Marialy Rivas se prepara para estrenar Princesita, su segundo largomentraje. La directora cuenta cómo se sumergió en la oscuridad del mundo de la violencia de género y el abuso de menores para construir una necesaria historia basada en hechos reales.

A Marialy Rivas -directora de la exitosa película del 2012, Joven y Alocada– le gustan los cuentos de hadas, pero no las azucaradas versiones de Disney. Rivas prefiere las historias de los hermanos Grimm, donde la Bella Durmiente no solo recibe un beso del príncipe, sino que es violada por él, despertando meses después para dar a luz a los gemelos nacidos producto de la violación. Inspirada en la sordidez de estas historias y sobre todo en la vida real, Princesita, su último largometraje, promete ser un oscuro cuento de hadas.

Princesita cuenta la historia de Tamara (Sara Caballero), una niña de 12 años que vive en medio de un bosque hermoso y fértil, pero a merced de un lobo feroz. Tamara creció sin sus padres, al cuidado de una secta en el sur de Chile comandada por Miguel (Marcelo Alonso), quien ve a Tamara como la “mujer” responsable de ser la madre del salvador que nacerá de la unión de los dos. En el camino se enamorará de un compañero de curso, quien será su “príncipe azul”, y como toda princesa también tendrá un “hada madrina”. Sin embargo, y a diferencia de los cuentos, será la princesa la que deberá reaccionar y salvarse a sí misma.

 

¿Cuál es el caso que inspiró la creación de Princesita?

Fue una noticia que leí por el 2012. Era una familia del sur de Chile, compuesta por puros hombres y una niña. Ellos decían que esa niña iba a ser la encargada de traer al mesías que iba a habitar el fin del mundo. Ese fue el punto de partida, la inspiración. Pensé qué fuerte que estos hombres no vean en esta niña un ser humano, solo ven un vehículo de sus objetivos. Pensé que era una metáfora profunda del lugar de lo femenino en el mundo, y en este contexto tan abusivo es donde se construye la identidad femenina.

Para la directora, el cine es una máquina de empatía. Pero en la cinematografía mundial, el 96% de las historias son sobre hombres blancos y heterosexuales. La protesta a esta realidad es la principal razón por la cual, tanto en Joven y Alocada y como en Princesita, ambos personajes principales son mujeres jóvenes, atrapadas en contextos conservadores y opresivos. “Cuando solo ves un tipo de personaje una y otra vez empatizas con esos sueños, esos deseos, esos dolores y se termina creyendo que esa es la regla: que así se experimenta el amor, los sueños, y que todos debemos desear eso. Mientras más diversidad haya en el cine más nos enriquecemos todos como sociedad. Es hora que haya historias de mujeres y que empaticemos con la otra mitad de la población”, asegura.

¿Cómo fue la creación del personaje de Tamara, una niña abusada?

Fue muy doloroso. Yo siempre quería proteger a la niña, hacerla rebelde, pero me fui dando cuenta que un niño abusado no puede contra esto, que el abusador lo tiene seducido, le tiene cambiado el sistema moral. No se pueden revelar contra su abusador porque los niños son seres indefensos ante esos adultos, porque ese adulto es su casa, es quien lo alimenta, quien lo viste. Es tremendo entrar en ese lugar, entender lo presa fácil que es un niño para un adulto perverso. Es muy fuerte.

Debido a los temas que toca la película, el trabajo con Sara Caballero y los demás niños fue especialmente cuidadoso. Participó una entrenadora de actuación argentina, María Laura Berch, que ha hecho 70 películas con niños y muchas de esas con temas complejos. Para las escenas más difíciles, que pudieran asustar o incomodar a Sara, se utilizó una doble de cuerpo.

Marialy Rivas es enfática en que la delicadeza de la película reside en que esta no es explícita sexualmente. “Con Joven y Alocada era distinto, porque eso es goce y eso para mí es sexo. En cambio en esta película hay violencia y abuso y eso no es sexo: es violencia y abuso. Eso no me interesa mostrarlo de manera explícita, pero sí hablar de eso para ponernos al tanto como sociedad” explica.

¿Cómo ves a Chile en las temáticas de infancia?

