Porque es #viernesheavy y nuestras manos lo saben.
Cuando internet se masificó en nuestro país –por ahí en el 2007, cuando los pokemones repletaban las fiestas y Britney Spears se peló- lo primero que hacíamos después de que el técnico se iba de nuestra casa luego de instalar el router era prender el computador y ver porno.
O por lo menos fue lo que hice yo gracias a mi calenturienta pubertad. Lo cierto es que la expansión de internet privilegió de sobremanera a la pornografía, que se mantenía oculta hasta ese entonces en forma de VHS y DVD`s pasados de moda apilados en las profundidades del Blockbuster o en revistas hechas para un público que las compraba con vergüenza.
Si bien y pese a que la industria ha cambiado su imagen implementando campañas enfocadas en la prevención del VIH o incluso con motivos ecológicos, todavía existe cierto secretismo y vergüenza cuando nos toca asumir el hecho de que sí vemos pornografía.
¿Quién no ha vivido esos segundos de terror cuando alguien se mete a nuestro computador y puede descubrir sin querer los fetiches que vemos en la comodidad de nuestra casa?
Según el sitio PornMD, que monitorea nuestros hábitos de consumo pornográfico, los fetiches de nosotros los chilenos, son específicos y las preferencias varían mucho entre el público heterosexual y gay.
El top five heterosexual se compone de las siguientes categorías:
colegialas, colombianas, anal, home-made anal, y mamá-hijo.
Mientras que en el público homosexual las categorías más buscadas son:
maduros, daddy, bareback (sin condón), flaite y hetero.
Respecto a las mujeres según consta otro estudio publicado por el sitio YouPorn, prefieren material donde puedan sentirse identificadas con la protagonista y donde ella sea quien mande. No existen estudios respecto a las categorías determinadas que consumen al estar la industria enfocada en el público heterosexual pese a que en los años recientes se ha intentado cambiar esta tendencia.
Sin embargo y pese a que el porno es una industria cada vez más amable y cuyo formato se ha adaptado incluso a los celulares
¿Qué dice este tipo de consumo y sus categorías sobre nosotros mismos?
“El estar pegados con un fetiche específico lleva a una eventual parafilia” nos explica la sexóloga Valeria Rosales.
“El consumo parte de una base normal y su adicción conlleva que los afectados busquen estímulos diferentes. El problema de la pornografía es presentarnos esa zona de comodidad donde se complica volver a conectar con la sexualidad de carne y hueso” explica.
Agrega que para que una persona sea considerada adicta a la pornografía debe ver este tipo de material tan solo una vez al día.
El público homosexual también se ve afectado por los cánones que representan los actores en la industria, que cuentan con miles de seguidores en Instagram y Twitter generando una aproximación que hace unos años parecía imposible.
“El porno gay presenta una forma de sexualidad que no es real y produce falsas expectativas sexuales que decantan en complicaciones para mantener relaciones de este tipo en un contexto cotidiano” añade.
La aceptación de la pornografía como una forma positiva de entretenimiento y la idealización del sexo como corresponde reposa sobre una delgada línea que parece inclinarse a favor de la industria del entretenimiento para adultos.
Se ha calificado al porno como una buena forma de evitar contraer ETS y cada vez se habla más de sus virtudes pese a que el sexo en sí sigue siendo un tabú en diversas sociedades del mundo.
Si bien una película porno es la aproximación más temprana que tenemos hacia el sexo, no debería ser considerado como un canon a seguir porque obviamente no es aplicable a la vida real por más empeño que se le ponga.
“La pornografía es vista como una forma de educar y una ventana hacia las primeras experiencias sexuales. Sin embargo, no debería ser calificada de esta manera. La pornografía tan solo es un estímulo, nada más” finaliza la experta.