Porque el capitalismo tardío (late capitalism) actúa como una serpiente comiéndose su cola, no queda otra que dormir un rato para empezar la revolución.
No lo decimos nosotros, de flojos, ni por dormilones. Lo dice la Asociación Mundial de Medicina del Sueño (WASM): “Los problemas de sueño constituyen una epidemia global que amenaza la salud y la calidad de vida de más del 45% de la población mundial”.
Una necesidad elemental
Suena lógico, como un lugar común, pero con el ajetreo diario y la estrujante rutina se pasa por alto que dormir bien (cantidad + calidad) es uno de los tres pilares fundamentales ( + comer bien y alimentarse ídem) para mantenerse cuerdo, sano y feliz.
Por el contrario, la falta de sueño tiene impactos altamente perjudiciales para la salud física (desde diabetes hasta enfermedades cardiovasculares) y mental (depresión, falta de concentración).
Sin embargo, el discurso imperante, aboga por dormir cada vez menos. Por ser “más productivo”. A borrar la diferencia entre el día y la noche y estar online y operativo 24/7. Te incentiva a despertarte más temprano para tener un rendimiento tipo “rey del mundo” (cosa que en un momento nuestro Max se creyó y se volvió insoportable).
Por supuesto nadie acá está negando el hecho de que levantarse temprano puede ser beneficioso para tener un buen día.
No es ese el punto.
Aunque nadie en su sano juicio puede creer que levantarse a trabajar a las 4 de la mañana pueda ser recomendable. O sostenible.
Pero vamos al punto.
Acá hay dos cosas. Porque si te sientes agobiado, mareado de sueño, con el cerebro quemado, fundido por el burnout (síndrome de desgaste profesional) no es que tú estés mal ni menos que necesites ir al psiquiatra a que te de pastillas para estar más activado.
Porque ese es otro tentáculo del discurso imperante. El discurso de la enfermedad. Ese que te aliena y te hace sentir que lo que te sucede es algo subjetivo y no objetivo.
Que es algo personal y no social.
“Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal (…) En el régimen neoliberal de la auto-explotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta auto-agresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”, escribe el filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han en su libro Psicopolítica, del cual hablamos el año pasado cuando nos preguntamos por qué diablos tanta gente se suicida en el Costanera Center.
Capitalismo tardío en tu cama
Es bien probable que en alguna fiesta hayas escuchado a algún militante del FA o estudiante de ciencias políticas referirse a algo como “muy capitalismo tardío” y hayas quedado con cara circunstancia.
Pero tranqui. De esto se trata, aunque su uso original es vía un economista alemán llamado Werner Sombart y su amigo marxista Ernest Mandel, quienes viralizaron el concepto refiriéndose a la economía de post-segunda-guerra-mundial hasta principios de los 70, con el surgimiento de corporaciones multinacionales, medios de comunicación masivos, y una economía global.
Esto incluyó una manera bien poco gentil de introducir el capitalismo en países “en vías de desarrollo”, privatizando por ejemplo servicios básicos estatales e incluso derechos. Ejemplos: agua y educación. ¿Te suena familiar, amig@ chilen@?
Hoy en día, sin embargo, su uso más trendy tiene que ver con la ferocidad y lo absurdo de la economía actual que parece estar devorándolo todo. Como por ejemplo, tiendas de retail vendiendo poleras de Los Ramones, punkis comiendo Mc Donalds en un mall (lo vi ayer), Kendall Jenner en una marcha ofreciéndole Pepsi a un policía, influencers recomendándote pasar por tierra una polera vieja de Iron Maiden para ir a Lollapalooza.
Tiene que ver con el neoliberalismo metiéndose en todo. Absorbiendo todo. Hasta la contracultura. Arrastrándose dentro de tu cama. Desde vendiéndote todo tipo de productos para que tengas “mejor sexo” hasta ofreciéndote cosas (pastillas, rutinas, métodos) para “dormir menos y ser más productivo”, como te decíamos al principio.
En esto último queremos enfocarnos. En eso que el citado arriba también Byung-Chul Han habla bastante en extenso en otro de sus libros, “La Sociedad del Cansancio”.
Es una explicación bastante lógica de por qué hay tanta gente sufriendo de burnout.
El académico y escritor experto en anti-psiquiatría, Carlos Pérez, nos los explicó también hace poco. Una de las victorias de la industria farmacéutica, del discurso de la enfermedad, es hacerte creer que tu agobio es solo tuyo. Que está en tu mente. Que hay algo EN TI que no te permite funcionar “adecuadamente”, “funcionalmente” en la sociedad.
