Porque los viernes son días foertes. Le preguntamos a nuestros lectores sobre sus mejores historias de tríos, elegimos tres y esto fue lo que salió (para bien o para mal).
Los tríos son uno de los encuentros sexuales más representados en la cultura mainstream. Y según el doctor norteamericano Justin Lehmiller, quien entrevistó a más de 4,000 parejas para su libro Dime lo que quieres, el trío encabezaba la lista del ranking de fantasías en los norteamericanos.
Le preguntamos a nuestros lectores sobre sus experiencias de tríos, y en absoluto anonimato, esto fue lo que salió: desde lo más caliente, a lo más entorpecido. Ellos y ellas cumplieron sus fantasías así.
Camilo, 28.
Nunca había hecho esto antes, porque honestamente no me llamaba la atención. Y cuando pasó, fue una verdadera sorpresa. En mi ex trabajo, había un compañero heterosexual muy guapo, por el que todas suspiraban. Él es un hombre serio, muy familiar, calza muchísimo con el arquetipo de padre chileno tradicional abnegado, a pesar de ser muy joven, en ese entonces tenía apenas 30 y algo. Y yo, la verdad, tampoco lo miré con otros ojos. Cuando me fui de ese trabajo mantuvimos una relación amistosa, y un día, en pleno verano, me invitó a su casa para regalarme algunos libros y cuadros que dejaba por mudanza y, aprovechando la instancia, me ofreció tomar vino.
Llegué a su casa y de inmediato sentí su mirada de tigre que me recorrió el cuerpo, yo llevaba shorts y mientras me bajaba de la bici me comentó “qué largas son tus piernas”, con su voz grave y seria, sentí que se me revolvía todo, por primera vez percibí algo de tensión sexual, y por primera vez, también lo encontré atractivo.
Al subir a su casa estaba su mujer, había pizza y algunas cervezas abiertas. Ella fue amorosa, nunca habíamos cruzado muchas palabras y me contó que estaba trabajando en un libro nuevo. En su living, con la humedad del verano y el olor a pasto húmedo que se colaba por las ventanas, empezaron a hablar de poliamor. Mencionaron que tenían una relación abierta. Yo estaba nervioso, porque ahora no sólo él era un tigre, sino que de apoco ella era una pantera al acecho.
Sin ponernos de acuerdo siquiera, terminamos sin ropa los tres, tirados en la alfombra. Ella disfrutaba la vista. Se excitaba al ver a su hombre con otro. Y honestamente, mientras tanto yo pensaba que habría sido la envidia de la oficina entera. Ellos se besaron frente a mí, se tocaban y él hacía malabares con nosotros dos. Este hombre era efectivamente como una especie de animal rey de la sabana que destrozaba a sus presas con furia, pero al mismo tiempo con cierta lentitud y goce.
Sus ojos hambrientos me miraban a mí y a ella, esperando que acabáramos. Y cuando eso pasó, la cara de satisfacción suya fue como la de un futbolista cuando mete un gol en un mundial y se lleva la copa (o eso me imagino yo, no veo mucho fútbol) Apenas terminó el encuentro, me ofrecieron una ducha compartida, pero preferí pasar. Mi camino a casa era un poco largo, así que -con las piernas temblorosas- me subí a bicicleta y pedaleé con la cabeza en Júpiter: “¿esto realmente pasó?” Me lo pregunté por horas. Todavía venían a mí las imágenes de su cuerpo, tonificado, que se marcaba cuando hacía fuerza y jadeaba como una bestia.
Hoy seguimos hablando por temas de pega o por memes que mandan ex compañeros en un grupo de WhatsApp y el tema del trío nunca más lo tocamos, ni en broma. Lo que no voy a olvidar es cuando me dijo bajito “qué rico te movís”, y de sólo recordar esas palabras mi imaginación se vuelve a disparar.
María, 26
Pensaba que solo las personas que estaban en pareja hacían tríos con alguien externo a su relación y que estaba lleno de reglas de lo que podías y no hacer sexualmente con la otra persona. Desde besos hasta penetración y más. No me imaginaba que pudiera pasar con tres solteros, hasta que me tocó a mí. Incluso tenía mis prejuicios sobre los tríos: me preguntaba por qué la gente lo hacía y hasta pensé que era un poco pervertido.
