Entender con el tiempo que no todo es mete y saca, te lleva a explorar una realidad de la que nadie quiere hablar, porque la educación sexual homosexual es prácticamente inexistente.
Ilustración Twotom Land
Culear no fácil. Hacer el amor no es fácil. Follar no es fácil. Ser gay no es fácil y tener sexo “gay” tampoco lo es. Aprender el qué y el cómo solo se aprende por experiencias fallidas que tuviste en Internet, carretes malos que sólo podían ser buenos con más de 4 vasos de alcohol y actos fallidos en distintos baños. Pero, entender con el tiempo que no todo es mete y saca, te lleva a explorar una realidad de la que nadie quiere hablar porque la educación sexual homosexual es prácticamente inexistente. Como las agresiones a transexuales en los medios, simplemente no existen.
Saber lo que te gusta en el sexo toma el mismo tiempo que uno se demora en entrar y salir de H&M . Es probar y probar porque nadie te enseña a culear. Nadie. Una cosa es culear y la otra es disfrutar lo que estás haciendo. Saber y conocer las pausas adecuadas, mantener un preámbulo digno que te lleve a caminar arriba de una nube por minutos eternos es cosa de tiempo. Ser gay, como todo en este mundo, tiene sus ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes producidos en la adolescencia (o adultez para los más reservados) te llevan a tomar malos actos y decisiones en el camino de la sexualidad. Al obtener “una madurez sexual” te das cuenta de que muchas cosas de las que hiciste, las hiciste por probar una “novedad” sin conocer tu verdadera voz sexual.
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Las ventaja es que al empoderarte de tu sexualidad, al hacer un recorrido por el historial de tus sábanas, obtendrás un punto de vista crítico para poder decir que si o que no a un musculín o a un oso que doble tu peso. Decidir que te gustan los mayores, los más inocentes (ojo ahí), el fisting, el cruising, el anilingus, la sumisión, el poppers, la coprofilia (excitación sexual a través de la caca), el fisting o la utilización de pañuelos rojos como cowboys en el jeans para identificarse, como también lo son los pañuelos azules en el bolsillo trasero de tus jeans para cumplir un rol pasivo y el bondage, entre otros.
La responsabilidad de culear con condón o sin condón es otra madurez por la que hay que pasar. Una piscola infinita o un pito constante te llevan a tomar decisiones que quizás no analizaste por escuchar la calentura del momento y optar por “irte afuera” solo por cuidarte y lo haces igual siendo que no puedes quedar embarazado, pero lo haces igual porque la calentura manda de noche y de día y tu cerebro se pierde de noche y de día.
La calentura puede ser infinita pero aunque no sientas nada, jamás hay que culear sin condón.
Ilustración Twotom Land
Activar el hipotálamo (la parte más primitiva del cerebro) para “practicar sexo” se aprende con el tiempo. A elegir con quién o quiénes hacerlo, qué hacer y cómo hacerlo.
Salir del clóset (parte uno) es una salida para el heteropatriarcado. La segunda salida viene acompañada de un helado porque, al principio, hay una lista infinita de códigos y al tener nada de información al respecto, el camino que se recorre va lleno de momentos tiritalabios.
La jungla de Dios es amplia y diversa, donde hay espacio para todos los gustos. Como por ejemplo el grupo de los leather; hay códigos representativos para quienes les gusta ser orinados y otros a quienes les gusta dar dicha bendición y así, no caer en la incómoda pregunta: ¿Te gusta que te meen? Simplemente hay que ocupar un pañuelo amarillo en el bolsillo trasero de un jeans para reconocer visualmente que alguien tiene los mismos gustos que tú.
Cosas que se aprenden con bototos fuera de Internet.
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La conservada sociedad no está preparada para quienes gozan de una vida sexual activa y abierta. Ejemplo, relaciones de tres, o cómo olvidar el historial de personas que han pasado por tu cama. No vamos a gastar el tiempo en fomentar la ignorancia heterosexual en temas homosexuales, pero la palabra “promiscua” entra fuertemente en el circulo gay, donde en un país como el nuestro, que se cree más de lo que es, está compuesto por muy pocas personas que ya han salido del clóset y se convierte en una infinita piscina de tropezones con frases tipo “parece que nos comimos al mismo gaio”.
Pasa y seguirá pasando, pero si empezamos a tener homofobia entre homosexuales, sobretodo si hablamos de la vida sexual de otros con una autoridad que no conocemos, no tenemos nada más que hacer como sociedad que esperar que llegue el próximo meteorito a mostrarnos la verdad. Triste, si pensamos que como sociedad estamos buscando plenamente un despertar sexual.
Ilustración Gengoroh Tagame
Salir del segundo clóset es poder darse cuenta que culear por inercia social y no por deseo de verdad, son cosas que uno no debiese hacer. Escuchar los deseos, frenar las fobias y dejar de lado el conservadurismo patriarcal son parte del proceso que hay hacer para dejar de que te roben tu identidad sexual. Eliminar el por qué y abrazar nuevas cosas que te llamen la atención, es parte de lo que hay que empezar a hacer para conocer lo que tus sueños te decían y tus manos impedían.