A sus 34 años, la cantante ya había protagonizado numerosos conciertos alrededor del mundo, hasta el punto en que el director sinfónico austríaco-argentino, Erich Kleiber, la invitó a interpretar La flauta mágica de Mozart en el Royal Opera House de Reino Unido, instancia en la que impresionó a los asistentes con su voz y sus atuendos que reivindicaban la cultura indígena.
Existen muchas historias acerca de artistas chilenos que han impactado tanto en el país, como también en el continente y en el mundo entero, pero una de las más interesantes también es una de las que menos se ha hablado en la actualidad.
Uno de los capítulos del podcast Para que no me olvides de Radio Cooperativa relata la experiencia de la soprano Rayén Quitral, quien desde que empezó una carrera musical en su juventud, cautivó con su voz a países como Chile, Argentina, Perú, Uruguay, México, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido. Pero antes de figurar en los teatros y medios de comunicación durante las décadas del 40 y 50, la artista pasó por un proceso de descubrimiento, el cual más tarde se tradujo en que llevara los símbolos de sus raíces indígenas hasta escenarios tan grandes como el Royal Opera House de Londres, uno de los más importantes a nivel internacional.
Nació el 7 de noviembre de 1916 en Iloca, una localidad costera ubicada en la Región del Maule. Ahí, sus padres trabajaban en un hotel que llevaba el mismo nombre que la ciudad y que recibía turistas frecuentemente, mientras la pequeña María Georgina Quitral jugaba por los alrededores con su hermana Elsa y dedicaba gran parte de su tiempo a cantar.
Un día, uno de los visitantes escuchó su voz y quedó sorprendido con la capacidad que tenía para interpretar las canciones, por lo que, al percatarse de que su familia no tenía los recursos necesarios, se ofreció para ayudarles a hacer que la joven desarrollara su talento de manera profesional.
De esta manera, viajó a Santiago para estudiar canto y descifrar su identidad como artista, con el propósito de también reivindicar sus orígenes mapuches y picunches. Y precisamente, uno de los pasos más importantes que realizó fue empezar a presentarse como Rayén Quitral, debido a que su apellido, en mapudungún, significa “fuego”, mientras que el nombre que adoptó puede traducirse como “flor”. Así, a los 21 años, debutó profesionalmente en mayo de 1937, como una Flor de Fuego que cautivó a la audiencia del Teatro Central de la calle Huérfanos en Santiago.
Pero además de su capacidad vocal para abarcar una amplia cantidad de notas en diferentes octavas, la artista también destacó por su vestimenta rupturista para los recintos de conciertos la época, debido a que cantaba ópera con prendas tradicionales indígenas, tales como un trarilonko de plata que lucía alrededor de su cabeza y una trapelacucha que cubría su busto.
Tales factores se tradujeron en que la fanaticada de la música docta la posicionara como una verdadera estrella por su repertorio, el cual abarcaba desde clásicos del género hasta títulos populares de la escena chilena, como “El Copihue rojo”.
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Aquella propuesta la llevó a presentarse en diversas salas de conciertos alrededor del continente y del mundo. Ya en 1941, había protagonizado cinco funciones de La flauta mágica de Mozart en el Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, el cual es uno de los más destacados a nivel internacional. Su impacto fue tan grande que el director austriáco-argentino, Erich Kleiber, quedó fascinado con su actuación y la invitó a realizar otra presentación más de la misma obra para el año siguiente. El éxito fue arrollador.
A sus 34 años, visitar distintos aeropuertos, salas de ensayo y teatros ya era parte de la rutina de Rayén Quitral, quien ya era reconocida globalmente, hasta el punto en que 10 años más tarde, Kleiber le preguntó si quería repetir la misma presentación que hizo en Argentina, pero esta vez, en el Royal Opera House de Reino Unido. Su respuesta fue afirmativa. Así, viajó a tierras británicas para sorprender al público en pleno invierno londinense, como una Flor de Fuego que abrazaba las mentes de hasta el último de los asistentes entre el público.
Pero a pesar de que durante la década del 50 su talento todavía era reconocido a nivel internacional, a inicios de la del 60 empezó a perder la voz y, por lo tanto, dejaron de llamarla para hacer presentaciones. A partir de ahí, volvió a establecerse en Chile para hacer clases en liceos y hospitales psiquiátricos, mientras que su fama y sus ingresos ya no eran los mismos de antes, por lo que recibió una pensión vitalicia del gobierno para sobrevivir en sus últimos años de vida hasta su muerte, el 20 de octubre de 1979.
A pesar de que varios de los registros de su voz se han perdido con el tiempo, aún se pueden encontrar algunos como “El Copihue rojo”, “Mapuche”, “Una pena y un cariño”, entre otros, en plataformas como Youtube, mientras que también figura en la red social un documental titulado Rayén Quitral: soy una chispa de fuego, el cual fue elaborado por la Asociación indígena Eymi Piuque Eymi Ruca de Licantén con el apoyo de la Subdirección de Pueblos Originarios de la Región del Maule.
Puedes ver el registro audiovisual a continuación: