Casa de Papel es una mezcla entre la Biblia, Tarantino, Breaking Bad, Los Pitufos y españolxs sensuales.

Casa de papel

Existen tres maneras de llegar a esas series que se transforman en un vicio. Que quisieras ver enteras de un atracón, pero no puedes porque tienes una estúpida vida que llevar a cabo.

La primera es lo que se conoce como el hype, que no es otra cosa que una campaña de marketing bien hecha, que convierte el estreno de una serie o película en una necesidad/obligación de ver.

La otra es aleatoria, que dando vueltas por Netflix terminas pinchando una foto equis y le atinaste porque te gustó. Lo aleatorio de esto es relativo porque es probable que Netflix te conozca más que tu santa madre.

La tercera es la que encuentro más bonita porque tiene que ver con ese esquema de marketing clásico, emotivo, sensual, del boca-a-boca. A estas alturas uno ya está un poco más selectivo al respecto pero hay uno infalible que es: si tres personas nada que ver una con la otra, que no se conocen entre sí, te recomiendan con vehemencia una serie, uno debe darle una oportunidad.

Casa de papel

Hecha esta pequeña aclaración (y recién dándome cuenta que dejé afuera la opción “lo leí en un post y me tincó”) quiero decir que pretendo que esta columna opere como la tercera.

Lo sé. Existe un prejuicio, o en realidad, hay mucha gente a la que el zeteo con el que hablan los españoles les causa una especie de rechazo, debo decirte que si eres de esa gente esta serie te va volar esa percepción como un balazo al aire hace volar a los pájaros de los techos.

Todas las series buenas, las que se convierten en un fenómeno, como “Casa de Papel”, que en inglés se llama “Money Heist” se basan de alguna forma en la mejor historia de la historia, que es la biblia. En este caso, la figura simbólica usada es la del Purgatorio, ese limbo entre el cielo y la tierra, ese lugar habitado por almas en pena en busca de redención.

Se trata de un grupo de personas, escogidas por un lider, “El Profesor” (¿Dios? ¿Un profeta?) para cometer un atraco imposible. Entrar a la casa de moneda española, tomar a un grupo de rehenes, y mientras se negocia el rescate, imprimir una cantidad insólita de billetes (300 millones de euros) y luego huir. El Profesor será el encargado de manejar todo desde afuera, incluída la negociación con la policía experta en emergencias con rehenes: la inspectora Raquel Murillo.

Acá uno, si ha visto las cien mil historias de atracos con rehenes, dirá “siempre sale mal”, pero de nuevo, pasa que eso no es lo más importante. Lo medular es cómo se irán comportando, transformando, develando los personajes atrapados en este limbo, Purgatorio, reality.

Paréntesis: se sabe que la sangre española es bien caliente, así que como te podrás imaginar, entre los secuestradores empiezan las intrígas al tiro y el síndrome de Estocolmo le entra a lxs rehenes a los 10 minutos de estar secuestradxs.

En una parte, en que están a punto de agarrarse a balazos todos con todos, Nairobi, una de las secuestradoras (todos los secuestradores tienen nombres de ciudades: Tokio, Berlín, Moscú, Helsinki, Oslo, Denver, Río) grita: “¡Ya basta, que esto no es una película de Tarantino!”.

Esto es un muy buen chiste/homenaje porque aparte de lo de nombres de ciudades, muy en la onda de nombres de colores de “Perros de la calle”, el ritmo de los diálogos, el humor negro y la estética de la ultra violencia recuerda muchísimo al director de “Pulp Fiction”. Si te gusta Tarantino, esto te va enganchar.

Igual que si te gustó Breaking Bad, no solamente por los enteritos, “Casa de Papel” recuerda mucho a la serie de Heisenberg. Ese relativismo de buenos y/o malos. Malos buenos, buenos malos, los extremos a los que la codicia te puede llevar, el karma, la repetición de errores, la lección que solo se aprende a palos y que dice que no se juega con la locura porque la locura no juega. Siguiendo la línea bíblica, también están representados los 7 pecados capitales en los personajes de esta serie que pinta para ser LA serie del primer semestre del 2018. Como Los Pitufos pero con armas y máscaras de Dalí.

¿Qué más quieres?