“No soy virgen, he tenido relaciones sexuales, pero me aterran, me dan vergüenza, una vez preferí mentir y decir que me sentía mal para no terminar en la cama con mi polola, cada vez me voy quedando sin excusas”, nos contó un aproblemado joven.
Gabriel es un chico heterosexual que no puede tener relaciones sexuales. No por la biología, la física o la química. Se ha enamorado, ha sentido el impulso, pero cuando el momento de materializar el impulso llega se frena, siente vergüenza, las corrientes de su vida lo detienen.
La intimidad es una capacidad que tiene el ser humano de poder conectarse a un nivel profundo con otro, en el sentido emocional y de alguna forma poder tolerar la vulnerabilidad que resulta de tener un sujeto significativo al lado, que además podría manejar información y contenidos psíquicos que son más dolorosos en las personas.
¿Por qué habrían personas con miedos a intimar o tener relaciones sexuales?
“Cuando las personas vienen de una cultura conservadora o de una familia de valores tradicionales, donde desde pequeños crecen con el mensaje ‘tener sexo es malo’, donde no hablan de sexo, gente que usa sobrenombres para todo, reprimido de la comunicación de la familia, abuso, violación” es más común encontrar el factor miedo a la hora de tener relaciones sexuales, según explica la sexóloga Michelle Pollmann.
Para Gabriel poder experimentar estas situaciones se han transformado en un problema con cada pareja que ha tenido. La historia no es diferente a la otras personas con estos backgrounds sexuales. La mayoría de las personas que tienen o presentan algún tipo de problema para intimar o tener relaciones sexuales tienen apegos que los trasladan a un lugar inseguro, o relaciones con madres o cuidadoras/es absorbentes, por lo mismo les es complicado diferenciar entre un afecto del placer físico o incluso las conexiones emocionales más profundas.
“Cuando los padres son demasiado sobreprotectores o las personas se encuentran demasiado cercanas a figuras de autoridad se anulan estos impulsos sexuales por el miedo al castigo y por el miedo a repetir ciertas experiencias pasadas donde muchas veces no se conocen esos límites en la intimidad. Estos límites se ven vulnerados en las relaciones madre-padre-hijos”
Magdalena Fabbri, psicóloga.
Una de las maneras de manifestar esto es la vergüenza, pero también puede ser el estrés o la angustia. “En general las personas encuentran estos contenidos detrás de lo que sería el manifiesto, que podría ser la vergüenza. Estos contenidos vienen con material relacionado con las exigencias de la vida cotidiana, y están vinculadas a los mandatos prohibitivos de los papás”, continúa.
Constantemente se intenta centrar esta energía libidinal en otros elementos y no necesariamente en las relaciones sexuales o de pareja.
Gabriel dice en conversación con POUSTA que tuvo una infancia tormentosa, con una familia tóxica y que el apego obligatorio que tuvo que vivir con sus padres aprensivos lo ha transformado en un humano con miedos, inseguridades y vergüenza en la cama.
Cada persona es un mundo. Dentro de estas problemáticas podrían haber distintos contenidos, que pueden ser tanto temprano como primeras experiencias, relacionadas con abuso o, de hecho, no necesariamente pudo ser abuso, sino que pueden ser interpretaciones de ciertas relaciones como abusivas.
Una solución podría ser encontrar una terapia en la que se puedan identificar elementos que vayan interfiriendo en la capacidad de poder concentrar la energía sexual en las relaciones.
“Es un terror, una fobia. Todo el mundo tiene curiosidad sobre perder la virginidad y existe el factor del miedo, pero eso no te paraliza. Las experiencias de vida generan el miedo a tener sexo. Desde Freud, que movió todo sobre la sexualidad infantil, quien dice que existe placer sexual que no está asociado a lo erótico, pero sí al placer”, continúa Pollmann.
Este miedo se va trabajando en actividades que no necesariamente van a llevar al sexo, pero sí direccionando y mejorando los vínculos hacia el deseo. “Se deben buscar espacios donde no solamente se centren en el coito, sino que en las corporalidades y placeres de las otras personas, para que no sea un acto invasivo pero sí íntimo”.
No ha podido conversar esto con ninguna de sus parejas. Gabriel sabe que debe enfrentar este dilema de alguna manera, pero no se siente seguro, cree que las chicas con las que sale no lo entenderán, sobre todo porque él tampoco ha ido a terapia, sólo existe un miedo que a partir de esta entrevista ha ido identificando de a poco.
“Hay gente que no tiene identificado este miedo. Si lo tienen, lo mejor es tratarlo en la terapia. Si es una pareja de confianza uno puede hablar las cosas, para mejorar la relación”, explica la sexóloga.
Dentro de la comunicación dentro de la pareja debe existir la posibilidad de abrirse de manera efectiva a través de las emociones y pensamientos, ya que “las personas tienden a no hablar de estas temáticas ya que da vergüenza identificarse a si mismo como una persona que no puede tener relaciones sexuales o intimar. Uno puede acercarse a la pareja en un ambiente que no sea conflictivo y decirle que han habido problemas o dificultades para poder desarrollar una vida sexual como lo desean. Desde ahí se puede buscar y hablar de emociones y pensamientos. Se recomienda que las parejas sean pacientes en estos procesos porque podrían ser procesos de reparación que podrían beneficiar a la pareja por el resto del tiempo que duren juntos”.
La terapia quedó pendiente con Gabriel, cree que la necesita o que al menos es un buen primer paso para descubrir sus miedos. “No soy virgen, he tenido relaciones sexuales, pero me aterran, me dan vergüenza, una vez preferí mentir y decir que me sentía mal para no terminar en la cama con mi polola, cada vez me voy quedando sin excusas”.
También te puede interesar nuestro reportaje sobre jóvenes asexuales y BoJack Horseman.