Conocemos la historia de Woodstock: un festival de tres días que marcó un antes y un después en la cultura occidental. Tendemos a idealizar este evento, porque las muertes por sobredosis fueron reales aunque no pudieron apalear el impacto cultural que tuvo para millones de personas que han intentado replicar esta gestión sin éxito.

Woodstock había sido una liberación para los hijos de la segunda mundial, una convocatoria para pedir por la paz en épocas donde el mundo podía ser extinguido gracias a las bombas atómicas, y como no, una protesta contra la cruenta guerra de Vietnam.

El festival se convirtió en un mito, llevando la cultura hippie al resto del mundo occidental cuyo control se encontraba bajo los cánones de la influencia americana. No es de extrañar entonces, que esta idealización viniera de la mano con varios intentos para volver entregar la magia de la madre de los festivales.

Primero se intentó con muchas fallas el año 1994, y los organizadores intentaron de forma majadera demostrar que sí podían imitar el éxito del festival original poniéndose manos a la obra para un nuevo intento 5 años después.

De esta forma nació Woodstock 99, en una generación completamente diferente que se adentraba ante la incertidumbre del nuevo milenio pero con la certeza de pertenecer a la única superpotencia victoriosa de la guerra fría.

Las temperaturas sobrepasaban los 30 grados y no había árboles para que los asistentes se protegiesen del calor. La botella de agua costaba 4 dólares y un trozo de pizza 12. Lo peor, es que no había suficiente comida para todos. Los retretes explotaron, los cajeros automáticos fueron saqueados, y las fuentes para beber agua funcionaron como duchas improvisadas.

El line up también distaba mucho de la psicodelia del primer festival realizado el año 1969.

James Brown, Sheryl Crow, Rage Against the Machine, Wyclef Jean, Dave Matthews Band, Counting Crows, Alanis Morissette, Ice Cube, Metallica, Willie Nelson, Elvis Costello, Jewel y los Red Hot Chili Peppers se encargaron de llenar este espacio.

Las mujeres eran obligadas por muchedumbres para que mostrasen sus pechos, y las torres de vigilancia fueron saqueadas para fabricar tablas de surf improvisadas. El público sufrió avalanchas, los heridos se contaban por cientos, estando los equipos de seguridad colapsados y sin poder hacer nada.

Para el fin de la presentación del grupo, todo había quedado claro: Woodstock 99 había sido el peor de todos los festivales, con un saldo de 4 mujeres violadas, cientos acosadas sexualmente y 1200 heridos. Los periodistas llamaran a la jornada “El día en que la música murió”, y tuvieron que pasar décadas para que los festivales recuperasen -en parte- su esencia.

Este año se anunció la organización de una nueva versión del festival, algo que todos ven como una posible maldición o mal augurio frente a la última situación vivida. Las fotos hablan por sí mismas.

(Photo by Joe Traver/Newsmakers)
(Photo by Bernard Weil/Toronto Star via Getty Images)