En medios de comunicación chilenos aún existen fervientes seguidores de la cara visible de la dictadura Augusto Pinochet, personas que avalan las torturas, las muertes, los cuerpos desaparecidos por lente político autoritario, violento y horrible.
Una de las primeras políticas implantadas luego del 11 de Septiembre fue clausurar medios de comunicación, censurar las noticias e informaciones que no funcionaran como dispositivo para limpiar la imagen de quienes preparaban la toma de un país a manos armadas por el fascismo experimental que dejaría a Chile como un Estado de laboratorio mientras comenzaban a inyectarle altas dosis de neoliberalismo como parte de una ecuación que dejó al país con un opaco velo y cubriendo con sangre todo el territorio.
Gracias a cómo las tecnologías del olvido se han introducido a través del discurso de la parrilla programática los medios y a la espectacularización de la información (trabajo que se toma desde la ligereza, frivolidad y desarticulación de la memoria) es que la permanencia del discurso con el que las políticas neoliberales impulsan este desmonte han sido capaces de trabajar a vista y paciencia de les sobrevivientes de la dictadura sin intentar siquiera que este blanqueamiento de la memoria simule con mayor cautela los lugares desde los que habla.
En medios de comunicación chilenos aún existen fervientes seguidores de la cara visible de la dictadura Augusto Pinochet, personas que avalan las torturas, las muertes, los cuerpos desaparecidos por lente político autoritario, violento y horrible.
No es sólo frente a las cámaras que estos personajes ponen en manifiesto sus lecturas privilegiadas sobre estos fragmentos de la historia para que pierda su valor negativo y se enfrente a una interpelación curada bajo parámetros fascistas que imposibilitan críticas y preguntas e impulsan bajo eslóganes de ciencia ficción frutos que permitirían llegar a una tranquilidad absoluta si se reestructuran las ideas que existen sobre la dictadura, si les otorgan la razón, si les posibilitan sus cuerpos y les dejan ejercer el poder para usufructuar de la ideología ya impuesta. También los altos ejecutivos, hombres en su mayoría, que ocupan puestos de poder comparten ideas impuestas en dictadura y articulan flujos de desinformación para nublar la memoria.
La represión, el mercado y la televisión, como dice Nelly Richard en La Crítica de la Memoria, fueron desde un principio los medios de control con los que la gestión modernizadora de la dictadura implantó todo el sistema en el cuadro de un quiebre adornado por el miedo a preguntar, a cuestionar, a criticar. Como dice Diamela Eltit:
… la microfísica del poder militar y sus aliados civiles habían penetrado todos los espacios de manera incesante para promover la censura y el miedo; ese miedo y esa censura implantadas por el dictador Pinochet
¿Qué se deberían preguntar los medios?, ¿Qué deberían decir los medios?, ¿Quiénes nos están contando las noticias?, ¿Qué noticias nos están contando los medios?, ¿Deberían los medios transparentar sus ideologías políticas o pedir disculpas por los periodos de desinformación a los que algunos se vieron sometidos mientras que otros así lo decidieron?, ¿Cuándo se dará esta discusión en el periodismo postdictatorial en Chile?, ¿Está listo el periodismo en Chile para esta discusión?.
Es importante entender que los procesos comunicativos por los que los medios responden a un modelo de negocios. El financiamiento, o la única manera que tienen los medios para sobrevivir, recoge ideologías implícitas en sus mesas directivas, deben obedecer sin cuestionar a quienes les mantienen. Los diálogos que se gestan a partir de posiciones políticas en los medios, entonces, siempre deben -por obligación- ir en concordancia con los discursos de los financiadores, desde aspectos en lo micro, hasta en el contenido que se publica.
Entonces ¿Cómo emplazar al poder? ¿Cómo generar discusiones genuinas que nazcan desde una previa problematización de la situación precaria en la que se mueven y se gestiona la información en los medios, y por sobre todo el periodismo?.
¿Cómo hacer periodismo en la postdictadura desde un aquí?
Es necesario, entonces, preguntarse por el periodismo, por les periodistas, por quienes gestionan, buscan, investigan, preguntan, entrevistan y escriben sobre procesos críticos de la historia, por lo tanto también por las escuelas de periodismo y por les docentes de estas escuelas.
Es importante continuar, desde los medios, construyendo memoria, desde la brutalidad de las certezas y no desde el decorado postinformativo que invocan los medios que aún ven en sus directorios el mismo peso de la dictadura que vemos todos los días bajo el amparo de una constitución violenta e irracional que no entiende sino a cierto sector de la sociedad, a ciertos cuerpos, a ciertas razas, a ciertas clases y a ciertos fieles aún del dictador.