María Emilia Tijoux es investigadores y académica de la Universidad de Chile. Tijoux ha investigado encarecidamente durante los últimos diez años, y uno de sus más importantes aportes a la construcción de conocimiento ha sido su trabajo sobre la población migrante en Chile.

Corría la dictadura militar en Chile y María Emilia Tijoux fue encarcelada, partió al exilio en Francia y se mantuvo con sus maletas hechas pensando que en cualquier momento podría volver a su país.

“Allí estudié Educación Especializada, una profesión muy útil que en Chile no existe e implica estar muy cercana al mundo de la exclusión, a personas que viven en condiciones extremadamente duras. Pasas por una serie de talleres en los que trabajas tanto en casas, como en cárceles y la calle. Es un amplio abanico donde el trabajador social de tipo más administrativo entra poco”, dijo.

Conversamos con María Emilia Tijoux sobre su trabajo, las ciencias sociales, mujeres y la inmigración.


Racismo y el cuerpo de las mujeres negras

El racismo, la figura de las esclavas y el uso que se hizo de ellas en Chile y en todo el mundo quedó, como diría la académica, “enganchado en los cuerpos de las mujeres”, esto se ha visto revertido por los grupos de mujeres en el norte quienes a partir de sus reivindicaciones vuelven a sus orígenes negros y aplauden a sus ancestras y ancestros.

Tijoux piensa que la figura del racismo se ha ocultado en Chile, se ha naturalizado y a quienes lo acusan se les acusa de vuelta de exagerados o de traidores a la patria.

Sin embargo hay un punto poco discutido: la exotización del cuerpo negro. Para la profesora es una sexualización racializada y tiene que ver con un mercado sexual, en el que los clientes son chilenos y chilenas, también la idea que implica considerar a alguien de piel oscura como inferior. Es un cúmulo de situaciones que actúan como capas de racismo en la sociedad, por sobre todo, chilena.

“A mí me parece que esto no debería verse solamente afincado en lo que ocurre hoy, sino que para poder comprender lo que ocurre o nos ocurre como chilenos ante el encuentro con personas de piel negra tiene que estar todo vinculado con la historia y las estructuras económicas, porque la historia es una cosa y las estructuras económicas y políticas deben ser entendidas también, como lo que ha sido el mercado de la venta de personas, y hoy esa situación que tiene una reminiscencia en la esclavitud surge de nuevo y en caso de las mujeres son ellas las que lo pasan más mal en Chile”.

Por una parte en el país se ha normalizado el castigo, las burlas, las humillaciones, la envidia a las mujeres negras por su forma de ser, de caminar, de hablar el español, de bailar, de vincularse con los demás, de ser afectuosas, de ser amables.

Por otra, “es curioso porque chilenos y chilenas van al Caribe de vacaciones y van de cierto modo a buscar lo mismo” de lo que escapan. Entonces este maltrato y sexualización racializada sobre las mujeres inmigrantes es algo que “hay que seguir analizando” para que terminemos de hacerlo.


La raza no existe

Uno de los problemas más grandes sigue siendo el hablar de “razas”. Ese es el problema. “Por eso deberíamos encomillar tanto cuando se dice como cuando se escribe, porque no existen, no tienen sustento científico porque no hay nada que pueda sostener el lenguaje racial”, dice Tijoux.

Este término se utilizó en la antropología del siglo XIX, incluso en las Ciencias Sociales y en la literatura. “Hoy resurge en boca de personas públicas de este país para hacer diferencias entre lo que sería ‘la raza buena’ y ‘la raza mala'”.

Quilicurarte | Para Tijoux la mujer migrante siempre recibe el golpe más fuerte del racismo

También se utilizó para invitar a los inmigrantes a mejorar la raza chilena “y no se planteó como un problema, pero hoy lo es porque se racializa a los inmigrantes, se les subordine, se les mira negativamente, se les supone como enemigos, como invasores, cuando en realidad son trabajadores que vienen simplemente a contribuir a la vida chilena“.

No hay que hablar de raza como dice la docente, si consideramos a otra persona como un igual no es necesario ningún concepto porque “entre nosotros no nos diferenciamos, salvo que por ejemplo hablemos de la gente del campo, a nuestros pueblos originarios, o a nosotros mismos como chilenos como inferiores”.


Nuevas generaciones

Las nuevas generaciones, en los establecimientos escolares públicos -donde van los inmigrantes porque no pueden costear otro- no hacen diferencias por color “esto de diferenciar al otro e inferiorizarlo es una enseñanza que viene de la familia y de la propia sociedad, por lo tanto tengo muchas esperanzas en que las nuevas generaciones ya convivan con todo tipo de personas sin que se hagan mayores problemas porque va a ser parte de su realidad”.

El racismo y la misoginia van de la mano, son siempre las mujeres negras a quienes el golpe les cae más fuerte. Hay todo un proceso social que las empuja al fondo y que no les permite salir de ahí.


**María Emilia ya no es coordinadora del Doctorado en Ciencias Sociales, ahora se dedica a la investigación y a los ámbitos académicos.