Roger Ballen, fotógrafo de Die Antwoord: “La gente debe entender lo que habla”

El fotógrafo, con estudios en Sicología y Geología, vino a Chile a mostrar su trabajo incómodo y revelador.

Texto: Rodrigo Ferrari

Retratos: Paloma Palomino

Fotos: Roger Ballen

Hace algunas semanas pasó por Matucana 100 la primera muestra individual del fotógrafo norteamericano Roger Ballen, curada por Montserrat Rojas Corradi. La exposición llamada “The Place of the Ballenesque” se ve como una simple retrospectiva, cuando en verdad se trata de un viaje al interior de la mente del autor de una de las series fotográficas más impactantes, provocadoras y honestas sobre la condición humana.

Ballen saca fotos desde los años sesenta. El trabajo de su madre, editora de la agencia Magnum, lo hizo tomar contacto con la fotografía desde temprano y con muy altos estándares. La disciplina la cultivó en paralelo a su estudios en sicología y, más tarde, geología; ciencia que lo acercaría al campo sudafricano y donde comenzaría una etapa en que la observación de su entorno dio paso a un viaje más bien interno que no deja indiferente y que -como el mismo lo dice- lo llegó a transformar en un artista.

En 2011, se abre paso en la cultura moderna dominada por Internet, a partir de la colaboración que realizó con la banda sudafricana Die Antwoord, quienes adoptaron la estética de Ballen para el video del single “I Fink U Freeky” y a través de quienes logró llevar su “retrato de lo absurdo” a nuevas audiencias, con imágenes que esconden un viaje al inconsciente del artista, donde hay más preguntas que respuestas, y si te incomodas es porque viste reflejarse algo donde no lo esperabas.

A pocas semanas del cierre de la exposición, Ballen visitó Chile para realizar algunos workshops y una charla sobre su carrera y obra en Matucana 100. Aprovechamos su venida para conversar sobre su trabajo, su experiencia en la fotografía contemporánea e intentamos meternos en su mente. Un lugar donde él vive feliz, pero donde pocos son capaces de entrar, y menos, entender.

Habiendo dicho que uno se conoce a si mismo a través de su trabajo y tras 50 años de carrera, ¿podrías decir que finalmente “te conoces”?

Tengo una idea sobre mi que siempre regresa. Cuando tenía veintitantos, tenía todas las respuestas. Ya en mis 40 o 50 comenzaron a aparecer muchas buenas preguntas y finalmente, a mis 60, me he dado cuenta que no tenía las respuestas a todas esas preguntas. Entonces, pienso que en la medida que uno se cuestiona sobre su interior, así como el mundo que te rodea y entre más viejo te pongas, puedes alcanzar un estado de nothingness, un especie de vacío en los términos que plantea el budismo o la filosofía.

Por ejemplo, en el video promocional del libro que lanzamos hoy, Ballenesque, se dice que la palabra más importante en el lenguaje es “nada”. No sabes nada y la nada se transformará en nada. Si lo piensas, uno no puede explicar casi nada y eso es bueno. En este libro, no estoy tratando de dar a entender la realidad. Eso sería demasiado complejo. Lo que busco con mi fotografía es representar el enigma de la realidad, no explicarla.

Al final, qué significa “conocerte a ti mismo”. ¿Qué es lo que sabes, al final? Dependerá de qué tan filosófico te quieras poner. Lo que sabes, finalmente, podría ser solo una ilusión y las ilusiones son importantes también. En la medida que me hago más viejo, me hago también más sabio y tengo un mejor entendimiento de la condición humana, de la mía propia y la del mundo que me rodea. Mi fotografía ha sido testigo de ese proceso y me ha acompañado en esa búsqueda.

Sueles responder cuestionando los conceptos que usa quien pregunta, ¿a qué se debe esta necesidad por precisar el lenguaje?

No intento provocar a nadie, pero defiendo lo que hago. La gente muchas veces usa un lenguaje muy superficial para definir algo que es complejo y que va más allá del simple entendimiento. Hay que tratar de que la gente entienda de lo que está hablando.

Lamentablemente, la mayoría ve la fotografía, el arte, y quizás hasta el mundo entero, de una manera muy auto complaciente y amoldada por la cultura en la que viven. Al momento de definir belleza, probablemente, muchos lo harán desde la idea que Hollywood ha logrado imponer. Al final, ¿qué es bello? Si alguien dice que mis fotografías tienen una esencia de fealdad, ¿qué es lo feo? ¿Cómo se llega a ese concepto? Porque desde la naturaleza no existe algo como lo bello o lo feo. Dependerá mucho de lo que cada cultura se haya encargado de definir.

La gente debe entender las palabras que usa y ser más conscientes de lo que dicen. Las preguntas esconden mucho del estado de la mente de las personas. Sus propios miedos y ansiedades están representadas en mi obra o en la obra de otros. Es algo a lo que estoy acostumbrado. Mis fotos en verdad tienen impacto en otros. Si lo piensas, podría ser peor. La gente podría querer solo preguntarme qué cámara uso, pero la mayoría de las veces, la gente que ve mis fotos no las olvida. Se van con algo de ellas en sus mentes, impactando su estado de consciencia de una manera difícil de explicar.

