Gracias a las cámaras de celulares nos estamos haciendo una idea bastante clara de quienes son.

por Luis Tabilo Castillo

Cuando tenía 18 años y era un pendejo imbécil que poco cachaba sobre el funcionar del mundo y las relaciones sociales, una patrulla de Carabineros me sorprendió tomando una promo de ron barato con bebida cola sin hielo en una plaza de Concepción junto a tres amigos.

Justo cuando estábamos sirviendo el primer copete, una luz nos impactó en la cara y desde no tan lejos, una voz adulta y altanera preguntó qué estábamos bebiendo y qué hacíamos allí. Yo, en evidente estado de ebriedad, y con el único fin de extender el carrete por lo que quedaba de madrugada, respondí de tú a tú que era hijo del suboficial Tabilo y que por eso estaba tomando.

El paco, sorprendido –quiero creer- por mi “corajuda” respuesta, dejó de alumbrar a mis amigos y se enfocó en mí, un mocoso con corte pokemon en la época de los pokemones, que curado no sólo ignoraba su pregunta, sino que además se las estaba dando de “poderoso” por el solo hecho de tener un papá milico.

Mi respuesta le hizo gracia al oficial de Carabineros. Se acercó, tomó mi vaso y antes de lanzar el preciado líquido de 40° de alcohol al suelo (y que nos había costado menos de 2 lucas), preguntó: ¿Quién chucha es el suboficial Tabilo y qué tiene que ver eso con estar tomando en la calle?

Mi vergüenza y derrota fue inmediata. Al tiempo asumí que estar sacando apellidos o cargos para salvarme el culo era una idea horrenda.

Además, y no menos importante, no podía hacer eso porque simplemente no era cuico. Hay gente que jamás aprende eso.

Cuando le conté a mi papá, varios años después, me dijo que era un estúpido.

https://www.facebook.com/tvn.cl/videos/2358450211107728/

Por eso, cuando me llegó el video del abogado Cristian Rosselot -quién dice ser uno de los mejores 50 de Chile- roteando a medio mundo por no pagar, al parecer, un helado, me recordé en la adolescencia con el triste y patético momento que les conté.

Esa mezcla de arrogancia e ignorancia, sin embargo, se mantiene en gran parte de ese submundo chileno ABC1 que acostumbra a pasar sobre encima de quién quiera, ya que poseen las habilidades, contactos y triquiñuelas para hacerlo.

Por fortuna las redes sociales hoy nos muestran sus verdaderas caretas y hacen aunque sea un poquito de “justicia”, aunque sea por medio de una funa.

La respuesta del abogado al bullying recibido en redes sociales es sólo digno de un abogado cuico, por cierto. Dijo ser víctima de un montaje y que reaccionó así porque estaba recién operado de la cadera. Incluso, el muy cretino, afirmó que todo el personal lo saludaba de beso al llegar a las cajas y en su cuenta de Facebook manifestó que no se escondería ni pediría disculpas a una manga de resentidos.

“He sido víctima de las jaurías que se forman en las redes sociales”, lamentó. No me sorprendería que luego aparezca junto a KKKast resaltando los valores republicanos.

Así son ellos.

Al parecer los años de formación académica no sirvieron de mucho para este personaje ya que tras viralizarse su patético show en Pirque, apareció un nuevo video dando espeso jugo en un restaurant porque no lo dejaban entrar luego del horario de cierre. Él, en su papel de víctima, y nuevamente de modo agresivo, gritaba que había salido de un coma de 40 días. “Tengo todo cocido, soy de fierro acá –apuntando las caderas- me la hicieron de nuevo. Abusador de mierda, ¡por poco me quedo inválido y me muero! Te voy a enseñar, huevon”, vocifera exaltado.

https://twitter.com/daph_charmaine/status/1095462891405406208

Lamentablemente este verano los abogados están siendo tendencia no precisamente por ser justicieros social, como los que obviamente hay y muchos.

¿Qué hace que estos tipos saquen sus títulos fuera de los tribunales de justicia? ¿Qué hace que estos sujetos, provenientes de familias acomodadas y privilegiadas, sientan tanta prepotencia por el resto? ¿Qué se creen?

¿Son, acaso, la versión criolla de Los Intocables? ¿Están, efectivamente, los abogados ABC1 sobre la ley?

De momento, prefiero rodearme de personas sin título universitario pero que poseen corazón, respeto y educación, eso que no se logra pagar con cheques o tarjetas de crédito, sino que con humildad y cultura.

O imaginar un mundo sin abogados, al menos sin esa clase de abogados.