En 2020 estuvimos aislados y encerrados. Pero también calientes. Y las cifras lo respaldan: hubo un aumento explosivo en aplicaciones de citas. Pero con las restricciones sanitarias,  ¿A quién acudiste cuando no dabas más? Te contamos tres historias de remember con distintos finales.

Un informe realizado por CORPA señaló que el uso de las aplicaciones de citas aumentó en un 28% en la pandemia y 1 de cada 2 usuarios concretó encuentros en vivo con desconocidos. Y podemos apostar que más de alguno de tus conocidos (incluso quizás tú) volvió a un lugar conocido y le habló al ex. 

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Carlos descargó Tinder por primera vez cuando tenía 23 años en 2019. No le gustaba la idea de tener que conversar tanto para concretar una junta, pero no perdía nada intentando. Una noche vio el perfil de Manuela y quedó asombrado por su estilo. Pero no era  su tipo y no le dio like, pero sí guardó su usuario de Instagram.

Pasó el tiempo y ella lo siguió por la red social. Carlos pensó que tuvo que haberle pasado lo mismo que a él: no fue alguien que lo sorprendiera, pero sí lo guardó por si acaso. No tardaron en comenzar la danza del apareamiento cibernético: contestarse historias. De a poco descubrieron que tenían muchas cosas en común, sobre todo por el área laboral donde ambos se desempeñaban, la producción audiovisual. “Tengo un tema con las artistas”, cuenta riendo, “Casualmente siempre me relaciono con fotógrafas o personas que hacen cine”.

Manuela, dos años mayor que él, fue la primera en dar un paso y proponerle que se juntaran en persona. Aprovecharon el fin de semana largo de Halloween para ir a comer sushi y después a una plaza a conversar. Se rieron tanto y conectaron tan bien que comenzaron a salir al cine, ir a juntas e incluso a la casa del otro. Un mes después, sin conversarlo previamente, se presentaban como pololos frente a sus amigos. ¿El sexo? Increíble, “como si fuéramos las únicas personas vivas en el mundo”.

“Pero yo intuía que esto iba a salir mal”, recuerda Carlos. En ese entonces Manuela había egresado de la universidad y estaba cambiándose de casa para vivir con amigos. Él trataba de ayudar en lo que pudiese, pero de a poco ella dejó de responder con tanto entusiasmo y regularidad como de costumbre. Incluso lo dejó plantado para su cumpleaños.

Llegó el 2020 y la relación ya no daba para más. Se juntaron por última vez en enero y Carlos decidió aclarar la situación:

  • Estai rara.
  • Pucha, sí. No quiero que te afecte mi cambio de casa y ahora con la nueva pega…

Carlos supo que ya no era bienvenido en el corazón de Manuela. Terminaron y no volvieron a hablar hasta abril, cuando ella lo invitó a su cumpleaños. El aforo era reducido, así que le sorprendió haber sido invitado. Él no fue, pero sí le compró un regalo que no pudo entregar. Al menos no ese mes.

“Tengo tu regalo. ¿Te parece juntarnos rápido y te lo paso?”, le preguntó él. Manuela aceptó y le dijo que podía pasar por su casa. Él accedió y descartó cualquier posibilidad de remember porque sus compañeros de departamento estarían presentes. Sacó el permiso en la comisaría virtual, tomó la bicicleta y pedaleó.

La presencia de más personas en el departamento no les impidió revivir la llama y, literalmente, quedarse dormidos después de chocar su cuerpo durante toda la noche.  Nuevamente sin conversarlo, comenzaron a salir juntos. Carlos pensaba que esta vez podría funcionar, pero bastaron un par de meses para que volviera a ser ghosteado lentamente. 

“Un día desperté y vi que había subido una historia de una nota pegada en su refrigerador. ‘Ten un buen día, te amo mi amor!’, decía el post it. “Esa no era mi letra y se supone que yo soy su pareja, así que ese día me di por enterado”, comenta Carlos, quien la borró de sus contactos, pero que pudo confirmar que sí, Manuela aún sigue con su actual pareja. 

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Todo empezó el año 2009 en Messenger (MSN). Paz, en ese entonces tenía 15 años, estaba pololeando y se sorprendió cuando le llegó una solicitud de Bruno, un conocido de una de sus amigas más cercanas. “No teníamos nada en común, excepto mi amiga“, relata ella. 

Paz venía de una familia de derecha y se educó en un colegio particular durante toda su enseñanza básica y media, mientras que Bruno tenía padres en el exilio y estaba enamorado de su liceo. A ella no le encantaba la idea de salir con Bruno, ya que realmente no compartían ni siquiera canciones en común y tampoco lo encontraba muy guapo. Pero sí sabía que podía ser alguien con quien conversar.

Así pasaron los meses hasta que, inesperadamente, se toparon en el mismo concierto de Manuel García. “Éramos unos trovadores”, recuerda riendo, “Lo abracé y el mundo se detuvo”. Supo que caería perdidamente enamorada de él. 

Desde aquel día se hicieron inseparables y durante cinco años sobrellevaron el hecho de que no compartían gustos en común a través de otras actividades. Pero el tiempo hizo de las suyas y les demostró que eran demasiado diferentes. “Empezamos a pelear por cosas tan tontas como que él no quería tener una tele en la pieza porque te mataba las neuronas”, comenta. Además, Bruno los imaginaba viviendo en el campo con una granja y ella en una gran ciudad. 

