igual manera. Así lo explica Brian Bauer, economista y académico de Harvard, parte del equipo de Algramo. Según cifras de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, un 91% del plástico usado no se recicla y termina apilado en montañas de basura.
Existen pocas instancias cívicas donde se nos enseñe a reciclar y es natural que muchas veces, si vas a reciclar, te enfrentas a distintos contenedores y no sabes qué hacer. O que incluso pienses que todos los plásticos se reciclan, pero no. Es ahí cuando la buena voluntad, puede quedar sólo en eso: lindas intenciones.
Y este gesto verde puede terminar dañando más al planeta y contaminando el medio ambiente de la misma forma que la basura regular. Esta es justamente una de las causas de problemas a mayor escala: los puntos limpios se contaminan y las maquinarias que se usan para estos procesos pueden dañarse, no sólo gastando tiempo, dinero y energía, sino que alterando completamente los programas de reciclaje.
Según el Informe Nacional del Medio Ambiente 2020, se generaron 8.177.448 toneladas de residuos domiciliarios o municipales en 2018. Y si tienes en cuenta que la población proyectada es de 18.751.405 habitantes y que cada persona contribuye con 1,19 kilos de estos desechos al día, solo el 1% del total de estos residuos es reciclado, mientras que el resto no se salva y es eliminado.
Pero afortunadamente aquí es donde aparece la economía circular como una opción sustentable y potente para evitar este tipo de desperdicios. Porque el problema no es el material, sino la manera en la que lo utilizamos.
“La idea es que uses algo por el mayor tiempo posible, por mucho tiempo, y en el último minuto, y cuando es necesario, se recicle”, nos explicó el economista integrante de la start up chilena líder en el tema del consumo a granel y en generar conciencia entorno a la economía circular, Algramo.
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El escenario ideal es -como se dice en buen chileno- sacarle el jugo a un material antes de que termine en las pilas de reciclaje. Esto se vuelve muy relevante al considerar cifras como que para crear un kilo de plástico (un envase de detergente convencional) se utilizan aproximadamente 30 litros de agua. Por eso, al extender su vida útil, estaríamos ahorrando una cantidad considerable de agua y ayudando al planeta en un momento crítico de sequía.
Además, un estudio de la Asociación Gremial de Industriales del Plástico (Asipla) reveló cifras alarmantes sobre la gestión del plástico en Chile. Según el informe, de las 990 mil toneladas del material consumido en Chile anualmente, solo se reciclan 83.679; lo que equivale al 8,5%. Y esto no se resume sólo a envases, sino a bolsas y diversos objetos de uso cotidiano.
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