Puedes agregar las favoritas tuyas que se nos hayan quedado abajo.

BoJack Horseman

La cuarta temporada de BoJack Horseman no tiene una trama central como las otras entregas, sino que se encarga en explorar las tragedias y las victorias de los amigos y la familia de BoJack (Will Arnet). Mr. Penutbutter (Paul F. Tompkins) quiere ser gobernador de California, Diane (Alison Brie) quiere salvar su matrimonio y se pone a escribir en un sitio muy parecido a Buzzfeed pero feminista, Princess Caroline (Amy Sedaris) quiere por fin formar una familia, y Todd (Aaron Paul) se esfuerza por aceptar su asexualidad y lo que esta implica para él.

Pero también aparece un misterioso nuevo personaje que podría o no ser pariente de BoJack y que pone su vida de cabeza. Es ahora, más que nunca, que el caballo antropomorfico favorito de todos entenderá qué es la noción de familia, esa que va más allá de lazos sanguineos y traumas que se acarrean durante toda la vida.

El capítulo 11, en especial, es una oda a perdonar y aceptar que quienes te hicieron daño son personas que puedes perdonar. Es una maravilla y una cosa muy extraña a la vez que quienes te estén enseñando sobre el amor sean unos animales, lo que hace más sobrecogedor que una serie animada de comedia negra sea capaz de lograr hacerte reír y llorar al mismo tiempo.

Master Of None

Es una maravilla poder mirar el mundo como Aziz Ansari, solo que no todos estamos facultados para hacer de esta visión una serie de 10 capítulos por temporada. En la universalidad que tiene para tratar aquellos temas que nos llegan a muchos -feminismo, amor, migración, movimiento LGBTIQ+, religión, metas y sueños- es que recae la maestría de que todos que veamos Master Of None podamos decir: “Esto me pasó a mi”.

Y la tarea de hacer una temporada incluso mejor que la primera es algo que Ansari logró por completo. Con pasajes comprados a Italia, Dev (Ansari) decide entregarse a su sueño de aprender a cocinar pasta, una de sus comidas favoritas. Trabajando allá conoce a Francesca (Alessandra Mastronardi), una chica con un título en arte pero que no ejerce, trabaja para su abuela y mantiene una relación de diez años con su amor de colegio. Entre medio de eso, cosas pasan y es la forma en que Aziz nos las cuenta que es imposible de no apretar el botón para ponerle el siguiente episodio.

Pero, además, esta temporada contiene quizá uno de los capítulos más honestos y bello sobre la familia, el amor y aceptarse a uno mismo, centrado en el ritual que Denise (Lena Waithe), su familia y Dev, un musulmán que no celebra las fiestas norteamericanas, tienen cada Día de Acción de Gracias. Si no terminas llorando o agradeciéndole a la vida por lo que te ha tocado es porque simplemente eres de piedra.

The Handmaid’s Tale

Por el bien de la humanidad, esto es exactamente lo que no debería pasar. Basado en el libro homónimo de Margaret Atwood, The Handmaid’s Tale es una distopia brutal en donde las mujeres solo son vistas como entes reproductivos. El lugar se llama Gilead, una ciudad que antes era Boston, y que hoy está bajo un régimen totalitario y fundamentalista. Debido a la propagación de la infertilidad, producida por las enfermedades de transmisión sexual y la contaminación, muy pocas mujeres pueden dar a luz y las que pueden han sido esclavizadas sexual y reproductivamente.

Ofrred (Elisabeth Moss) es nuestra protagonista, la criada del Comandante Fred Waterford (Joseph Fiennes), quien es vista con recelo por su infertil mujer Serena Joy (Yvonne Strahovski). Offred llegó a ese lugar luego de ser atrapada por la fuerza paramilitar que está al poder, quienes mataron a su marido, Luke (O. T. Fagbenle) y su hija Hannah tratando de cruzar la frontera hacia Canadá, y pasa sus días contemplando la vida enferma de una dictadura de fanáticos religiosos y recordando su vida pasada, aferrándose a la memoria.

Ninguno de los elementos presentes en la serie son aleatorios y es ahí mismo donde en el centro está la mujer, esa que se le cortó toda libertad en pos de una veneración enfermiza por la maternidad, que deja a muchas como simples vientres de alquiler, solo que el precio que deben que pagar es con sus vidas.

Big Little Lies

Aunque Netflix nos haya consumido todo nuestro tiempo de vista y escucha de series, HBO quiere no quedarse atrás. Y lo lograron: Big Little Lies estuvo en la boca de muchos por gran parte del año con su retrato de la vida no tan fabulosa de la gente con dinero y problemas normales.

