Cuando Rodrigo Uribe tenía 11 años hizo una búsqueda en Google que le cambió la vida. Al teclear el nombre de su abuelo materno, Horacio Otaiza, descubrió que participó en el Golpe de Estado del 73 y que estuvo directamente relacionado con episodios de tortura a ciudadanos chilenos. Motivado a romper el silencio y a buscar justicia, Uribe se unió a una agrupación de familiares de criminales de lesa humanidad y se propuso contribuir desde su trinchera y dejar de cargar con una culpa que no es suya, pero que le pesa. Esta es su historia.

El antropólogo Rodrigo Uribe (26) creció escuchando a su familia decirle que su abuelo materno, Horacio Otaiza López, lo cuidaba desde el cielo. Nunca lo conoció, porque falleció en un accidente aéreo en 1975 durante una prueba para ascender a General de las Fuerzas Armadas de Chile, así que solo recuerda haber estado acompañado por esta figura espiritual protectora. Desde la ingenuidad de su niñez y la lejanía de la presencia física de su abuelo, le tomó cariño.  

Inconscientemente normalizó no tenerlo cerca, ni escuchar a su madre hablar mucho de él. Y no fue hasta que uno de sus compañeros de curso le contó que solo le quedaba un abuelo con vida, que entendió que debería haber más información sobre su tata de la que conocía. Y una tarde cuando tenía 11 años, todo lo que pensaba de su familia cambió tras una búsqueda en Google.

Con la intención de ver qué entradas aparecían cuando escribía su nombre completo, le entró la duda de saber qué pasaría si googleaba a sus familiares. Comenzó con su núcleo más cercano y fue escalando. Escribió Horacio Otaiza López y el primer link era una reseña donde su nombre aparecía en una lista de personas bajo el nombre ‘Criminales’.

Mi abuelo fue un torturador y estuvo muy involucrado en la dictadura de Augusto Pinochet”, relata. Pero en ese momento, siendo menor de edad en una familia militar, no entendió lo que leyó. Del dictador solo sabía que había hecho “cosas malas”, pero la dictadura jamás fue un tema dentro de su casa. Cuando veían las noticias del juicio de Pinochet en 1999, él preguntaba por qué estaba pasando y su familia le entregaba respuestas vagas.

Así que cuando vio el nombre de su abuelo junto al de Pinochet supo que tenía que preguntarle a sus cercanos. Lo hizo en una comida y nadie respondió. El tema se transformó en un tabú del que por mucho tiempo nadie se atrevió a hablar.

Cuando logró entender las acciones que hizo Horacio durante la dictadura militar pensó en que todo sería mejor si no hubiera nacido. Se sintió horrorizado, pero también reflexionó: sin su abuelo, ni él, ni su familia existirían. 

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“¿Cómo llegaste a torturar gente? ¿Cómo llegaste a participar e involucrarse en un Golpe de Estado? ¿A derrocar a un presidente electo democráticamente?”, dice que se preguntaba y que, si pudiera, le preguntaría a su abuelo.

Desde entonces se ha dedicado, a veces por su cuenta y otras junto a alguno de sus hermanos, a recopilar toda la información posible de su abuelo materno. Rodrigo cuenta que nunca termina de encontrar historias de lo que hizo Horacio en vida y que su presencia pasó a ser la de un fantasma que vive en su mente y que ha permeado algunos recuerdos. “Imaginaba mi propio nacimiento con un fantasma uniformado mirándome”, relata.

Uno se repite que la culpa no se hereda: lo que hizo él es su historia y yo tengo la mía”, explica hoy a través de una llamada de Zoom. Pero es difícil desligarse de las raíces, o así nos cuenta Rodrigo. Sin embargo, cuando sintió que tenía que terminar con el legado de su abuelo, conoció Historias Desobedientes, agrupación de familiares de los responsables de crímenes de lesa humanidad en las dictaduras de Chile y Argentina. Su emblema es: no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. “No estamos a favor de nuestros familiares”, recalca Uribe.

“Los militares han servido de instrumento a ciertas oligarquías locales y el rol de mi familia es ese: estuvieron metidos en eso, lo cual no quiere decir que uno no pueda romper con esa cadena”, sostiene. Pero, ¿cómo terminar con este ciclo en un país con las heridas aún abiertas? 

Rodrigo dice que desde su activismo como familiar de un violador de Derechos Humanos quiere aportar con dar a conocer el funcionamiento interno y psicológico de las familias de las Fuerzas Armadas para, “ buscar una reforma que cambie ese rol histórico”. Esto porque considera que, “todos potencialmente podemos ser genocidas, pero ¿por qué se reúnen las condiciones para que esta persona lo haga? y ¿Qué podemos aportar en el debate público para evitar que este tipo de acciones se repitan en el futuro?”. Esa es su lucha.

Cuando le preguntamos si alguna vez se ha cuestionado cómo sería contárselo a sus descendientes, se detiene a pensar. “No te niego que lo he pensado”, dice, “Lo que me motiva es que no quiero que lo descubran como yo lo hice; quiero que sepan que hubo una dictadura, que nuestra familia participó y que su abuelo estuvo en la gestión del Golpe de Estado y, en paralelo, planificando otro”. Rodrigo quiere romper el círculo, pero no olvidar su pasado familiar. No esta vez.