Seguimos explorando la psiquis disociada de los millennials. Esto es “Crisis de la espiritualidad, segunda parte”.

Todo partió cuando mi cuerpo jamás acostumbrado a los ataques de pánico y a sucumbir ante la presión de mi cerebro simplemente lo hizo.

Mi primer ataque de pánico fue a los 24 años, después de pasar por un pregrado, diplomado e incluso un magíster, cuando estaba haciendo mi primera práctica profesional. El periodismo formal puede ser muy absorbente e incluso mata tus relaciones personales, porque simplemente no tienes tiempo para nada, pero no era solamente eso lo que estaba pasando en mi vida. Mi hogar se estaba desmoronando, porque mis amigos encontraron otros lugares donde vivir o porque quienes creí que iban a ser mis amigos para toda la vida dejaron de serlo. El sentimiento de pérdida me hizo sentir el primer ataque de pánico (que se siente como un infarto) camino al trabajo y no los dejé de sentir por mucho tiempo más.

Desesperada, recurrí a lo primero que se me ocurrió hacer: escuchar meditación guiada en YouTube. Un conocido me lo recomendó y tenía dos opciones:

1) Seguir estando en el mismo estado donde creía que me iba a morir todo el tiempo

2) Probar algo que no me iba a dañar. Sonará snob, pero la realidad es que si manejas más de un idioma intenta escuchar meditación guiada en el que no es tu idioma nativo, porque por lo menos a mi me desagrada escuchar a alguien hablando en español diciéndome lo que tengo que hacer.

Aparte de la elección personal del idioma, las primeras veces que lo intenté con videos de YouTube no duré ni dos minutos sin abrir los ojos. Algunas veces por paranoia (quizá el video que apreté era un scream) o por incomodidad, no podía quedarme quieta en mi lugar para seguir una simples instrucciones antes de dormir. Pasaron los días y ya era más fácil, pero de un momento a otro lo dejé.

De eso pasaron varios años, y otra oleada de malas noticias volvieron a mi vida. Esta vez no tenía herramientas como las que cultivé en ese momento y solita me vi en la necesidad de encontrar alguna aplicación que me hiciera la vida más fácil. Entre medio pasé por una temporada en Yoga, volcarme a la astrología (soy un cliché) y algo de respiración consciente tenía en mi disco duro, ahora solo faltaba encontrar la app perfecta.

Una opción es Headspace, que a pesar de que no tiene muchas opciones gratuitas, sólo lo básico, tiene un diseño hermoso y minimalista, que además te manda frases motivacionales varias veces al día en formato notificación (quizá sea la única razón por la que no la he borrado). La que uso yo hoy se llama Insight Timer, que ofrece un catálogo de miles de meditaciones guiadas gratuitas, que van de 5 minutos a 1 hora por meditación. Otra es Calm, elegida como al app del año 2017 según Apple y que tiene excelentes reviews por medios como The New York Times o Mashable, que al igual que Headspace, te ofrece meditaciones por temáticas que puedes hacer en varios días, para así incorporarlos a tu rutina. Calm se hizo tan famoso que hoy vale 250 millones de dólares y Acton Smith, su creador, tomó la oportunidad que existe hoy en la crisis de las creencias políticas y redes sociales para explotar el concepto de mindfulness.

“Hoy todo es tan binario, como por ejemplo, la derecha versus la izquierda. Todos están en sus trincheras, pero el mundo tiene mucho más matices y es complejo, está constituido por escalas de grises. El mindfulness se trata de respetar las opiniones de otros. Puedes no estar de acuerdo, pero puedes hacerlo de manera considerada en vez de gritarle a la otra persona”, dijo Smith a Standard.

Según la Universidad de Berkeley, mindfulness significa tener conciencia de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones corporales y el medio donde nos movemos momento a momento desde un punto de vista amable. También está relacionado con la aceptación, es decir, el no juzgar nuestros pensamientos y sentimientos; que no existe un “bien” o un “mal”. Es básicamente poner en práctica el carpe diem que tanto nos gusta satirizar, pero basado en la meditación budista. La primera vez que occidente supo de este tipo de prácticas se dio cuando el profesor Jon Kabet-Zinn de la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts creó un programa llamado Programa de Reducción del Stress Basado en el Mindfulness (Mindfulness-Based Stress Reduction o MBSR), en 1979. Este modelo ha sido adaptado a todo tipo de terapias, desde la psicológicas y las físicas, y fue la puerta de entrada para que otras disciplinas orientales se quedaran con tu plata.

Más allá de la rentabilización de las disciplinas y la consecuente creación de aplicaciones para meditar, la cosa sirve. Me ha servido a mi para dormir mejor, comprender mejor en el momento y lugar en el que estoy, a escucharme a mi misma. Son minutos preciados que después no vuelven y que agradezco estar gastándolos en esto.

Grabiela Arriagada también las usa. Dice que le han ayudado a tener un buen día y funcionar de la mejor manera en una capital como Santiago, llena de gente estresada y cambios constantes. La meditación le ayuda a complementar otras disciplinas como las artes marciales y el Yoga, ya que “ha sido un proceso en conjunto con otras cosas. Te hace mantenerte en tu centro y estar mas consciente de como tus acciones afectan a otros”. Ella meditaba de antes de encontrar una aplicación para hacerlo y en lo que más le ayuda es a regular los tiempos de meditación. “Tiene un sistema de guía. Normalmente cuando medito me voy y puedo estar en eso horas, entonces la aplicación me ayuda a regularlo sobre todo en días de semana cuando tengo un tiempo limitado para hacerlo. Lo que me gusta de la que uso yo, que se llama Oak, es que puedes establecer un setting, pones un sonido ambiente (normalmente uso lluvia) y una voz te va guiando las respiraciones. Eso también es útil para la gente que es primeriza, que además tiene ejercicios de respiración guiados, uno para calmarse, otra para la concentración y otro para ganar energía”, explica.

A Francisca Cárdenas le ocurrió algo similar. Estudiando para su examen de grado en Derecho le costaba conciliar el sueño y comenzó a utilizar meditación guiada para poder dormir. “Al principio la miré en menos cuando me propusieron usarla, pero estaba durmiendo súper mal, así que la empece a usar app dos meses antes del grado
y me dormía muy rápido, ni siquiera alcanzaba a terminar de escucharla. Me fue tan útil que la recomendé a otros, Pensé que todo el proceso de los últimos meses del grado
iba a ser muy difícil, pero no fue tan terrible como pensé. Llegué mucho más tranquila, pude comer bien hasta el mismo día que di el examen, cosa impensada en mi, porque para los exámenes de la universidad no podía comer nada hasta después que lo daba”, comenta.

Otra opción, además de las aplicaciones, son las meditaciones guiadas que están por todo YouTube. Andrea Ulloa llegó a ellas cuando paseó por una expo de terapias alternativas, y como le dolía la espalda, fue a preguntarle a una terapeuta qué podía hacer para sobrellevarlo mejor. Le dijo que el estrés era una de las causa de sus dolores y le recomendó meditación guiada: “Me siento menos estresada tal vez, pero sí siento que tengo una herramienta para bajar las revoluciones cuando lo necesite. Creo que la meditación guiada es el punto de partida para lograr una meditación más autónoma y de mejor calidad. Y que una buena meditación, practicada con constancia, sí puede ayudar en otros ámbitos”.