Y puta. No es necesariamente así. Es un problema social.
No es la idea ponerse conspiranoico, pero la evidencia está ahí mismo. La sociedad del hiper-consumo te quiere despierto el mayor tiempo posible. Quiere “entretenerte”, proveerte de opciones para que estés online 24/7. En USA los negocios tipo Ok Market están abiertos las 24 horas. Acá hay gimnasios que están abiertos toda la noche también.
Cada hora que “pierdes” durmiendo, te “pierdes” un montón de interesantes y sarcásticos Tweets, los sitios de noticias no paran en toda la noche. Siempre hay una experiencia a la que estás faltando si te quedas en la cama.
Reed Hastings, CEO de Netflix ha dicho abiertamente que su principal competidor no es ni Amazon ni HBO: es el sueño. Netflix no quiere que duermas.
El último grito de la moda en cuanto a farmacéutica son los nootrópicos, pastillas tipo Mentix que te ayudan a dormir menos y trabajar más.
Dormir no es un crimen
“Nuestro actual sistema económico mundial de mercados 24/7 y de producción y consumo incesante es fundamentalmente incompatible con la pausa de inactividad del sueño humano”, dice Jonathan Craryes, escritor y profesor de Historia de Arte Moderno en la Universidad de Columbia de Nueva York en su libro 24/7: El capitalismo tardío y el fin del sueño.
En su idioma original es late capitalism, y si me permiten la libre interpretación, creo que es más adecuado el término trasnochado que tardío. La tesis que plantea el libro es que la necesidad de crecimiento continuo del sistema ha encontrado en el sueño una competencia y un territorio por conquistar.
El sistema no duerme, y quiere que tu tampoco lo hagas.
“En su profunda inutilidad, su absoluta pasividad y su inmensa pérdida de tiempo de producción y consumo, el sueño entrará siempre en colisión con las exigencias de un universo 24/7. La gran parte de nuestras vidas que pasamos dormidos, liberados de tener que satisfacer mecánicamente la proliferación de falsas necesidades, es uno de los grandes desafíos humanos a la voracidad del capitalismo contemporáneo”, escribe Crary.
Y claro, mientras duermes, no puedes comprar, no puedes serle útil a tu jefe, no sirves de nada en otras palabras. Y al mismo tiempo, al querer quitarte el sueño, el sistema comienza a actuar como una serpiente comiéndose la cola porque un trabajador que no duerme, o que duerme mal, es un trabajador que eventualmente va colapsar y dejar de ser útil, o creativo, o siquiera funcional.
Aún así, la serpiente tiene hambre.
https://www.facebook.com/HumansOfLateCapitalism/photos/a.1747429342240583.1073741829.1687667821550069/1937877506529098/
“La mayoría de los motores básicos de la vida humana —el hambre, la sed, el deseo sexual, y, desde hace poco, la necesidad de amistad— han sido transformados artificialmente en formas mercantilizadas o financializadas. Sin embargo, la gran excepción es el sueño”.
Explica Crary que en sus investigaciones se encontró con este dato, el ejercito de Estados Unidos está de cabeza investigando cómo diablos el gorrión de corona blanca puede, mientras migra, permanecer volando y sin dormir durante más de diez días. La idea, comenta, es que los soldados puedan hacer lo mismo. La reflexión de Crary, bastante lógica por lo demás, es: “La historia ha demostrado que las innovaciones de la ciencia relacionada con la guerra, finalmente siempre son asimiladas por otras esféras de la sociedad, por lo que el soldado insomne, podría ser la versión beta del trabajador insomne o el consumidor insomne“.
Escalofriante.
“La mayoría de los motores básicos de la vida humana —el hambre, la sed, el deseo sexual, y, desde hace poco, la necesidad de amistad— han sido transformados artificialmente en formas mercantilizadas o financializadas. Sin embargo, la gran excepción es el sueño. El sueño, en cambio, representa esa parte de las necesidades humanas y de los intervalos de tiempo que no pueden ser colonizados o conectados a una enorme máquina de obtener rentabilidad. Lo extraordinario del sueño en esta era es que de él no se puede extraer absolutamente ningún valor monetario”, dice Jonathan Crary.
Por eso, el acto, el no-acto de dormir, es uno rotundamente revolucionario. Eso, hasta que encuentren una forma de meternos publicidad como la de YouTube o Spotify, dentro de los sueños. A lo Black Mirror.
Ah ya.