¿Por qué las emociones manejan cómo almacenamos nuestras experiencias? El trabajo de Gordon H. Bower se rebusca en encontrar la respuesta.

La palabra psicología se define como el estudio del alma. Ahora, si cuestionamos cuántas personas tienen alma, tendríamos que crear una fila para hacerle respiración boca a boca a los creadores de la filosofía y todas las infinitas religiones para preguntarles qué es el alma. Habría que hacer, además, otra fila mucho más grande, para todos aquellos que quisieron estudiarla y analizarla. El loop infinito del por qué.

¿Por qué hablamos de esto? Porque hay que entender que dentro muchas de las cosas que un ser humano no puede resolver por sí solo (aparte de las escaleras), está la ayuda de personas que se encargan de explicarnos por qué la mierda que crea nuestro cerebro nos come día a día. Así, nuestro cerebro diariamente se va encontrando con expectativas subjetivas; desde que nos despierta la alarma hasta la no tolerancia a conversaciones sobre temas en los que no creemos. Temas que se separan el hielo de la piscola que terminan en: ¿debería hacerme una carta astral?

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Entre recordar las cosas y ver la realidad con coherencia dictada por una sociedad adicta a las bocinas, hay que empezar a mirar mucho más allá y conocer un poco más tu ser sensible, como lo sugieren muchos estudios del hombre más erótico y sensible del mundo que simplemente se acordó que no hay que olvidarse de las emociones: Gordon H. Bower.

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En la década en que Jimmy Hendrix y Janis Joplin se ponían de acuerdo en decidir quien se moría primero, Bower planteaba teorías de la manera que tenemos de almacenar y despertar los recuerdos dependiendo de nuestros estados de ánimo. Lo mismo que comer con caña: revivir elementos memorizados dependiendo del estado de ánimo en que los recordamos. Todo lo que hagamos cuando estemos depresivos será más fácil de recordar cuando estemos en ese mismo estado, pensando en Siria o en por qué los hombres también tienen tetas. Del mismo modo, cuando ocurren eventos positivos memorables, como no tener que pagar la compra del mes en el supermercado, es más sencillo revivirlos en nuestra memoria cuando pasamos por periodos de felicidad.

Muchos científicos se interesan constantemente por el músculo más estudiado de todos: la mente, desde las formas que tiene ésta de organizar, almacenar y recuperar información entre todo lo que le metemos diariamente por segundo (de conocimientos hasta drogas). Al tener en cuenta este tipo de antecedentes, Bower se localizó en explicar y estudiar por qué algunos recuerdos se almacenan mejor o son más fáciles de revivir en nuestra memoria. Es muy distinto aprenderse todos los nombres de la familia de José Arcadio Buendia en “Cien Años de Soledad” versus acordarte del nombre de las Kardashians o de todas las escenas y diálogos de tu película favorita.

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El tatuaje de la memoria

El filtro de nuestra memoria es el estado de ánimo; esa valiosa información  será después más importante para nuestros pensamientos en su posterior recuperación cerebral cuando necesitemos lo que en ese momento recordamos: no robar. No matar. No violar. Sólo respirar. Ahora, cada uno recuerda lo que quiere y siente que tiene que recordar. Ahí viene el flagelo infinito de la mente para decirle “¡Hola!” con perspectiva de miras al azúcar, Internet y las drogas. El proceso anterior se conoce como “mood-congruent processing” o “procesamiento coherente con el estado de ánimo”, en que Bower averiguó que las personas tristes recordaban mejor los detalles de una historia de las mismas características que las que estaban contentas cuando florecían estas emociones. Heavy.

Si empezamos a recordar algo cuando tenemos pena o felicidad y bloqueamos ese sentimiento (“no estoy sintiendo nada y me estoy memorizando todos los dichos de Andrea Balbontín en su taller de ideología de género“), estaríamos hablando de una coherencia que interfiere el terreno de las emociones. El estado emocional es el tatuaje de tu memoria que crea impactos en todos los sentimientos.  Según esta teoría, se afirma por otra parte que relacionamos el estado de ánimo con lo que ocurre a nuestro alrededor, por lo que la información y la emoción se almacenan juntas en tus archivos neuronales, que se despiertan a raíz del estado de ánimo en el momento que se archivó la información.

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Nuestras emociones filtran lo que queremos seleccionar: si tienes un día malo, tus emociones están haciendo que solo te des cuenta de lo malo que te está pasado; lo mismo con el miedo y la alegría. Al recibir emociones fuertes, nuestro cerebro libera neurotransmisores (como el gas de una bebida recién abierta) que, en parte, nos hacen sentir como en ese momento. Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo libera una hormona llamada cortisona, que acelera el pulso y nos mantiene alertas al capitalismo homofóbico y a la liberación de delfines en SeaWorld. Esto produce una liberación de nuerotransmisores que provoca recuerdos asociados a emociones almacenadas fielmente en nuestra mente.

La memoria es tu frenemy: te hace vivir momentos inolvidables, alegrías, penas, recuerdos únicos y emociones yuxtapuestas que te hacen cuestionar por qué tengo que comer más pasas para tratar de recordar lo que quiero recordar y mi mente quiere olvidar. ¿Nos hacen falta clubes de siesta en Chile? Ésta es una pregunta abierta, que sólo tu mente y emociones podrán encontrar.

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