La guerra contra las drogas lleva 100 años y su figura más importante es Harry Anslinger, quien le dio el nombre genérico de marihuana a la cannabis para denotar una connotación racista.

A finales del año pasado entrevistamos a Johann Hari, periodista inglés que ha dedicado su carrera a investigar sobre los efectos de las drogas en la sociedad y como la guerra contra esta, impuesta por EE.UU. hace 100 años, tiene un trasfondo político y hasta racista.

El creador de esta guerra, según palabras de Hari, es Harry Anslinger, quien fue puesto a la cabeza del Departamento de prevención de Drogas, que daría origen a la moderna D.E.A, responsable de capturar a Pablo Escobar según aprendimos en Narcos, y sus intenciones eran netamente personales y ambiciosas.

Como el departamento que dirigía era pequeño, necesitaba mantenerlo con vida expandiendo el pánico entre la población con estudios falsos acerca de nuevas drogas. Suena un poco como lo que pasa hoy, que estamos viviendo en la era de la posverdad, ¿o no?. Conste que el uso de la heroína y la cocaína estaba reservado para una pequeña minoría de usuarios y no presentaba una preocupación a gran escala como es ahora.

La primera estrategia fue convencer a la prensa durante la década de 1920 con historias poco creíbles de jóvenes que se volvían locos y asesinaban a su familia bajo la influencia de un porro. Si bien la comunidad médica siempre desestimó que el uso de cannabis provocase demencia o comportamiento errático, el pánico colectivo que generaron los programas de radio y periódicos dio tan buenos resultados que hasta el día de hoy nos tenemos que aguantar las campañas preventivas del gobierno, que, seamos honestos, dan vergüenza ajena.

La segunda modalidad en su estrategia fue buscar a un culpable que saliera de los cánones del americano-caucásico-heterosexual-cristiano en una época de desesperación por la crisis económica de 1929. Culpar a los inmigrantes de algún mal que aqueja a la población, como el desempleo, inseguridad, etcétera, fue su estrategia y esta oportunidad no fue la excepción.

Anslinger afirmó, mediante estudios de dudosa procedencia, que los principales usuarios de cannabis eran afroamericanos y latinos, llegando a decir que “los efectos de esta droga potenciaban las relaciones entre diferentes razas y los pensamientos erráticos de que todos somos iguales”.

Incluso fue mucho más lejos, promulgando el nombre marihuana para darle una connotación hispana y, así, impuso el término que usamos hasta el día de hoy, sin saber su connotación verdadera. “Me gustaría que el mundo conociera lo que un cigarro de marihuana provoca en nuestra corrompida y degenerada comunidad hispanohablante”, afirmó Anslinger en una entrevista para la BBC.

Lamentablemente,  logró salirse con la suya y por su culpa se prohibió la marihuana en todo territorio americano en 1937. Décadas después, los legisladores comenzaron a usar el sentido común y permitieron su consumo recreacional y farmacéutico en algunos estados de Estados Unidos, como también en otros países del globo, creando una lucha por el derecho a fumar yerba que se expresa en un día como hoy con la marcha del 420 para cultivar los derechos sin miedo, inclusive en Chile, un país que aún el cultivo y el porte de cannabis es penado por la ley.