La moda del 2017 también ha sido adaptar libros de renombre para convertirlos en series. Basado en un libro del mismo nombre, de Liane Moriarty, la historia cambia la Australia natal de la autora por la costa de Monterey, California. Madeline Martha Mackenzie (Reese Witherspoon) es una madre a todo terreno y reina del colegio, que parece tener una afición por meterse en los problemas de otros; Celeste Wright (Nicole Kidman) es envidiada por todos, ya sea por la vida que tuvo en algún momento como abogada o su dedicación completa a sus gemelos y a su abusivo marido, Perry (Alexander Skarsgård), y Jane Chapman (Shailene Woodley), madre soltera recién llegada a la ciudad, que está criando a su hijo nacido después de una violación.

La vida de estas mujeres se mueve en torno a sus hijos, sus trabajos y los hombres que les han tocado en la vida, buenos y malos. Es, también, el asesinato de un miembro de la comunidad, que solo se sabe su identidad hasta el final de temporada, es lo que une a estas mujeres que muchas veces se vieron como contrincantes las unas a las otras. Como dicen: la unión hace la fuerza.

The Good Place

¿Qué es lo que hay que hacer para llegar al cielo? La vida después de la muerte, como nos quiere enseñar

The Good Place, es una maravilla, siempre y cuando hayas obrado bien en ella. No tiene nada que ver con el cielo cristiano ni el infierno de Dante: al “buen lugar” llegaste porque trabajaste duro en ser la mejor versión de ti mismo, a un sistema que solo pone gente buena ahí y no los malos.

Pero como todo en esta vida, existe un margen de error. Eleanor Shellstrop (Kristen Bell) no se portó muy bien cuando estuvo viva y es para ella una sorpresa llegar al “buen lugar”; un lugar perfecto, donde todos tienen todo lo quieren, pueden comer, beber, fumar o aspirar todo lo que deseen, sentirse bien con tan sólo pedirlo. Es literalmente el ‘paraíso’.

Pero no es realidad. Es todo un juego mental para que ellos crean que están en el cielo, algo así como una tortura psicológica pero de la forma más divertida posible, porque creánlo o no, The Good Place es una comedia clásica de antaño. Esta serie que se construye después de la muerte resulta divertida, entusiasmarte y adictiva. Te educan en ética, moral y filosofía con autores que están en el “mal lugar” (que más que nada es como el purgatorio), pero que escribieron temas que resultan útiles para que los protagonistas reconsideren su estadía en el mal lugar y quieran aprender a ser mejores personas para irse al “buen lugar”.

Glow

Que vivan las permanentes, la lucha libre y las mujeres. Glow está hecha para los amantes de la nostalgia, donde la wrestle mania de los 80 y 90 da la posibilidad a un grupo de mujeres de tener un trabajo y un sueño por el cual luchar en contra del machismo y los estándares ridículos de la industria del entretenimiento.

Glow cuenta la historia ficcional del inicio de un proyecto real, Gorgeous Ladies of Wrestling (Hermosas Damas de la Lucha Libre, en inglés, o GLOW), que fue una serie de lucha libre femenina que se emitió en EE.U. desde 1986 a 1990. Alison Brie brilla como Ruth Wilder en el rol protagónico, una actriz que lleva años audicionando por papeles que nunca le darán. Apremiada por el tiempo y la falta de dinero, acude al llamado de casting abierto que Sam Sylvia (Marc Maron), un director de cine B, llamó en Los Angeles. Exasperante como Piper Chapman de Orange Is The New Black, Ruth se va a desarrollando como protagonista a medida que contrasta con Debbie (Betty Gilpin) su ex mejor amiga, quien aparece en la segunda llamada del casting reclamándole a Ruth que se había acostado con su marido.

Ellas y las otras mujeres que conforman Glow son mujeres reales con problemas verdaderos, tan complejos como la maternidad, el perseguir al progenitor que no conoces, el aborto, el poder femenino en la fuerza de trabajo o la lucha, a veces poco fructifera, contra los estereotipos y los moldes impuestos por la sociedad.

The Deuce

David Simon, el mismo creador de The Wire, es una eminencia en la televisión, así que lo que toque se va a convertir en oro. Algo así pasó con The Deuce, una joyita de HBO y que tiene a James Franco, por partida doble, y Maggie Gyllenhaal en los protagónicos.

En la calle 42, donde mismo se ubica el icónico paseo de Times Square, en New York es donde pasa todo, que a comienzos de los 70 vio como los criminales, el resentimiento de los marginados y el nacimiento de nuevas formas de arte se movían por las aceras como si fueran un peatón más. Son los vicios que le dan a la gente una oportunidad de querer salir de sus vidas y tomar otros rumbos, aunque esos caminos te lleven a la perdición.