Los dibujos y pinturas que antes tenían un rol más bien secundario en su obra, comienzan a tomar cada vez más protagonismo. ¿Qué motivación hay ahí?

Los dibujos incorporan una nueva capa a mi trabajo. No necesariamente una nueva conceptualización, sino más bien la representación de una realidad psicológicamente más compleja. A esa realidad es lo que llamo ballenesque. Mis dibujos extienden mi estética a nuevos géneros y hace muy gratificante lo logrado con mi trabajo. No es fácil vincular la fotografía y la pintura de una manera orgánica. Los dibujos tienen un significado intrínseco, es cierto. La imagen puede comenzarse con un dibujo, o éste podría ya haber estado ahí, en la escena, o puede venir en medio del proceso o al final. Lo importante es que esos dibujos sean parte de la imagen y eso no es fácil de lograr.

Estudiaste Sicología y luego emprendiste estudios de Geología. ¿Por qué? ¿Qué hubo de apasionante acerca del estudio de la tierra para un fotógrafo?

Nunca quise ser un fotógrafo profesional. No me había interesado hacer fotografía hasta los 60. Siempre amé este oficio. Siempre me ha apasionado, pero no había mercado para mi. Yo quería un trabajo en el exterior. No quería estar encerrado. Quería algo que me relacionara a la naturaleza y por eso de verdad sentí que había algo espiritual en trabajar con la tierra y siendo un geológo de exploración, me gustaba pensar que mi trabajo consistía en salir al exterior y encontrar un tesoro. Buscar, aunque muchas veces volvieras sin nada. Pero, también, había días en que tenías mucha suerte, como si te hubieras ganado la lotería. Lo más parecido a mis sueños de niñez cumplidos.

Fui mi propio jefe por 25 años. Trabajaba en geología y tomaba fotografías al mismo tiempo, sobre todo durante mi paso por el campo sudafricano en los 90. Era una situación en la que todos ganaban y una realidad a la que pocos pueden acceder. La mayoría de quienes quieren ser artistas/fotógrafos no logran costearse su propia vida. De ahí que no se logre el balance entre hacer lo que te gusta y poder vivir. Yo fui muy afortunado de poder hacerlo.

Si la fotografía es el reflejo de la propia mente, ¿cómo es la mente de Roger Ballen? ¿Qué la compone?

Verías cosas a las que ni yo puedo ponerle palabras. Porque al final, prácticamente todo lo que involucra a la mente no es verbal. El cerebro es la mente y está creando una consciencia, pero al mismo tiempo el cerebro es el encargado de regular funciones como la vista, el ritmo cardiaco o el sistema inmunológico. Entonces, todo funciona de una manera casi milagrosa. Ahí es imposible entender nada. Si quisieras en verdad saber cómo es la mente, te perderías. Es compleja, profunda y muy misteriosa.

¿Qué diferencia a quienes sacan fotografías de los fotógrafos y de los artistas/fotógrafos?

El asunto radica en qué es el arte. Qué es una pieza de arte. Qué es buen arte, el mal arte. Porque lo que uno ve como una pieza artística, otro la verá como una pieza documental y quizás alguien más como una simple imagen. Y ahí es justamente donde se genera el problema.

En mi caso, se podrá decir que era un fotógrafo porque cuando estaba haciendo mi trabajo era un observador. Estaba tratando de capturar lo que hay allá afuera. Replicarla en la imagen, documentándola. No necesariamente transformándola. El cambio se produce en el 97 cuando comienzo a verme como un transformador. Alguien que estaba tratando de hacer una declaración a través de mi fotografía que fuera más allá de las circunstancias en las que fue tomada esa fotografía.

Fue en ese momento en que me di cuenta que estaba buscando algo que se tratara más que sobre Sudáfrica, sobre la condición humana en si misma. De ahí que en mi siguiente trabajo, Shadow Chamber, comenzar a preguntarme no cómo era la vida de los sudafricanos post Apartheid, sino si finalmente lo que heredamos como raza humana es el caos o es el orden. De ahí que me di cuenta que hay cosas mucho más interesante de preguntarse más allá de documentar la vida de los sudafricanos.

El 99% de las personas que ven mis fotos nunca han estado en Sudáfrica. Ni siquiera vivieron el tiempo en que fueron tomadas. Sin embargo, esas fotografías tienen la capacidad por si mismas de transformar a esas personas. La fotos, al final, hacen una declaración universal más allá de la realidad sudafricana o de cualquier circunstancia en particular. Y eso ahí cuando la imagen se convierto en una pieza de arte, capaz de ser puesta a prueba a pesar del paso del tiempo.


Por estos días se edita su nuevo libro Ballenesque, Roger Ballen A Retrospective, su primera retrospectiva impresa donde el autor revisa su obra, repasa sus fotografías más importantes e incorpora material inédito hasta ahora. Son más de 300 imágenes, un prólogo escrito por el crítico y teórico cultural Robert J. C. Young y textos del propio Ballen.

Acá el video promocional de este nuevo trabajo.

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