Hace cuatro años solía tirar con un amigo de forma frecuente y sin compromisos. Lo pasábamos increíble y creo que es la única persona con la que logré mantener una relación así de forma sana. Una vez que fui a visitarlo noté que estaba con su vecino, de quien me había hablado un par de veces. Parecía esculpido a mano y sentí muchas ganas de tirarme encima de él y darle besos hasta que termináramos sin ropa. Por mi me lo habría hecho chupete ahí mismo, pero tuvimos que esperar un rato.
Tomamos un par de cervezas sentados en el sillón (yo al medio) y comenzamos a hablar de sexo. Comentamos nuestras posiciones favoritas, nuestros fetiches y los mejores orgasmos que habíamos tenido. No nos guardamos detalles. Para ese momento el ambiente y cada uno de nosotros estaba muy caliente. Sentía que quizás podría pasar algo porque estábamos en la misma sintonía, pero no se concretó hasta que sentí una mano de cada uno de ellos haciéndome cariño en los muslos. Me subió un calor hasta la cabeza.
Me paré despacio, miré a cada uno a los ojos por un momento y les dije: “Voy a la pieza, el que quiera, que me siga”. Mientras me dirigía a la habitación principal escuché dos pisadas que se transformaron en cuatro. Ambos venían. Me sentí caliente y poderosa en iguales proporciones. Cuando llegamos ya no dábamos más. Nos comenzamos a besar y a sacar la ropa. Les dije que se pusieran condón y el vecino fue el primero en hacerlo para después acostarse de espaldas en la cama mirándome mientras mi amigo me besaba.
Me puse arriba del vecino. Simultáneamente mi amigo se puso el condón y se instaló por detrás mío. Nunca había pensado en ser penetrada por dos hombres al mismo tiempo y me encantó. Cuando lo explico digo: “Imagínate si una persona puede darte mucho placer, con dos es otro nivel porque tienes muchas fuentes de placer cubiertas”.
Estuvimos un buen rato probando posiciones y dándolo todo hasta que los tres acabamos. En ningún momento vi que ellos interactuaran sexualmente entre sí, así que estaban enfocados en darme placer sólo a mí. Eso me excitaba y también la idea de derribar los prejuicios que yo misma le puse a los tríos sin razón alguna. Pese a que nos fuimos distanciando naturalmente con el tiempo, el recuerdo de ese día que tiramos es uno de los mejores desde que empecé mi vida sexual.
Después de eso he vuelto a hacer tríos, pero solo con parejas heterosexuales. No porque lo busque, sino porque así se ha dado. Pero sin duda es algo que repetiría porque las posibilidades son infinitas, pero todas hacia un mismo resultado cuando son consensuadas: lograr llegar al placer y más placer.
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Ángela, 27
Soy una mujer bisexual. Para uno de los veranos pre covid, con un grupo de amigos nos fuimos a la playa. Arrendamos un lugar increíble (gracias Airbnb) cerca de Maitencillo. Después de tomar en la noche y bailar mucho reggaetón, terminamos ella, él y yo en el jacuzzi. Hace rato que yo y mi amiga (que después fue mi pareja por dos años) nos teníamos ganas, así que un par de miradas bastaron para que nos fuéramos en toalla a la pieza y empezáramos a tener sexo.
Nos reíamos mucho porque para las dos, en ese momento, era algo nuevo, además estábamos arriba de la pelota. Pero no habían pasado ni cinco minutos, cuando decidimos invitarlo a él a que se uniera. El resultado: no fue como en las películas. Fue torpe, a veces yo me quedaba sin saber qué hacer, y a veces él se confundía y no sabía a quién dedicarle atención. Las cosas no son como en las películas, donde parece una coreografía. Yo había visto Sense 8, entonces hace mucho rato que tenía esa fantasía de hacer entre un trío o una orgía, pero no me atrevía.
Él, en medio de la situación, perdió su erección, a mí me dio sueño y a mi amiga le dio hambre y fue por un bajón. Terminamos los tres, tapados, viendo Alvin y las ardillas en el televisor de la pieza. Nunca más hablamos sobre la situación, pero hoy es una anécdota divertida. Quizá a otras personas si les funcione, quizá nosotros no teníamos química entre los tres no más. Pero después de eso, y algunas otras oportunidades de indagación sexual que he tenido en la vida, creo que las cosas se disfrutan más entre dos.