A los 11 años fue la primera vez que me enfrenté a Internet. Recuerdo esa conexión conmutada de 24 KBPS, que usamos para leer un reportaje acerca del argumento de la primera película de Pokémon.

Ese día algo hizo clic en mi. Ese día comencé a amar Internet.

Era mágico estar leyendo un artículo realizado al otro lado del mundo acerca de una película que eventualmente ni siquiera veríamos en la cartelera nacional. Ese mismo día imaginé videojuegos online, Pokémon en el mundo real (que hasta entonces funcionaba mediante cable) y un montón otras de alucinaciones.

El blog personal era glorioso, lindo, humano.

Ese hito fue tan importante que determinó varias cosas el grupo de amigos que tuve durante todo el colegio, lo que estudié e incluso el hecho de que esté sentado aquí escribiendo esto.


Internet en potencia

Es innecesario ahondar en la historia de Internet, pero quiero recordar con nostalgia y respeto la era –a mi parecer– de oro, aquella en las que el mundo en lugar de aparentar por Instagram, vomitar en Twitter o perder el tiempo en Facebook, nos dábamos el tiempo para mantener un blog personal.

El blog personal era glorioso, lindo, humano.

Para mantener un blog, lo primero que necesitabas era algo que decir, tener un punto de vista y ojalá ser relativamente experto en algo, pero al mismo tiempo, tener un blog, te obligaba a establecer y abrir un diálogo. Si alguien no está acuerdo contigo, tiene la opción de responder largo y tendido, complementar con fotos, enlaces, etcétera. Bloggear era compartir, pero también era aprender del resto.

Lamentablemente, la naturaleza humana más el supuesto poder que entregan las redes sociales nos tiene en crisis. Twitter no solo arrasó con la exquisita dinámica del blog personal, también convirtió esa construcción colectiva en un ir y venir de discursos desarrollados a la ligera, pensamientos al azar, pero sobre todo odio.

Odiar Internet Trolls
Via Revista Time

Cuando tenías un blog, lo único que buscas es compartir. Las redes sociales apestan porque sus incentivos no son los correctos ya que lo único que dan es validación superficial de tus pares o, de tus iguales.

El activismo disfuncional

Yo sé de esto, tú de aquello y mi amigo de lo otro. Lo importante de formar comunidades, es que entre todos desarrollen un pensamiento colectivo en el que prevalecen las ideas sólidas o al menos llegas a concensos. Internet está haciendo que por el contrario, nos rodeemos de gente que piensa como nosotros, vive como nosotros y es en realidad un espejo de todo lo que nos pasa.

https://twitter.com/Panchoavila/status/807240819736539137

Si no piensas como yo, automáticamente tu idea es basura; eres un imbécil, “te funaremos” y de paso traiganme los likes y ojalá unos cinco minutos de fama.

Este problema de tolerancia ha afectado incluso la manera en la que hacemos activismo, el que hoy en día lejos de buscar la inclusión, solo ejecuta su retórica al pie de la letra, olvidando matices, semántica y contexto; si no estás con nosotros, estás en contra y por eso te dejo en ridículo o funo.

BASURA.

Ser animalista, significa rodearte de gente que no entiende por qué está mal matar a un perro a palos. Defender los derechos LGBTI, exige rodearte de gente abiertamente homofóbica. Ser feminista, es estar dispuesto a infiltrarte en la parrillada más machista y zorrona que imagines y educar, de lo contrario NO ESTÁS AYUDANDO EN NADA A NADIE.

Rompiendo la burbuja

“Si están cansados de pelear con extraños en internet, intenten hablar con uno en la vida real” fue una de las frases más notables del discurso de despedida de Obama el día de ayer, y representa fielmente esta situación.

Obama está en lo correcto, porque Internet está estimulando aún más nuestra falta de empatía, la que por resultado genera más Comentaristas de Emol, Trumps y Jacquelines Van Rysselberghe.

Gandhi Internet

Robert Sutton, profesor de Stanford y autor de The No Asshole Rule afirma que lo peor que puedes hacer con alguien que te desagrada, es ser desagradable. El ejercicio es rodearnos de personas con diferentes puntos de vista que no tienen miedo de discutir pues nos desafían e impulsan a nuevas ideas.

La realidad, es que estamos a siglos de llegar a eso.

Busca cualquier debate político que recuerdes, abre Twitter 10 minutos o lee los comentarios de los portales de noticias. Todo es una pelea constante con argumentos de 140 caracteres y gente haciéndose callar entre sí.

La situación es tan ridícula e insostenible, que en programas como Modo Termómetro he visto gente que piensa y quiere lo mismo, peleando simplemente porque no se escuchan mutuamente.

¿No me crees? En realidad no quiero convencer a nadie de nada, pues la verdad está ahí a la vista. Por mi lado seguiré creyendo que la mejor forma de ser activista gay es compartiendo con amigos héteronormados patriarcales, quienes al cabo de un tiempo se dan cuenta de lo equivocados que están, mientras de paso yo aprendo cómo mierda se juega a la pelota y así quedamos todos felices…al final del día un fascista menos siempre suma.