“Se fue como 5 minutos, con la cara desfigurada. Yo estaba impactada. Terminamos, se acurrucó en mi y se quedó dormido. ¿Cómo no voy a querer darle constantemente ese mismo orgasmo que he tenido yo?”, dice Manuela. “Los hombres tienen miedo de atravesar ese umbral”, dice Zacarías sobre el pegging.
*Los hechos son 100% reales, pero los nombres fueron cambiados a petición de la pareja que nos contó su historia.
Manuela y Zacarías se conocieron a través de Tinder hace un par de meses y comenzaron a construir una relación. Al mismo tiempo en que iba creándose una química sexual plena, la emocionalidad también se hizo cargo de fortalecer un lazo de confianza absoluta. Un día, cuando ambos estaban conversando, Manuela le preguntó a Zacarías cual era su fantasía sexual. Con convicción, cuenta ella, él le dijo que ninguna. Ella respondió con una propuesta: el pegging.
El pegging es descrito como una práctica sexual que consiste en que una persona penetra por el ano a su pareja con un strap on, es decir, un arnés con un dildo. Esto era lo que quería Manuela para chequear de su lista de “cosas sexuales que hacer” y que tiene un poco de justificación en la televisión.
La delgada línea entre la ficción y la realidad es fácil de cruzar. Partió como una broma en una junta de amigas obsesionadas con la comedia más feminista de la televisión actual. Hablamos de Broad City. En el cuarto episodio de la temporada dos, Abbi (Abbi Jacobson) tiene sexo con su vecino y en un intercambio de palabras, él le entrega un strap on con un dildo para que le haga sexo anal. Sírvase observar este video. Manuela dice que ese fue el momento exacto en que la idea se plantó en su cerebro y no salió más hasta florecer en la realidad.
Volvamos a la historia. Cuando escuchó la palabra pegging, Zacarías no sabía lo que era. Ella le dijo que lo googleara. Días después, él le escribió por Whatsapp diciendo que necesitaban hablar: “Yo creía que me iba a patear, pero no. Me dijo: ‘Hagámoslo'”.
Zacarías le planteó a Manuela que fueran a comprar un strap on y ella, en shock, le dijo que se espere. Que como lo van a hacer tan rápido. Que quizá mejor empezar por un dedo primero. Él le aseguró que ya tenía cierta experiencia en el tema. Fueron juntos a un sex shop, compraron el strap on y el dildo.
El mismo día lo probaron. Manuela, nerviosa, se puso el strap on, pero sin dejar de lado el juego previo. Para comenzar es necesario estimular la zona, explica. Con el dedo se estimula el perineo para masajear la próstata, dónde se aloja el punto G masculino, agrega.
Como una revelación, todo le quedó claro cuando vio su cara. “Me vi a mi misma cuando yo tenía orgasmos. Estaba completamente ido, con los ojos cerrados, con cara de ‘tu tienes el poder'”, dijo Manuela.
La primera vez siempre es de exploración. Los primeros movimientos para una mujer son torpes, pero con práctica necesarios para ir encontrando un ritmo. Él llegó al orgasmo a través de la eyaculación.
La segunda vez corroboró la importancia del pegging en sus vidas.
El orgasmo anal, según Manuela, es comparable al orgasmo femenino: “Fue largo, muy largo. Se fue como 5 minutos, con la cara desfigurada. Yo estaba impactada. Terminamos, se acurrucó en mi y se quedó dormido. Cuando lo conversamos, me empezó a describir lo que había sentido parte por parte y era igual que lo que yo he sentido teniendo un orgasmo. ¿Cómo no voy a querer darle constantemente ese mismo orgasmo que he tenido yo?”.
Zacarías también tiene que decir algo al respecto de la experiencia. “Esta cuestión es un tabú, como que no es aceptado por la sociedad, y es algo que me parece machista y estúpido. Es parte de la cultura patriarcal reprimir a las personas, no solo a las mujeres. Dentro de la sociedad patriarcal hay un rechazo a la vida sexual ‘alternativa’. Eso es algo que hay que romper. Los hombres también tienen miedo de atravesar ese umbral y explorarse a si mismos”.
Manuela opina algo similiar. “Esto ha hecho que yo acepte mi propia sexualidad, donde encontré un rol que me gustaba mucho y era muy ajeno a la heterosexualidad que vivimos. A mi me gusta vestirme como hombre, me gusta la estética masculina. Otros días que quiero ser femenina. Y en la sexualidad es lo mismo: hay días en que quiero ser sometida, otros que quiero tener relaciones sin juego de poder, alguno donde quiero dominarlo completamente. Son muchas opciones. Y eso es lo bacán del pegging. Yo también puedo explorar, y esto funciona en una relación de confianza, donde quieres que la otra persona disfrute. El hombre también vive las consecuencias del machismo, de cumplir un rol. De ser el protector, el pilar fundamental, llevar el control de la sexualidad. El hombre tiene que controlar su orgasmo, casi no disfrutan la sensación de estar con una mina. Al hombre se le ha castigado tanto como a las mujeres con la obligación de cumplir con los designios del patriarcado, negándoles este hermoso placer. Muchas más gente debería hacerlo. Nosotros no vamos a parar”.
*Las ilustraciones son obra de @buguwa para nuestra sección Viernes Heavy.