Lo veo retrasado. El 70% de las víctimas de abuso y violaciones son menores. Diariamente en Chile hay 53 niños abusados: un niño cada media hora, y a nadie le importa, nadie pelea las leyes. Es muy difícil hablar de esto porque pone una bomba al interior de la familia. Lo que se destapó con el Sename fue horroroso y hay que empezar a hablar de esto, hacer leyes. El abuso y el tráfico de niños para prostitución es culpa de nosotros los chilenos y es hora de hacer algo ya.

¿Cómo ves a la industria chilena de cine en temas de género?

Solo un 7% de los directores en el mundo son mujeres, y yo creo que en Chile hay un porcentaje mucho más alto, lo que es raro en un país machista y misógino como el nuestro. Hace tres semanas no teníamos ley de aborto, y eso habla de lo mal que se piensa la mujer, pero al mismo tiempo hay muchas mujeres en el cine. Quizás es porque el cine aún no da dinero, sino que es más por pasión, lo que deja espacio a las mujeres porque nadie está perdiendo dinero por otro lado. Hay muchos directores buenos, pero hay muy buenas directores mujeres.

Uno de los mayores desafíos de la película, cuenta Marialy, fue construir el personaje que interpreta Marcelo Alonso, Miguel, el líder de la secta que pretende tener un hijo con Tamara. Rivas estudió casos reales y el comportamiento psicológico de los abusadores para entender las relaciones de poder: “Sabía que tenía que ser un personaje seductor, porque los niños abusados ven así a sus abusadores, como seductores y fascinantes. Por eso elegí a Marcelo, que es bellísimo, para que como espectadores también nos veamos envueltos en ese personaje. Para mí Miguel representa la masculinidad avasalladora, tóxica, que lo quiere tener y normar todo, que siempre está intentando dominar lo femenino. Cuando tuve que llevarlo a ejecutar este poder sobre una niña fue avasallador para mí, pero ese es el mundo que nos domina y las mujeres somos resilientes, y logramos siempre escaparnos de esa cosmovisión y hacer nuestras vidas a pesar de todo”, confiesa.

La escritura del guión fue nuevamente una tarea compartida con Camila Gutiérrez, quien no solo fue guionista en Joven y Alocada, sino que inspiró esa historia. “Con Camila revisamos muchos pensadores y escritores, sacamos textos de muchos lados porque yo no quería que el personaje de Marcelo fuera una chanta, quería que hablara poéticamente, que nos sedujera con la palabra” confiesa. Pero para el momento en que este hombre se vuelve oscuro, ni Rivas ni Gutierrez fueron capaces de darle los matices “perversos” a este personaje, por lo que tuvo que entrar Guillermo Calderón, guionista de El Club y Neruda, ambas películas de Pablo Larraín. “Me parece bien que este personaje también lo tuviera que pensar un hombre. Los escritores son como colores en una paleta: cada uno tiene su manera y todas van sumando” agrega.

 

¿Cuál fue el mayor desafío de la película?

Esta película fue un desafío en sí misma. Nunca había entrado a la oscuridad. Joven y Alocada era una comedia sexy y juguetona. Esto en cambio fue meterse a mirar el infierno, y eso fue lo difícil: todo se volvió oscuro, se me filtró en la vida, en los sueños. Tener que lidiar con esta historia fue lo más difícil para mí. Es como ponerse unos lentes rojos: empiezas a ver todo en ese prisma y empiezas a entender que hay maldad y perversidad, comienzan a resignificarse las cosas. Después de saber que existe esta maldad y este abuso quieres accionar en el mundo, quieres que lo niños sean protegidos. Me di cuenta que existen seres, estos predadores, que son muy muy perversos.

Princesita se estrena este jueves 19 en Chile. Sin embargo, fue calificada para mayores de 18 años a pesar de que la película no tiene escenas de sexo o violencia explícita. “Me parece absurdo, y creo que responde a la infantilización de la sociedad. Los cuentos de los hermanos Grimm no eran cuentos lindos: había muerte, violaciones y funcionaban como cuentos de advertencia que ayudaban a los niños. Pero estos cuentos fueron infantilizados y por culpa de esto los niños van quedando más lejos de la realidad, lo que los deja más vulnerables. Yo creo que esta película es para adolescentes, perfectamente podría ser para mayores de 14 porque habla de un tema denso pero no muestra nada nada explícito. Películas como It y Anabelle son para mayores de 14 años. No entiendo ese doble discurso”, reclama.

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