“Nadie tiene por qué sacar fotos de contenido sexual sin el consentimiento de la otra persona”, afirma Maria Francisca Valenzuela, presidenta del OCAC. Agregó que lamentablemente el fenómeno de compartir fotos así entre amigos por grupos de Whatsapp es una práctica común.

Como cualquier viernes para muchos, Sofía* organizó una previa en su departamento. Tenía ganas de tomar algo con sus amigas, salir a bailar y pasarlo bien. ¿Puedo ir con tres amigos?, le preguntó una de sus mejores amigas. Francisca dijo que sí y aprovechó de preguntar quienes eran. Uno era el pinche de su amiga y los otros dos amigos de él. Perfecto, ni un problema, respondió Sofía asumiendo que sería una buena jornada para pasarlo bien y conocer gente.

Seis personas en total, dos promos de pisco, una botella de champaña y Sofía con los ojos fijos en Gabriel, un estudiante de cuarto año de ingeniería que había llegado en el grupo de amigos del pinche de su amiga. Tuvieron buena onda desde que llegaron, conversaron y pasaron de las copas de champaña a las primeras piscolas rápidamente.

El grupo de amigos se fue a bailar cerca de la dos de la mañana a una disco en Apoquindo, cerca de Escuela Militar. Sofía bailó con ese estudiante al cual le había clavado los ojos, hablaron entre el ruido de la música y entre la bulla de todos aquellos grupos de amigos anónimos que se encontraban ahí para seguir el ritmo de lo que el Dj decidiera poner. Fue cuando sonó Despacito, la versión con Justin Bieber, cuando él se empezó a acercar más, recuerda Sofía.

Como muchos tantos otros, se dieron un beso en medio de la pista de baile; en medio de ese anonimato que provoca estar rodeado de cientos de personas. Oye, ¿vamos a mi departamento? Estoy sola, le ofreció después de tres canciones más. Cuatro de la mañana y ellos entraban al departamento, se besaron, se desvistieron y tuvieron sexo.

Despertó al día siguiente cerca de las nueve de la mañana por un click que en un principio le costó entender. Abrió levemente los ojos y notó, por el reflejo del espejo que tenía en una de las puertas de su clóset, que el mismo estudiante de Ingeniería, a torso desnudo, se sacaba selfies con su mano empuñada victoriosa y ella con un seno levemente asomado. ¿Que estay haciendo conchadetumadre?, gritó Sofía levantándose de golpe de su cama aún desnuda, tapada con sus sábanas. ¡Ándate imbécil!, le gritó nuevamente mientras notaba que el celular del sujeto sonaba incansablemente con el típico sonido de Whatsapp.

Se fue entre risas y semi vestido, recuerda Sofía, quien inmediatamente llamó a su amiga. Ella ahí le contó que era típico de algunos hombres que hicieran eso, que eso es lo que se comparten en grupos de amigos. Pero eso no es justificación alguna para que pase algo como eso, bajo ninguna circunstancia.

En el último mes, la opinión pública dio a conocer un caso similar al de Sofía, donde estudiantes de medicina de la Universidad de Chile, por medio un grupo de Whatsapp, compartió fotos íntimas de sus compañeras. Por más que sepamos de la existencia de este tipo de grupos de amigos, muchos de esos han sido la línea directa para la distribución y el almacenamiento de pornografía, incluso de menores.

Para María Francisca Valenzuela, presidenta del Observatorio Contra el Acoso Callejero, lo sucedido a Sofía es una clara muestra de agresión sexual, ya que Gabriel violó el derecho de privacidad de ella. “Nadie tiene por qué sacar fotos de contenido sexual sin el consentimiento de esa persona”, afirmó y agregó que lamentablemente el fenómeno de compartir fotos así entre amigos por grupos de Whatsapp es una práctica común. “Rechazamos totalmente esta práctica”, afirmó.

Ante esta vergonzosa realidad, el Observatorio Contra el Acoso Callejero lanzó en enero de este año una campaña que lleva por título #NoTeDaVergüenza, la cual está enfocada hacia los hombres para que se sumen al freno de compartir imágenes de contenido sexual.

A los pocos día de todo lo ocurrido, Sofía recibió mensajes en Whatsapp de Gabriel que decían que lo sentía, que le pedía perdón. Con esas disculpas jamás logró el perdón de Sofía, porque su justificación era que eran cosas de hombres, recuerda ella con rabia y con una vergüenza injusta. “Confías en alguien, lo quieres pasar bien y resulta que el tipo es un imbécil que no puede quedar lleno si no envía unas fotitos a sus amigos”, dice con rabia.

*Los nombres fueron cambiados