Esas historias que a todos nos encanta escuchar pero nadie quiere vivir.

Creo que todos estamos de acuerdo cuando digo que no hay mejores historias para escuchar que los agarrones de los amigos, sobre todo cuando no terminan como ellos (y nosotros) esperábamos, dándonos material para reír horas y horas cada vez que lo recordamos.

Es por esa razón que recopilamos cuatro de los peores/mejores touch and go, que definitivamente terminaron siendo touch and run

Amor de primos (Claudia, 28)

“Mi hermano estaba estudiando ingeniería en sonido y llegó contando a mi casa que se había hecho amigo de un gallo que tenía un nombre completo muy particular. Mi mamá tenía el mismo apellido entonces le dijo que le preguntara si era hijo de X persona. Resultó que si era hijo de esa persona y ella era prima de mi papá, entonces mi hermano, yo y el niño de nombre particular éramos primos de segundo grado.

Pasaron cinco años o más de que ocurrió esto y conocí a un weon por Tinder, nos juntamos un par de veces y en la segunda cita agarramos. Su nombre me sonaba pero no me acordaba de dónde. Pensé que podía ser el amigo antiguo de mi hermano (porque se cambió de carrera y nunca más se vieron), pero no estaba segura porque no tiene el mismo apellido que nosotros, sino que tiene el mismo cuarto o quinto apellido de mi papá.

Cuando nos juntamos de nuevo le mandé un mensaje a mi hermano preguntándole el nombre de su ex compañero, pero por la fiesta, el trago y la calentura no pesqué más el celular. Al otro día mientras él estaba durmiendo revisé el teléfono y mi hermano me corroboró lo que no quería leer. Efectivamente me había tirado recién a mi primo de segundo grado. Arranqué sin despedirme y he pasado cuatro años esperando no encontrármelo.


 Residencia definitiva (Ignacio, 27)

“Conocí a una chica venezolana muy linda, bailamos un rato y nos tomamos unos tragos. Cuando se acabó la fiesta la invité a mi casa donde empezó a ocurrir la magia. Me preguntó si usaba condón y le dije que siempre, pero me pidió que no usara esta vez y le dije que bueno. Empezamos a tirar, fue todo genial y cuando estaba por acabar me preguntó si ya iba a terminar. Le dije que si y me dice: “Por favor acaba adentro mío que no tomo pastillas, me encantaste y quiero tener hijos contigo”. Acto seguido me agarró el pene y los cocos con las dos manos para que no los pudiera sacar.

La tuve que empujar para no irme adentro y le pregunté qué le pasaba. Cuando logro sacarla (por suerte no me alcancé a ir), ella se dio vuelta y se abrió de piernas rogándome que me fuera adentro suyo mientras me trataba de agarrar. Me decía sin parar que mañana mismo podíamos firmar un papel en el que yo renunciara a mis derechos y deberes de paternidad.

Estaba asustadísimo, pero no podía correr porque era mi propia casa.


Fail platónico (Lola, 40)

“Me gustaba un niño cuando era chica y nunca me dio bola porque yo era muy flaca, no tenía tetas ni culo y siempre le gustaron otras compañeras. Muchos años después me lo encontré y volvió el amor platónico. Yo estaba mejor parada en ese entonces, así que no fue muy difícil ponernos manos a la obra. Nos escapamos de la fiesta donde estábamos y fuimos a un motel.

Al parecer lo idealicé demasiado y por mucho tiempo, porque cuando tuvimos relaciones todo acabó al minuto y medio. Su miembro era chico y no era ni chicha ni limonada, nunca supe si estaba parada o muerta. Seguimos conversando de la vida, nos pasamos los teléfonos, nos pusimos al día con la vida y cuando quiso pasar a la segunda patita me dieron los monos y le dije que me dolía la cabeza y que por favor me llevara a mi casa.

Y así fue que a mi amor platónico de la infancia nunca más lo vi y nunca más le respondí el teléfono.


Zorrón heterocurioso (Rodrigo, 21)

Estaba pasando a segundo medio, tenía 15 años y estaba en Con Con con unos amigos tomando en la playa. Típico carrete de balneario abc1. Yo era el único gay (del que se supiera) porque todos eran hétero perritos jotéandose a las minas, entonces mis noches de carrete eran muy raras: sólo era curarme y huevear porque no había nadie con quien agarrar. Estábamos carreteando y se me acercó un cabro. Nos pusimos a conversar de la vida y en un momento me dijo que nos fuéramos “más para allá”. Me contó que hacía ballet y que estaba pololeando con una mina que yo cachaba.

En un momento me empezó a preguntar sobre la vida gay y le conté cómo había salido del closet. Después me preguntó por el sexo gay. Yo pensaba en mi cabeza ‘qué onda esto’. Le pregunté qué era exactamente lo que quería saber y me dice que quería probarlo.

Estábamos los dos super curados y la polola estaba ahí mismo. Fue todo muy freak. Caminamos hasta las dunas y nos pusimos a agarrar, terminamos en pelotas, no sé cuánto rato estuvimos ahí. Me culió mucho rato pero fue la peor experiencia… terminamos todos llenos de arena.

No lo vi más hasta que pasó un año y me lo encontré en Con Con de nuevo. Obviamente cachó quién era pero no nos saludamos y fue muy incómodo.