En este minuto mi blog está más olvidado que Fotolog, Karkú y Kevin Jonas, todo junto. O sea, yo lo tengo abandonado. Y no crean que es porque salí del colegio, ni porque estaba preparando la PSU, ni porque me puse a pololear, ni porque me fui de vacaciones, ni porque Vesta Lugg sacó un nuevo video, NADA.

La única verdad absoluta y válida es que soy una pajera culiada. Sí, no hice nada en todos los cuatro meses que tuve de vacaciones y, además de la persona que me decía de vez en cuando que volviera a escribir, sentí cero culpa.

Porque soy una pajera de las peores.

Pajera tipo recién entre a la universidad y no fui a ninguna actividad de bienvenida y falté a mi segundo día de clases. Qué paja la universidad, weón. Y qué paja la gente cuando me dice “ay pero tú que tanto decías que querías entrar a la universidad no alegues ahora” o derivados de esta frase. Amigos, yo nunca quise entrar a la universidad. Salir del colegio, sí, claro, pero hasta ahí nomás. Salir del colegio y convertirme en una negra guatona con rollos en el cuello que vive en Miami y tiene un poto de diámetro cuatro metros que se mueve con vida propia y que va a Forever 21 plus size y come pollo frito y dice cosas como “damn gurl” o “dat booty fine” y después se ríe muy fuerte porque a eso se dedica en su vida. En eso quería convertirme yo. Jamás entrar a Comercial UC.

En verdad jamás entrar a nada.

Terminé en Comercial como toda la gente que termina en Comercial: sin vocación, cierta habilidad matemática pero no tanta como para civil, puntajes PSU decentes, quiere ganar plata pero sin esforzarse demasiado. Esto por lo menos es lo que yo establezco y no le voy a creer a ninguna weona que me venga con que desde chica siempre quiso comercial o que diga que la carrera le apasiona. Aterricemos. Comercial es una carrera parche para la gente que no sabe qué hacer con sus vidas y que no puede ser una negra posicionada constantemente en un Forever 21 en Fort Lauderdale. Punto. Nadie en sus perras vidas aspira a ser un ingeniero comercial. Y aun así terminé ahí. Sin vocación y perdida en la vida con la única certeza de que no quiero ser pobre cuando grande.

En cuanto a la universidad, es un cambio la raja. Aunque me tenga que pegar un pique del orto de una hora y mamarme el metro culiado con gente con tufo a desayuno de fruta podrida con menta encima y con olor a axe chocolate mezclado con pachulí, todo vale la pena. He dominado el arte de analizar el comportamiento humano y las modas que se vienen para este dosmilquince en el transporte público. Les cuento que el taco de corcho goma eva sigue liderando en vestimenta; cada día más normcore. Por otro lado, las blusas transparentes con polera de tirita abajo le dan siempre un toque serio y elegante a tu outfit. Recordar siempre accesorizar tu tenida con una bolsa de género Bellota, por lejos el ítem de moda más demandado y codiciado en el transporte público (ver @bellotabag). No tener una bolsa Bellota es equivalente a un suicidio social. El color verde petróleo y las líneas blancas verticales y redondeadas, rematadas con una hermosa silueta del fruto de una bellota, harán que cualquier cosa que te pongas sea instantáneamente Fashion Week worthy.  Ahora, si estás dispuesta a tomar riesgos y buscas un look más europeo, el freestyle color rojo (preferiblemente sobre pelo negro y grueso) bien delineado en sus límites es mega Vogue. Había escuchado mitos sobre las tendencias en el metro, pero jamás me imaginé una pasarela de tal perfección.

Mi parte favorita de andar en metro es admirar lo feliz que es la gente. Pareciera que están en un regocijo constante de agradecimiento con sus trabajos y sus vidas. La combinación en Baquedano es especialmente mágica en este sentido. Una gran masa de gente comprimiendo sus cuerpos contra otros y transmitiendo energías de dicha, bienestar y prosperidad. Definitivamente recomendaría como medicina hacer la combinación en Baquedano, preferiblemente en horario peak; es parecido al yoga.

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Via Cooperativa.cl

El metro es mierda. Toda la gente va con cara de que les metieron un dedo en el ano en contra de su voluntad jugando imitaciones baratas de Candy crush mediocremente en celulares con el touch medio malo de tanto que lo aprietan con sus dedos callosos llenos de infelicidad. Baquedano es peor. Hacer combinación ahí se siente igual que caminar por un recto que tiene ventiladores que tiran agua caliente y pedazos de caca mientras alguien externo lo fríe en aceite hirviendo. A eso sumarle el hecho de que está todo puto Chile ahí y que uno lleva una mochila pesada con la espalda transpirada. En todo caso, elegiría la opción recto sobre Baquedano todas las veces y más.

Caminar por Baquedano hacia la línea 5 es toda una experiencia. Amo las amplias escaleras donde la gente respeta tu espacio personal como si fueras un ser sagrado que no pueden tocar, amo el pasillo con olor a glade de mantequilla sucia quemada proveniente de los elegantes almacencitos donde venden medialunas babosas con glaseado de fluidos zorrales, y por sobre todo, amo los trenes cortos de la línea verde donde ni siquiera hay esperanza de aire acondicionado y las sillas fueron distribuidas por un delfín ingeniero ciego con tuberculosis. La línea verde es vida. Aún más utópico y hechizante es cuando el tren emerge al exterior. ¡Qué sensación más mágica! Sentir el calor de afuera penetrando en tu cuerpo sudoroso, observar los hermosos paisajes de barrios industriales, containers y outlets suburbanos que solo se comparan a la más fina forma de arte en el mundo. Después de diecisiete estaciones finalmente llego a mi destino: San Joaquín.

