Y Google Drive podría hacer las veces de lo que actualmente es la memoria colectiva.
Imagina que fuiste a tu concierto favorito esta semana. Fue una de las mejores experiencias de tu vida. Esto es, una combinación coordinada de percepciones visuales, auditivas, cognitivas, entre otras, que deja rastros en el sistema nervioso, es decir esta experiencia queda guardada neuronalmente en algún lugar de tu cerebro, por explicarlo de alguna manera.
Luego, te acuerdas de esta experiencia reactivando rastros sinápticos, y por medio de imágenes te auto-representas mentalmente en la experiencia. Esto es el recuerdo.
La memoria, por otra parte, según explica el biólogo, escritor y activista de la disidencia sexual, Doctor en Bioquímica de la Universidad de Chile, Jorge Díaz, es otra cosa. Se va estructurando, como por ejemplo, a partir de los testimonios, sobre todo en América Latina, que nacieron luego de las dictaduras. Estos testimonios del recuerdo, de la violencia y del pasado.
“Lo que nos dicen los estudios de la memoria sobre esto es que el recuerdo es una idea de algo que ya fue y que queda plasmada de una manera rígida. La memoria es una malla, un diseño topológico, un diseño de formas que siempre puede ser re-articulada, re-estudiada, puede ser nuevamente escrita, dicha, puede tener omisiones y nuevas interpretaciones”.
La memoria siempre se deja interpretar por un presente que está alerta y expectante.
Al poder ser re-actualizada, re-escrita, contada de maneras distintas, se pueden utilizar las condiciones de la ficción, que a diferencia del recuerdo es “algo dicho, hecho, oleado y sacramentado, tiene una categoría de registro, de archivo, de algo que ya existe”, continúa Díaz. La memoria permite dar saltos temporales sobre latencias, momentos en los que hay que rellenar esta memoria con conocimientos de la televisión, del cine, de la cultura popular.
La memoria puede ser actualizada desde el presente, es una malla abierta que siempre puede ser rellenada desde el presente con nuevos relatos, historias y estéticas. El recuerdo es una idea del pasado concluído que es inmóvil y estático.
En 1992 Rigoberta Menchú fue galardonada con el premio Nobel de la Paz, sin embargo el antropólogo David Stoll publicó un libro en el que cuestiona la exactitud de los datos que hicieron de la guatemalteca merecedora de la distinción.
Según el autor, Menchú se atribuía lugares biográficos que no le pertenecían. Ella habla, efectivamente, de situaciones que por historia, tiempo y geografía no pudo vivir.
Rigoberta Menchú incorporó lugares en los que verificable e históricamente no pudo estar presente. Las incorporó dentro de sus memorias. Produjo un problema porque se pensó que mentía, pero a diferencia del recuerdo -que está asociado al archivo que tiene que ser verificable- la memoria puede ser re-actualizada “y es importante pensarla como un lugar donde se puede incluir la memoria visual, cultural, artística, sexual… a diferencia del recuerdo que es un pasado ya concluído”.
La filosofía y la historia “forman el recuerdo y el calvario del espíritu absoluto, la realidad, la verdad y la certeza de su trono, sin el cual el espíritu absoluto sería la soledad sin vida”, escribía Georg Hegel.
El recuerdo, también, es la resucitación de un evento vivido y la función de la memoria sería precisamente reproducir ese pasado.
“El yo pasado, lo que ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos —esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón—. Dante diría per il lago del cor” José Ortega y Gasset: El espectador, II, “Azorín: primores de lo vulgar”.
El tamaño de la cabeza no dice sobre la capacidad de almacenar recuerdos, memorias o información. Los chips y demás dispositivos de almacenamiento han ido disminuyendo progresivamente el espacio físico y han aumentado los GB para guardar información en múltiples formatos.
Desde los años 40 la necesidad de retratar para inmortalizar en video y fotografía la estructura social ha ido incrementando. Mantener archivo de la vida, de manera persistente, como un recuerdo al que se puede volver constantemente plantea la pregunta: ¿Son necesarios los recuerdos si podemos acceder virtualmente a ellos?.
“Fotografías y películas nos ayudan a recordar el pasado o a eliminarnos de él”, dice la cineasta Martha Gregory.
En su trabajo Three Red Sweaters, Gregory explora a través de cintas grabadas por su abuelo en los años 40 y 50 la figura de la sociedad contemporánea y se pregunta ¿Qué pasa con nuestros recuerdos cuando documentamos toda nuestra vida?
El cerebro humano cuenta con miles de millones de neuronas que trabajan en sinapsis interconectadas, lo que da como resultado que existen billones de conexiones. Hoy no hay ninguna computadora que sea capaz de manejar los mismos datos, decía Tomasz Kobialka, artista, científico y pensador que está participando en el proyecto OpenWorm para buscar replicar un cerebro de gusano en una computadora.
Díaz explica que el cerebro tiene una capacidad de plasticidad, según los últimos estudios de neurociencia contemporánea. Esto quiere decir que en cada transformación que ocurre dentro del cuerpo, particularmente desde el cerebro, en cada uno de estos recuerdos que se van teniendo y sobre las ideas del pasado que van cambiando, se mantiene un registro de la historia de esta transformación.
“Cada vez que va cambiando una historia respecto a otra, queda un registro de esa transformación. No es elástico. Es plástico: cada vez que cambia su forma siempre queda una historia de su transformación. En nuestras memorias hay registro de la transformación”.
Johan Mijail, escritor y artista, plantea que “Google Drive es una inseguridad semántica donde podrías existir, como un documento corpo-político que te conecte con la memoria de otras desde un ejercicio protésico”.
Que los recuerdos y la memoria existan en Internet, en algún drive o en toda la nube es una metodología de vida. “Mi Google Drive somos todas las amigas que estamos cambiando y renunciando de un sistema capitalista que no deja la posibilidad de un afuera. Opera como una tecno-casa, un tecno-territorio, una metáfora que no es del todo mía: la metáfora del pueblo que falta o el pueblo sin patria que somos”, continúa.
El recuerdo puede existir en la red, se puede mezclar con otros recuerdos y existir como un océano de posibilidades tecno-territoriales desde donde el lugar no existe como un concreto, sino que como un híbrido que hace cada vez menos necesario encontrar los recuerdos, ahora sólo debes buscarlos y memorizar sólo un tag para que el cliché de “a un click de distancia” se materialice.
¿Son necesarios los recuerdos entonces? El hibridismo de lo análogo y lo virtual ponen en manifiesto que cada vez menos. Podemos clonar cerebros de gusanos, pronto los humanos. Guardar en discos duros las conciencias de las personas y replicar en códigos los aromas, las sensaciones y emociones de cada experiencia. Podemos grabar toda nuestra vida, como ya lo hacemos, y buscarla en Google Drive por escena.