Javiera Tapia y Daniel Hernández investigaron la última década en la música independiente chilena y escribieron “Es difícil hacer cosas fáciles”.

En la “Edad Media” para la música en Chile, esa que ocurrió entre el 2000 y el 2005, con radios repletas de axé, éxitos de programas de concursos y música anglo, algo que no muchos vieron empezó a tomar forma. Pero no es algo al azar: ese momento medio árido no pudo haber sido posible sin la presencia de las disqueras multinacionales, esas que comenzaron a invertir en 1995 y que se retiraron del país al llegar el siglo XXI.

Ese período histórico, que no había sido documentado antes, es el que tomaron Javiera Tapia y Daniel Hernández para generar una investigación, una especie de relato oral cinemático, que definiera ese momento en la música para Chile y lo convirtieron en libro. “Es difícil hacer cosas fáciles” (2017, Los Libros de la Mujer Rota) es una pieza de más de 300 páginas con más de 40 entrevistados, que van desde el ex mánager de Los Prisioneros, Carlos Fonseca, ex director artístico de EMI, hasta Gepe.

Es el relato de un Chile aceptando su condición de nación postdictadura, abriéndose a los mercados que veían de esta tierra un lugar próspero para hacer negocios. Pero Chile es un lugar especial y no todo lo que brilla es oro. Las multinacionales se fueron y el sueño de ser fichado por alguien de los músicos se esfumó. Son estos mismos los que tienen que empezar a crear desde lo más básico y como verdaderos hombres renacentistas, inventarse y reinventarse a sí mismos.

“Yo creo que lo más importante del libro es el contexto en el que pasa todo. ¿Por qué esos discos aparecen en ese tiempo? ¿Por qué Algo Records aparece ahí? ¿Por qué pasa eso de las multinacionales? Hay una crisis directa y las bandas ven que eso ya no es opción de esperar a que alguien te fiche, pero por otro lado los que son más chicos en esa generación vienen con una carga menos que es la carga de la Dictadura, que es el miedo y si lo conectas con Internet aparece todo esto”, dice Javiera.

Un ejemplo de ese triunfo es el sello nacional Quemasucabeza, quien también aparece en el libro en la voz de Carla Arias, y que puso en el mapa a artistas como Javiera Mena y Gepe: “A nivel de las cosas más importantes que te puedas imaginar, a nivel de Los Prisioneros , la existencia de Quemasucabeza, el legado que deja, es una de las cosas más importantes que han pasado musicalmente en Chile. Ahí hay un legado, una visión de un sello que es reconocido en España o en Argentina, que saben cual es su trabajo. A ellos se les puede relacionar la música chilena de hoy”, explica Daniel.

En ello concuerda Javiera: “Quemasucabeza es un sello que deja de herencia un modelo de gestión para otros artistas para poder crear. Es uno de lo sellos más longevos y rentables”.

Pero nada de esto hubiera sido posible si las multinacionales no se hubieran ido o que la radio Rock&Pop comenzara a radiodifundir con énfasis en bandas chilenas. “A mucha gente le preguntaba esto de las multinacionales y que ‘Esquemas Juveniles’ apareciera en 2006 no era el inicio de algo, era el término de un proceso. Apareció ese año, pero Javiera Mena llevaba años previos haciendo música. Me parecía muy interesante esa idea que se tenía de que ‘Gepinto’ u otros discos de esa época, que fueron muy importantes para el período reciente de la música en Chile, para mucha gente era el inicio de algo cuando en verdad era la culminación de un proceso que está enrraizado con otras cosas, ligado al proyecto del Nuevo Rock Chileno de EMI, la crisis del disco, con la crisis asiática, con la Concertación”, explica Javiera.

Pero, ¿existe realmente una industria musical en Chile? Aunque nos hayamos acercado a un modelo que pueden replicar las bandas, estamos lejos de eso y así lo cuenta Daniel: “Yo trabajo en un sello y lo que veo es que hay precariedad en el que algunos nombres individuales jugaban a la industria. Si no hay un camino hacia la profesialización no hay industria. Sí hay grupos que van encaminados a eso; sí hay una industria que trabaja con las marcas y que es capaz de presionar a los medios, y eso la tienen las grandes promotaras, que no tiene que ver con los grupos sino que con sus elecciones y abajo hay un magma donde a veces se profesionalizan los grupos. Hay opciones para más bandas, pero esto se está dando por las marcas. Acá no se puede girar por el país, porque no hay salas acondicionadas. El día que se vayan las marcas, va a pasar lo mismo que con las multinacionales. Es muy necesario invertir en salas de conciertos, en que las bandas giren”.

“Hace un par de año publiqué un texto que decía como las marcas eran los nuevos sellos y lo peligroso que era eso. En los 90 era peligroso el monopolio de la Feria del Disco, que si se acababa ya no había distribución y eso pasó. Sin las marcas se te caen los festivales. Tienen hasta salas de ensayo. ¿Qué pasa cuando eso desaparece? En Chile no hay inversión en cultura, que debería ser del Estado. ¿Cómo la está haciendo? No están en eso. Hacer una gira genera mucho movimiento, creas un público, trabajo, gente que ve tocar a alguien y decide hacer algo. Es una cadena que debería existir”, remata Javiera.