¿Nos estamos tatuando más en pandemia? En este año y en medio de la crisis sanitaria, todo indica que las personas, en especial la generación Z, lo están haciendo más. O así lo perciben al menos las y los tatuadores.  Hablamos con uno de ellos, un sociólogo y una joven tatuada, quienes además concuerdan en otra cosa: el valor de tatuarse tras la era del covid, no sólo está siendo más aceptado por la sociedad, sino que es una experiencia reveladora en medio del encierro. 

Basta con buscar el hashtag ink (tinta en inglés) en Tik tok para encontrarse con 5 billones de contenidos relacionados al tema. Hoy la experiencia de tatuarse es tan popular que, incluso en nuestro país, los candidatos presidenciales portan dibujos en su piel. Ya no pertenece a tribus, ni a códigos carcelarios o responde a antiguos ritos, sino que por el contrario, son parte de la cultura mainstream que durante décadas los rechazó. Incluso hay tutoriales en YouTube y otras redes sociales sobre hágalo usted mismo (por favor no). 

Pero más allá de la anécdota, hacerse tatuajes tendría un sentido más profundo. Para Javier Villanueva, sociólogo de la Universidad de Chile, este creciente interés por los tatuajes durante la pandemia, también se originaría por la necesidad de desarrollar experiencias significativas. El experto explica la pandemia como un hecho social total, ya que ha limitado toda la interacción que desarrollamos como personas, y ha involucrado muchos ámbitos de la vida que han ido cambiando o se han ido restringiendo. 

“En eso también se traduce la capacidad de tener una experiencia significativa, o un día inolvidable. Entonces apenas se abren las condiciones con las cuales uno puede ir a tatuarse y, si a la persona le dan ganas, lo va a hacer”, explica Villanueva. 

Marco Cornejo, @marte.ink en IG.

Marco Cornejo (32), o @marte.ink en Instagram, es un tatuador chileno que lleva cuatro años en el área y ha trabajado en distintos países del mundo como Canadá y Brasil. Su agenda en tiempos pandémicos ha estado bastante ocupada: según él, las personas han estado con sus actividades diarias más paralizadas y así más atentas a las redes sociales, un lugar en el que encuentran inspiración, y en ese mismo encierro y sensación de fin del  mundo, valentía para hacerse dibujos en la piel. “Hoy tú miras Instagram y te das cuenta de que no solamente se tatúan los metaleros o los futbolistas”, ejemplifica el tatuador.

Al igual que el sociólogo, Cornejo cree que las personas quieren hacer cambios en sus vidas. “Estamos inmersos en periodos personales, emocionales o incluso de luto, que pueden llevar a que una persona quiera hacer algo que pensaba que nunca iba hacer, y quizás pensó ‘si no lo hago ahora, no lo voy a hacer en otro momento’”. 

Marco cuenta que en este año y medio de pandemia ha tenido casos de personas que se habían tatuado con él antes de la crisis sanitaria, y que han regresado a su estudio por una segunda vuelta por causas emocionales; como por ejemplo, al perder el trabajo o a un familiar en este contexto.

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En ese sentido, el tatuador cree que los elementos emocionales afectan en cómo las personas toman cierto tipo de decisiones. “Creo que (tatuarse) tiene un carácter ritual súper importante, y quizás las personas están en un proceso o en un período de ritualidades y quieren tomar decisiones sobre qué hacer. Sobre todo con su cuerpo”, señala. 

Catalina Segovia (24), estudiante de diseño gráfico tiene cinco tatuajes en su cuerpo. Dos de ellos se los realizó durante la pandemia. Uno, el más significativo para ella, lo tiene en el brazo y es una libélula rodeada de magnolias, en honor a su abuela.

“Mi abuela falleció alrededor del 2012. A ella le gustaban mucho las libélulas y en La Serena, de donde era, siempre hay muchas. Entonces me encanta ir para allá, verlas y pensar que es ella”, relata Catalina. La estudiante cuenta además que la libélula es un tatuaje familiar. Su mamá y su hermana también la tienen, cada una con un estilo y tamaño diferente, pero con el mismo significado: el cariño por su abuela.

Por eso, la estudiante de diseño gráfico cuenta que en su familia los tatuajes son algo que está más aceptado. Además, dice que como se dedica al área artística, en ese ambiente también lo está. 

De acuerdo al sociólogo, la aceptación de los tatuajes en la sociedad tiene que ver con un elemento generacional. En ese sentido, señala a la generación boomer como rígidos, estandarizados por las normas, preocupado por los códigos y formalidades y, dado ello, no aceptarían los tatuajes dentro de su estilo de vida y serían más críticos de estos. 

En cuanto a los millennials, Villanueva los cataloga como personas frustradas, por diversos acontecimientos políticos que limitarían su capacidad de acción, y que además vivirían “a la sombra de la imposición de la generación boomer”. Por ello, si bien muchos están tatuados, tampoco lo hacen tanto generacionalmente hablando.

La generación Z, a la que pertenece Catalina, a nivel mundial tiene una tendencia a desmarcarse de las pautas de comportamiento de las generaciones pasadas y de los valores que consideran ya obsoletos, de acuerdo al sociólogo. “Y en ese sentido el tatuaje para ellos se ha vuelto, por un lado, un romper con esas barreras, provocarlas. Pero en la medida en que más gente se ha ido tatuando -y sobre todo con la industrialización del tatuaje- estamos viviendo un cambio en el cual la gente tatuada está formando parte de la economía de Chile. Y va a llegar un momento en que esa generación va a cargar con el país”, explica.

De esa forma, el sociólogo prevé que en un futuro, quienes hoy son jóvenes y se están tatuando serán, por ejemplo, jefes de empresas, políticos, profesionales o trabajadores de cualquier ámbito, incluso los más tradicionales.  “Nosotros ya encarnamos aquel ser humano que demostró que una persona tatuada puede trabajar. Y al capital tampoco le molesta, en último término. Por el contrario, incluso encuentra nuevos nichos de negocio en torno a los cuales crear actividades económicas y códigos estéticos. Es cosa de ver la publicidad dirigida a gente joven con modelos tatuados. Incluso los candidatos a presidente están tatuados”, afirma Villanueva. 

A pesar de lo anterior, el tatuaje, con los años, ha tenido una mayor aceptación socialmente entre quienes tradicionalmente no lo harían. Marco, en ese sentido, relata que una de sus últimas clientas fue una mujer de 60 años, que se hizo su primer tatuaje y que nunca antes se había atrevido a hacerlo. También, ha tatuado a personas de más de 80 años en el último tiempo.

“La evolución que ha tenido el cómo efectivamente la gente se tatúa ahora tiene que ver también con la nueva escena que hay, cómo han aparecido chicos que hacen pegas diferentes, que se atreven a hacer cosas distintas y que juegan más al límite en lo que deberían hacer y lo que no. Mucha gente lo ha tomado como algo que es posible”, dice el tatuador.

Por su parte, Catalina piensa que hace algunos años los tatuajes eran mal vistos, que era común escuchar que si una persona se tatuaba no iba a encontrar trabajo o que incluso iba a ser una deshonra para su familia, “pero la sociedad ha cambiado respecto a eso y ya es parte de nuestra cultura. Y me encanta ver en la calle los tatuajes y pensar que tienen un significado. O quizá no, pero tú le das uno al que estás viendo de la otra persona. Entonces es bonito, hay una historia tatuada a través de la piel. Las personas te están mostrando una historia a través de sus tatuajes”.