Cuando terminaron se prometió nunca más volver a hablar con él. “Me sentía traicionada porque me trató súper mal al final. Me hizo sentir que mis sueños no eran válidos y que yo tampoco lo era”, recalca. 

Una vez que llegó la pandemia, Paz no sabía qué hacer para quitarse las ganas de salir y tirar con alguien. Así lo describe al menos. Simultáneamente comenzó un proceso personal donde cambió física y personalmente, hasta lograr, por primera vez, quererse. 

“Este remember me pilló con la cabeza en un buen lugar”, asegura. Después de un mensaje un poco subido de tono, el sexting se volvió en su nueva forma de interactuar. Y escaló hasta las nudes, que solo enviaba ella porque se sentía empoderada y no necesitaba verlo a él. Esta vez se trataba de ella. 

Un día que los papás de Paz fueron a la playa decidió invitarlo. Apenas él cruzó la puerta, seis años después de haberlo hecho por última vez, se besaron y tuvieron sexo en el sillón, en su pieza, en la mesa y terminaron en la cocina. “No fue la mejor cacha de mi vida, pero fue como si no hubiese pasado un día”, admite.

Si bien dejaron las cosas claras sobre que no querían algo serio, comenzaron a verse más. Incluso, Paz conoció los moteles por primera vez este año cuando volvieron a encontrarse. Pero todo cambió cuando Bruno le hablaba solo para sexo. Mensajes como ‘tengo 10 minutos para tirar’, comenzaron a aburrir a Paz. 

“No me arrepiento de nada. Eso sí, me dejó heridas, pero así es la cosa. Creo que nunca nos vamos a poder deshacer el uno del otro”, dice mientras le vibra el celular con una notificación de alguien a quien tiene guardado como B.

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Cuando Carolina llegó al curso de Ema ambas tenían 15 y 13 años respectivamente. Iban en séptimo básico y, por casualidad, comenzaron a hacerse amigas. Tenían gustos similares y con el pasar del tiempo formaron parte del mismo grupo de compañeras de la sala. Hasta ese momento todo parecía rutinario: iban al colegio, conversaban, se reían, estudiaban y después iban al parque o a tomar té helado.

Su amistad fue creciendo y en tercero medio Ema sabía que lo que sentía por Carolina era algo más allá del compañerismo de salón. “Al menos yo quería saber hasta dónde llegaría esto”, recuerda, “Pero el mundo era muy distinto en la aceptación de la homosexualidad y éramos muy chicas”. Era la primera vez que se cuestionaba su orientación sexual y, además del peso social que conllevaba aceptar que le gustaban las mujeres, no tenía un círculo de contención familiar para expresar sus sentimientos. “Fue un proceso muy difícil”, sostiene. 

El hecho de no poder demostrar su cariño por miedo a que sus familias se enteraran o a ser juzgadas en la calle hizo que la relación se desgastara lentamente. Ambas estaban tristes, por lo que decidieron terminar. Quedaron devastadas y tener que verse a diario y compartir el grupo de amigas no lo hizo más llevadero. Lo único que tuvieron claro fue que no querían volver a hablar del tema.

Cuando salieron del colegio dejaron de verse con tanta regularidad, pero siempre mantuvieron el contacto a través del grupo que formaron en el colegio. Se juntaban para cumpleaños y fechas importantes, pero jamás hablaron de su relación. A veces intercambiaban miradas misteriosas cuando se quedaban solas fumando mientras las demás se preparaban para dormir, pero no pasó a otro tipo de interacción. “Siempre quedé con sentimientos por ella, pero los tuve que transformar en amistad porque quería proteger esto y seguir estando en su vida”, comenta. 

Tanto Carolina como Ema tuvieron otras parejas durante sus vidas universitarias, pero ninguna prosperó. Y en 2020, siete años después de haber estado juntas y con la llegada de la pandemia, Ema comenzó a replantear su vida. “Empecé a soñar con ella”, rememora, “La consciencia me empezó a revolver el cerebro y el corazón y dije: ‘Chuta, aquí hay algo inconcluso’”. 

Después de una pesadilla donde vio a Carolina casarse con otra persona, Ema decidió abrir el baúl que tenía cerrado para protegerse. Decidió juntarse con su ex para conversar de su sentir. Pero no sin antes dar un paso que no tenía contemplado: “Si le voy a dar otra oportunidad a esta relación necesito hacerlo en un lugar más avanzado del cual terminó”.

Ema le contó a su mamá lo que vivió con Carolina y le confió su secreto: también le gustaban las mujeres. Contra todo pronóstico, recibió la contención que su yo de 17 años tanto quiso. Lo mismo pasó con el resto de los integrantes de su círculo familiar. “Ella sabía que era de las trabas más grandes para mi y ese fue el primer paso para demostrarle que esto iba en serio y que me estaba moviendo con mis frenos y las inseguridades que me tenían indecisa”, señala.

Carolina se sorprendió ante todo lo que Ema había hecho por sí misma y para poder estar con ella. Cuando conversaron ambas confesaron que siempre sintieron amor más allás de la amistad por la otra, pero que perder la relación que tenían era algo que ninguna iba a transar. Se besaron y desde ese momento comenzaron a estar juntas. 

Por su parte, Carolina también le contó a sus papás y este sábado, por primera vez en su vida, presentará a Ema como su pareja ante su familia. Ya no tienen miedo por ser juzgadas porque saben que su amor es más importante. “No me arrepiento de este remember y seguimos juntas y por buen camino”, dice riendo.