San Joaquín es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Es un mundo paralelo y cualquier weá que uno quiera está ahí. Hay hasta un hermoso Starbucks donde me hacen descuento solo por tener una tarjetita con mi cara y el logo de la universidad. ¿Qué más quiero? Para mayor beneficio, desde que entré mi dieta dio un giro abrupto. Ahora sigo el régimen Sasha King (por el parecido a “San Joaquín”), que se basa en el hecho de que mientras esté en San Joaquín no me da hambre. Les juro. Sueno muy proana pero es verídico que en ese lugar no da hambre y punto. Todo en San Joaquín es bello y perfecto: los caminos tienen arbolitos, la gente se ve feliz (a diferencia del colegio), hay mil lugares para comprar comida rica y otros mil más para estudiar cómodamente como si estuviera en mi casa. Todo parece perfecto hasta llegar al campus de Comercial.

Comercial UC está compuesto en un 99% de gente relleno: personas buena onda, que se ríen de tus tallas y te prestan sus apuntes de vez en cuando pero que jamás van a ser tus mejores amigos.

El edificio está posicionado en un spot equivalente a baños químicos en un evento: al fondo, frente al estacionamiento. La weá está completamente aislada de toda la hermosura de San Joaquín. Imagínense que el edificio más cercano al de comercial es el de teología. T-E-O-L-O-G-Í-A. Qué es esa mierda, weón. Para hacer que el ambiente del sector sea aún más BKN, un poco más allá esta la capilla a la que, no olvidemos mencionar, la gente en verdad va a misa diaria sin importar sacrificar sus horas de almuerzo. No quiero juzgar a nadie pero qué es eso del razonamiento cura > comida. ­­­Pero filo, volviendo al tema, comercial es como ese mojón que no quiere irse del wáter cuando uno tira la cadena. Es todo tan nada que me frustra. La gente es nada, las clases son nada, el edificio es nada; nada tiene ningún brillo. Lo peor es que es demasiado evidente que toda la universidad desprecia a los de comercial. Con cueva he estado cuatro semanas ahí y me doy cuenta. Y puta, los entiendo tanto. Para darles un sentido de lo que es Comercial UC, permítanme compartir con ustedes un ejemplo entregado por mi amiga y life coach, Sofia Montaner: cuando uno se celebra su cumpleaños hace la siguiente lista de invitados (ordenados por prioridad)

  1. Mejores amigos
  2. Amigos ampliados
  3. Gente relleno

Comercial UC está compuesto en un 99% de gente relleno: personas buena onda, que se ríen de tus tallas y te prestan sus apuntes de vez en cuando pero que jamás van a ser tus mejores amigos. Gente “tela”, si requieren de mayor precisión. Hasta ahora la gran mayoría de la gente que he conocido en comercial es tela. Solo tela. No es gente con la que vay a llorar de la risa comentando el cambio de sexo de Bruce Jenner ni el nuevo rubio de Kim Kardashian ni la vez que a la Vesta Lugg se le marcó el choro. Probablemente ni saben de la existencia de Vesta Lugg. Honestamente, no tengo nada en contra de nadie (imagínense que hasta yo soy parte de esto). Es gente muy buena onda y agradable pero a fin de cuentas se torna monótono porque faltan personas que rompan con los esquemas. Mujeres que no usen el mismo pantalón de pijama pata de elefante con el mismo diseño azteca y la misma polera blanca hippie de lino sin hombros y los mismos zapatos con plataforma CMoran y no pesen los mismos 8 kilos que pesan todas las weonas en esa carrera. Faltan hombres que no usen la misma polera Oakley con la “O” infernal con los mismos shorts de hombre heterosexual básico y que hablen weás inteligentes y moduladas, no su volá de perrito zorrón carretero. Es fome ver todos los días y a todas horas lo mismo y es fome tener que hablar de los mismos temas estándares todos los días. Se nota con solo mirar medio segundo que la gente en comercial está ahí por descarte o porque “se puede hacer todo con comercial en el futuro”, jamás por interés propio.

El punto es que me siento inútil y penca en comercial. Penquísima, de hecho. Un ingeniero comercial ni siquiera tiene una profesión específica y eso me estresa más. No saber qué voy a ser. Por último un estudiante de medicina sabe que va a ser doctor y un estudiante de derecho sabe que va a ser abogado. Pero, ¿un ingeniero comercial? En cualquier trabajo que haga, lo más probable es que podría ser reemplazada por un civil o cualquier otra carrera. Y ya sé que solo llevo cuatro semanas y puede que a futuro mi opinión cambie pero siento que estoy yendo a clases a puro webiar y que no estoy ni cercana a explotar ninguna de mis escasas habilidades. Siento que puedo hacer algo mil veces mejor y que estoy perdiendo el tiempo. El problema ahora es que no sé qué.