The Deuce lo ve en el nacimiento y consolidación del cine para adultos, en donde conviven personajes como proxenetas, productores, estrellas del porno, prostitutas y criminales. Y ese mundo no es brillante como las marquesinas de los cines nos quieren hacer creer, sino que es duro y sucio; es una batalla de poder entre aquellos que lo tienen y aquellos que están aplastados por ello. Ojo, que no es para los débiles de corazón, porque la violencia y miseria que nos muestra The Deuce es real y lo sigue siendo hasta el 2017.

Girls

En algún momento había que decirle adiós a la magnum opus de Lena Dunham y este año fue cuando le dijimos hasta siempre. La “Sex and The City millennial” bajó el telón para siempre, pero nos dejó una temporada para los libros de historia de la televisión.

Girls en todo su tiempo de vida nos dejó una serie fresca, feminista, inteligente, peligrosa, ambiciosa y todo esto con personajes femeninos. También logró salir de aquella burbuja en la que se encierran estas series con mujeres contando sus historias, alejarse de la idea de ver a un grupo de veinteañeras en televisión y asociarlas con una comedia de domingo por la noche y sólo reírse de la enfermedad mental de Hannah (Dunham), de la ansiedad social de Shoshanna (Zosia Mamet), del aborto de Jessa (Jemima Kirke), de las ambiciones de Marnie (Allison Williams) o sobre cómo los hombres siempre tratan de opacar con una supuesta racionalidad el discurso de mujeres jóvenes que construyen su camino.

Este final nos dejó a Hannah y su maternidad completa de altibajos y con Marnie como su gran apoyo. El grupo de amigas que comenzamos a ver Girls ya no existe; cada una encontró un lugar en el que seguir viendo la serie por su cuenta y ese departamento donde vimos el primer capítulo ya no existe, lo arrienda otro grupo de chicas que probablemente no tiene idea de que ahí celebramos cumpleaños y bailamos Erlend Øye. Y es que la amistad no tiene que ser perfecta ni tampoco hacernos pedir disculpas por quienes somos: debe ayudarnos a querer ser mejores personas siempre, aunque tus amigos puedan o no seguir en tu camino.

Crazy Ex-Girlfriend

Nadie, nunca, quiere ser Rebecca Bunch (Rachel Bloom). Quizá lo que si quisiéramos es vivir en un lugar donde cada vez que te pasa algo malo, bueno o raro puedes tirarte un número musical en que dejes a todos con la boca abierta. Crazy Ex-Girlfriend ya lleva varias temporadas al aire, que van desde el enamoramiento psicótico de la protagonista por un ex novio de juventud, Josh Chan (Vincent Rodriguez III), por el cual deja New York para vivir en West Covina hasta el tratamiento de la depresión que lleva a Rebecca a querer quitarse la vida.

Ya no estamos en los 90 donde las comedias eran solo risas pregrabadas y gags cómicos; hoy, si una serie no es capaz de tocar temas universales, se hunde en el infierno de las malas críticas. Es refrescante ver que algo así se puede mostrar en televisión, donde la fuerza se mueve por una mujer, quien es creadora y protagonista de su propio show, en donde nada es tabú. Hay una canción para todo: cuando te enamoras, cuando tienes sexo con el período menstrual, cuando odias usar sosténes porque tienes los pechos grandes.

Es incómodo para cualquier ver en pantalla a alguien quien no quieres ser, pero que, lamentablemente, más de algún momento de tu vida has sido: una loca maniaco depresiva que está sedienta de amor y problemas de cariño.

Mindhunter

David Fincher vuelve a trabajar con Netflix como director y productor en Mindhunter, esta vez en una serie policiaca de época, que, digamoslo, son su especialidad. Haciendo referencia visual y argumentativa a sus clásicas películas Zodiac y Se7en, dedicadas a detectives que quieren resolver casos y asesinos que gritan por ser descubiertos, esta serie es la materialización de la extraña relación que existe entre la mente de un criminal y la de un policía que quiere entender sus razones para matar.

Mindhunter ficciona la labor de John E. Douglas, uno de los primeros agentes del FBI en utilizar la perfilación criminal para identificar asesinos en los 70, en la figura de Holden Ford (Jonathan Groff). Él es joven detective de la Unidad de Ciencia del Comportamiento que solo quiere entender los comportamientos criminales y lograr adelantarse a ese tipo de conductas que son casi un patrón para evitar dichos crímenes.

Lo interesante de Mindhunter no es solo la historia, sino cómo esos primeros acercamientos a las mentes criminales llevaron a los investigadores a utilizar métodos poco ortodoxos y hasta irreprochables, que ponen en riesgo sus trabajos y su sanidad mental. Holden es la personificación de lo tóxico que es involucrarse tanto en el trabajo, arriesgando su vida personal y eliminando los límites que se tiene con los objetos de estudio, que no olvidémoslo, son asesinos que si existieron en la historia de la humanidad.

Mención honrosa: The Sinner